El bazar es amplio. En la tienda el potencial elector encuentra desde un insípido rostro de un candidato a diputado que presenta a los jóvenes liberales confrontados, tirando de los extremos de un lazo y mediante la fuerza tratando de lograr ventaja. El spot parece ser la parodia de la realidad política hondureña.
Los vaivenes entre formas, la espectacularidad, la producción y el maquillaje de los candidatos sobresale y casi homogeniza las campañas hondureñas en la búsqueda de las aspiraciones presidenciales, diputaciones, alcaldías y cargos de dirección partidarios.
Como principio, el poder de la comunicación comercial hace énfasis en vender un producto pero de pronto, en Honduras, entre vender goma de mascar y vender un candidato no hay diferencias.
En este país centroamericano pareciera que los publicistas y sus contratistas piensan en el electorado como un mercado de chicles o pantalones vaqueros, su criterio va dirigido a la extensión del consumo y por ende en la extensión del sufragio.
De lado ha quedado la razón y el discernimiento. La duda de cuánto los candidatos conocen la doctrina y los principios partidarios cobra vigencia y obviamente merecerá, con urgencia, una investigación periodística. Los temas de campaña no van sobre doctrina ni propuestas, al contrario, se centran en rostros excesivamente maquillados, sonrisas artificiales, mensajes vacíos, canciones tristes y latidos de Cupido, entre otros.
A poco más de un mes del proceso electoral primario que se efectuará el 16 de noviembre próximo, los potenciales electores tiene que aguantar, por ejemplo, el discurso de un novel político y empresario maquilero, quien aspira a la silla presidencial por los nacionalistas y dice buscar la presidencia para luchar contra los “grupos de poder”. No faltan quien ironice y sostenga que en tal caso lo verán peleando consigo mismo. | ![]() |
La propuesta de campaña del precandidato nacionalista Mario Canahuati se centra en un par de mensajes televisivos en los cuales propone romper con las viejas estructuras de su partido pese a que su opositor interno es quien le incorporó a la vida política activa durante la campaña anterior cuando le llevó como compañero en la fórmula presidencial. Canahuati, ha centrado su campaña en la confrontación, sin dejar de venderse como una víctima. Su mensaje, en el fondo, carece de propuestas, rehúsa ahondar porque es más fácil confrontar, de ahí que su campaña encaje muy bien con esa visión de ensamblaje o maquila del discurso: volátil y sin contenido.
Ante el señalamiento de su campaña agresiva, Canahuati ha dicho en una presentación en el programa 30-30 de la televisión que su mensaje busca proponer el debate para que la gente vote por el más capaz.
“Basta ya de las campañas con musiquita y canciones, yo no veo propuestas sino engaño y desencanto” indicó, sin percatarse que en sus slogans de campaña, las propuestas a las que aduce, no existen; su discurso se centra en un sentimiento confrontativo digno de los activistas políticos sectarios de los partidos tradicionales.
![]() | Por su parte, Porfirio Lobo, ha centrado su campaña en llamados a la unidad y en resaltar que cada uno de los candidatos nacionalistas tiene virtudes, para desmontar la campaña de Canahuati, pero al igual que al resto, no ahonda en sus propuestas. |
El agotamiento de los discursos, los mensajes publicitarios vacíos, el uso abusivo de los medios de comunicación y hasta de las imágenes de los propios partidos políticos es más que evidente en la campaña interna de liberales y nacionalistas.
El cansancio de los electores contrasta con el predominio de la emotividad. No falta una campaña como la del actual presidente del Congreso hondureño, Roberto Micheletti, un candidato presidenciable que recurre al corazón de los electores para llamar a la base dura del partido Liberal.
En la búsqueda del voto tradicional para su candidatura, Micheletti hace énfasis a su arraigo partidario porque él siempre ha estado en puestos públicos, desde el retorno del país a la vida democrática en 1981. Antes, incluso, porque fue guardia de un presidente liberal a inicios de la década de los 60.
Pero en las campañas brillan los colores, las chicas atractivas y hasta semidesnudas que muestrasnlas bondades de sus cuerpos en una franca utilización de la mujer, sin que las organizaciones feministas se percaten de ello y protesten.
El uso de la imagen llega a grado tal que varios candidatos no han vacilado, como si fueran estrellas de Hollywood, en someterse al quirófano para corregir sus imperfecciones físicas y las otrora consideradas venerables arrugas. Son los candidatos del botox y la piel estirada, que hace lucir entonces sonrisas congeladas. | ![]() |
El carisma de los candidatos tampoco deja de contar al igual que su apariencia hasta en los eventos más chicos porque más allá de ese contacto directo con la ciudadanía importa el contacto virtual a través de la reproducción de los mensajes a través de los medios que dimensionan cada evento.
En cada mensaje no faltan los términos más fuertes y con mejores resultados al momento de evaluar resultados: cambio, transformación, vieja política, los mismos y unidad entre otros, pero la artificiosidad, espectacularidad y hasta teatralidad difieren y llevan al elector a preguntarse, ¿si todos dicen ser la solución, adónde esta la diferencia?
Recientemente, un medio de comunicación hizo algo gracioso con algunos candidatos. Al término de las entrevistas, les pidió responder cinco preguntas de cultura general, y la sorpresa de la audiencia fue enterarse que en este aspecto, los políticos andan peor que los alumnos víctimas de las huelgas magisteriales. No saben casi nada y no les dio vergüenza aceptarlo.