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Rectificar es de sabios

Luis Cosenza

Después de estar confinados en nuestras casas durante varias semanas, muchas personas se encuentran al borde de la desesperación, particularmente los más vulnerables entre nosotros. 

Un gran número de  compatriotas vive de día a día, con el producto de su trabajo diario, y al no poder trabajar, no cuentan con ingresos para comer y para satisfacer otras necesidades.  El gobierno ha respondido con la distribución de bolsas solidarias, lo cual, a mi juicio, es la peor forma de atender las demandas de nuestra gente.  Permítanme explicar por qué.

En primer lugar, es evidente que la solución adoptada es cara.  Se necesita contar con muchas personas para comprar el contenido de las bolsas, empacarlas y luego distribuirlas.  Además, la logística, particularmente de la entrega, es complicada ya que hay que transportar las bolsas literalmente a todos los rincones del país.  Esto es complicado y caro.  Por otro lado, el gobierno está decidiendo por los beneficiarios que es lo que deben recibir, y muchas veces no es eso lo que nuestra gente quiere o necesita.  Frecuentemente se escucha a los beneficiarios decir que para cocinar algunos de los productos incluidos en las bolsas necesitan comprar otros productos y que no pueden hacerlo porque no disponen de dinero.  Para colmo de males, esta solución propicia la corrupción y la politiquería.  Es evidente que puede haber corrupción en la compra de los productos y luego en la distribución de las bolsas.  En cuanto a la politiquería he visto políticos en televisión llevando bolsas a barrios y pueblos hablando de la extraordinaria visión de don Juan Orlando para anticiparse a las necesidades de la población.  Se usa nuestro dinero, el  pago de nuestros impuestos, para generar clientelismo político.

Todo esto puede evitarse fácilmente si a la gente se le entrega dinero y se deja que ellos lo usen como estimen conveniente.  Ya esto se hizo antes cuando se utilizó el Bono 80.  Se puede usar la factura eléctrica para determinar la situación económica de las personas.  Hay una relación directa entre nivel económico y consumo eléctrico.  Recordemos además que en nuestras ciudades alrededor del 98% de las viviendas cuenta con servicio eléctrico, así que por este medio podríamos llegar a la gran mayoría de nuestros pobres.  Es evidente que no podríamos llegar por este medio a los pobres que viven en el ámbito rural y que no cuentan con energía eléctrica, pero me atrevo a decir que a estos tampoco les llega la bolsa solidaria.  Pues bien, fácilmente puede decidirse entregar a quienes consumen, digamos 150 kWh o menos,  un bono mensual, para lo cual únicamente tendrían que presentar su factura eléctrica y su tarjeta de identidad.  Este procedimiento es sencillo, su logística es simple, no cuesta mucho y hasta se podría lograr que los bancos acepten participar en el proceso sin cobrar.  Además no fomenta la corrupción, ni la politiquería.

Esta propuesta es también congruente con el establecimiento de un ingreso mínimo nacional, tal como lo propone Alicia Bárcenas de CEPAL.  Ella sugiere que para paliar el impacto de la pandemia en la economía familiar se otorgue a los pobres, durante seis meses, un bono mensual de US$143 por persona.  Según CEPAL, esa cifra permitiría adquirir los bienes de una canasta básica y además atender otras necesidades.  En nuestro caso, y considerando que el INE nos dice que, en promedio, en cada vivienda habitan 4.4 personas, eso implicaría un bono mensual de alrededor de quince mil lempiras por vivienda (es decir, por factura de consumo de energía).  Es posible que nuestras finanzas nos obliguen a ser menos ambiciosos, pero seguramente que podríamos ponernos de acuerdo en cuanto a un monto razonable.  Ese dinero rápidamente sería utilizado, con lo cual también estaríamos fomentando la reactivación de nuestra economía y apoyando la creación de empleos que por ahora han desaparecido como consecuencia de la pandemia.

Rectificar es de sabios, así que esperemos que nuestras autoridades recapaciten y opten por lo que a todas luces es una mejor solución.  Si no se hace, pues no habrá más que suponer que la corrupción o la politiquería, o ambas, han triunfado una vez más.  El afán por promover la imagen de don Juan Orlando solo le presta credibilidad al documento que circuló la semana pasada atribuido a J. J. Rendón, que entre otras cosas, propone la reelección de don Juan Orlando.  En ese documento se propone atemorizar al pueblo y luego presentar a don Juan Orlando como su salvador.  Quiero pensar que eso no es así y que el citado documento es apócrifo.  No obstante, si algunos insisten en usar nuestros dineros para presentar a don Juan Orlando como nuestro protector, como el hombre con la visión única del camino a seguir, estarán propiciando que el documento en cuestión sea tomado en serio.  Recordemos que estamos en una muy seria y difícil situación.  Además de la pandemia, hemos estado sufriendo por la falta de agua, los incendios forestales, la corrupción y las acusaciones relacionadas con el narcotráfico.  No necesitamos agregar a eso una crisis política originada en un descabellado proyecto de reelección.  Recordemos, rectificar es de sabios.

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