Por: Luis Cosenza Jiménez
Después del resultado de las elecciones, que colocaron al partido Liberal en un tercer lugar, varias personas han planteado la necesidad de una reingeniería para ese partido.
En lo personal, coincido con ese planteamiento, pero eso lleva a preguntar en que debe consistir la reingeniería, y a ese fin me atrevo a proponer algunas ideas.
Para colocar el tema en perspectiva, permítanme hacer un poco de historia. El partido fundado por don Policarpo Bonilla cumplió 123 años recientemente y vivió su época de oro a mediados del siglo pasado, cuando don José Ramón Villeda Morales llegó a la presidencia de la República y adoptó, y puso en marcha, varias ideas que habían sido implantadas en otros países.
Los liberales, con justicia, rememoran con orgullo esos días, pero lamentablemente eso también señala que no encuentran motivo de regocijo en la trayectoria reciente de su partido.
De hecho, su legado después del retorno a la democracia, con excepción del exitoso esfuerzo por reconstruir el país después del impacto del huracán Mitch, dista mucho de ser encomiable o elogiable.
El partido es recordado por haber prestado el territorio nacional para que un vecino fuera atacado, por la desaparición física de varios de nuestros compatriotas, por la irresponsabilidad en el manejo de nuestra economía y por la promulgación de los tristemente célebres estatutos gremiales.
El manejo irresponsable de nuestras finanzas nos convirtió, a finales de la década de los ochenta, en morosos en el pago de nuestras deudas, al grado que, por primera vez en nuestra historia, México y Venezuela decidieron suspender el envío de gasolina y los organismos financieros internacionales suspendieron la aprobación de nuevos préstamos para nuestro país.
En resumen, el desempeño desde el retorno a la democracia, que es el período que la mayoría de la población recuerda, ha sido muy pobre y para los votantes eso no puede ser fácilmente compensado por lo que pasó hace ya sesenta años.
No obstante lo anterior, el partido Liberal cuenta con una amplia base de simpatizantes y está organizado en todo el ámbito nacional.
Además ha demostrado su capacidad para superar divisiones internas y salir adelante. Es decir, cuenta con lo necesario para reconstituirse y convertirse en una alternativa para los votantes.
Por otro lado, el país necesita de dos partidos responsables y fuertes, y eso, a mi juicio, únicamente puede encontrarse en los dos partidos tradicionales.
Los otros partidos, particularmente Libre y PAC, tienen dueños, y en ambos casos los dueños no permitirán que los partidos crezcan, evolucionen y los trasciendan.
A mi juicio, se trata de partidos efímeros, lo cual enfatiza la necesidad de contar con un partido Liberal reconstituido.
Esto nos lleva a la reingeniería del partido Liberal, la cual debería comenzar con la definición de su ideología.
¿Es el liberalismo, entendido conforme a las ideas de Locke, el fundamento de su ideología? ¿Qué propone en cuanto a la relación entre el ciudadano y el estado, es decir, nace el estado para servir al ciudadano, o a la inversa? ¿Considera que el sector privado es el motor de la economía, o por el contrario se suscribe a la tesis del estado empresario y emprendedor? ¿Qué plantea para evitar el desorden en el manejo de las finanzas públicas? ¿Cuál sería el fundamento de su política internacional? ¿Cuál es su posición frente a los tratados de comercio y la globalización? ¿Cuál sería su política para asegurar la seguridad ciudadana? ¿Cuál es su posición en cuanto a la descentralización y en cuanto al principio de subsidiariedad? Esas son tan solo unas pocas interrogantes que deberían ser contestadas mediante la definición de la posición ideológica del partido.
Paralelo a lo anterior, el partido Liberal debe abrirse y democratizarse. En tanto solo los descendientes de un puñado de familias puedan aspirar a la candidatura a la presidencia de la República, el partido se verá como la propiedad de esas mismas familias.
Debe recordarse que un partido que se percibe como cerrado no atrae talento joven e innovador.
Por otro lado, y para colmo de males, cada periodo electoral parece resultar en la resurrección de varias figuras gastadas, y en algunos casos, desprestigiadas, lo cual refuerza la imagen de un partido viejo, atado al pasado y controlado por la gerontocracia.
A esas figuras el partido debe pedirles que ayuden anónimamente y que den espacio para que otras caras, jóvenes y soñadoras, capaces de generar esperanza en los votantes, sean la nueva tarjeta de presentación del partido.
La tarea es amplia y compleja. Quienes dirigen el partido en este momento tienen un gran reto frente a ellos, pero como se ha dicho en otras oportunidades, las grandes crisis generan grandes oportunidades.
Esperemos que don Mauricio Villeda, una persona ampliamente respetada dentro y fuera de su partido, pueda ahora conducir un proceso que culmine en el renacimiento del partido Liberal. Como antes dije, nuestro sistema político y nuestra nación lo necesitan.