La historia de Robin Hood, bandido con causa, confrontado con el perverso Sheriff de Nottingham, encarnación de la arbitrariedad y crueldad de la nobleza, se origina en la Inglaterra feudal del Siglo XIII, donde el aristócrata arrebataba del súbdito el rédito de sus esfuerzos.
Con el paso de los siglos, el personaje justiciero del Bosque de Sherwood se ha convertido en la representación del clamor popular por un mundo más justo.
Hoy en día, la pauta para ese mejor mundo lo dan, entre otros, los Informes de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, y los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados en 2015. Ambos coinciden en la necesidad de promover el desarrollo multidimensional, solidario con las generaciones presentes y futuras.
El modelo económico correspondiente a esos parámetros de desarrollo, requiere de una transformación productiva con equidad. Esa equidad pasa por el equilibrio entre el desarrollo económico y el social, propiciando la igualdad en acceso al conocimiento y a las oportunidades económicas. En otras palabras, el desarrollo demanda, tanto de empresas de gran éxito local y global, como de la micro, pequeña y mediana empresa, con acceso a crédito, seguridad social, incentivos en innovación y capaz de integrarse a cadenas de valor también locales y globales.
En efecto, de un lado, la inversión extranjera directa combinada con el empresariado nacional, permite la realización de fuertes inversiones y la formación vital de capital, transferencia de tecnología de producción, capacidad técnica, capacidad de innovación y brindar acceso a redes internacionales de comercialización. Esta inversión, ajustada a las prioridades de desarrollo del país, contribuye a la modernización de las actividades productivas y le permite una eficaz participación en al comercio internacional.
De otro lado, las MIPYME son fuertes generadores de empleo e ingresos y son factor clave en la reducción de la pobreza y el fomento del desarrollo. La UNCTAD reiteró en junio pasado que, las microempresas y las pequeñas y medianas empresas “tienden a emplear a una gran proporción de trabajadores pertenecientes a los sectores más vulnerables de la sociedad, como mujeres, jóvenes y personas de hogares desfavorecidos. En muchas zonas rurales son casi la única fuente de empleo.” Específicamente respecto la región centroamericana, el presidente del BCIE señaló recientemente que las MIPYME contribuyen a generar el 33% del PIB de las economías de la región y emplean cerca del 45% de la población económicamente activa en todos los países de Centroamérica.
Si las MIPYME venían necesitando de apoyo mayúsculo para su funcionamiento, ahora con esta pandemia, su mera existencia se ve amenazada. En el mes de mayo ya se reportaba que, al menos una de tres MIPYME, estaba en peligro de cerrar operaciones. El cierre permanente de negocios, restaurantes, hoteles y otras actividades productivas y comerciales, está provocando una peligrosa disminución de la clase media hondureña y por lo tanto de su papel estabilizador. No cabe duda que el futuro económico-social de Honduras post-pandemia, requiere facilitar el desenvolvimiento de las MIPYME como factor de desarrollo y de equilibrio económico y social del país.
Afortunadamente, a nivel internacional se presentan al menos tres coyunturas favorables. El Banco Centroamericano de Integración Económica lanzó el 29 de mayo pasado, con la participación de la Cooperación Financiera Alemana y la Unión Europea, una Facilidad de Apoyo al Sector Financiero por US4 350.0 millones en beneficio de las MIPYME afectadas por la crisis provocada por la pandemia. Los destinatarios serán las empresas que participan en actividades clave de la producción, servicios y comercio.
La Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil (CNUDMI), está en el proceso de definir con Honduras un programa de cooperación. Este contribuiría a las actividades legislativas sobre el acceso al crédito, divulgación de textos legales y guías legislativas con impacto para fomentar el espíritu empresarial y promover a las MIPYME y su participación en la economía y la creación de valor.
El 21 de julio de este año, Honduras formalizó con Estados Unidos un memorándum de entendimiento vinculado con la iniciativa América Crece. La iniciativa procura movilizar la inversión con el sector privado en infraestructura vital, energía y otros proyectos que promuevan el crecimiento. Además, la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos se comprometió a financiar $1,000 millones de inversión del sector privado durante tres años en Honduras. Esta renovada relación con Estados Unidos implica la adaptación del marco regulatorio nacional, a lo cual deben sumase mejores facilidades de creación, financiamiento y asesoría técnica a las MIPYME.
Superar la desigualdad es una utopía, pero aliviarla es una necesidad. Con los esfuerzos propios y el apoyo internacional, podremos acercarnos más a un crecimiento económico equilibrado, y hacerle honor al noble legado del personaje justiciero del Bosque de Sherwood, de encaminarnos hacia la justicia y equidad en un mejor mundo.