Según columnista venezolano depuración policial en Honduras es producto de un hastío ciudadano

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Tegucigalpa – La ley aprobada la semana pasada por el Congreso Nacional de Honduras con el objetivo de depurar a la Policía, el Ministerio Público y el Poder Judicial, para acabar con las mafias internas vinculadas al crimen organizado, no fue fruto de un proceso político o de la voluntad gubernamental como pregonan los políticos, afirmó el columnista Ricardo Trotti en el periódico El Universal de Venezuela.
 

Para Trotti, la depuración se debió, más bien, a una reacción de hastío ciudadano ante la inseguridad pública que se profundizó cuando policías asesinaron a dos estudiantes universitarios en octubre pasado.

Desde entonces, la rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah) Julieta Castellanos, madre de una de las víctimas, supo aglutinar esa irritación social contra el abuso policial y la ineficiencia de las autoridades para controlarla.

Añade que esos crímenes fueron la gota que rebasó el vaso, el punto de quiebre. La furia ciudadana generó consenso social en contra de la inseguridad, permitiendo que el presidente Porfirio Lobo pueda iniciar el proceso de depuración de la Policía, sorteando las presiones de grupos de intereses que paralizaron a gobiernos anteriores.

Trotti explica que los sociólogos coinciden en que los puntos de quiebre o inflexión son provocados por detonantes que súbitamente motivan grandes cambios culturales. El caso más palpable es la Primavera Árabe, originada por un vendedor ambulante en Túnez que, asqueado de los policías que le exigían sobornos continuos, decidió inmolarse en una plaza pública. De inmediato, ese hecho congregó la bronca social contra la opresión y el abuso, causando una revolución ciudadana imparable a favor de cambios democráticos.

Aunque los ciudadanos reaccionan con energía ante sacudones trágicos e inesperados, no siempre este tipo de hechos, por graves que sean, provocan puntos de inflexión.

En México, por ejemplo, en algún momento se pensó que las marchas por la paz y contra la inseguridad convocadas por el poeta Javier Sicilia para crear conciencia sobre la inseguridad y protestar por el asesinato de su hijo en marzo de 2011, generarían una ruptura y un cambio positivo en la lucha contra las drogas.

Las marchas tuvieron amplia repercusión, pero por motivos indescifrables no generaron un quiebre en la cultura, como lo que está sucediendo en Honduras, según el columnista.

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