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Rebelión en la granja (de trolls)

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. “¿Vio que la periodista Cesia Mejía se lanzó como precandidata a diputada por el movimiento de Ana García? Nunca lo esperé de ella…”.

Un colega se me acercó con esa novedad. De inmediato, le respondí: “es fake news”.

Las noticias falsas han pasado de ser una simple inocentada o broma para convertirse en una de las prácticas más nefastas en las redes sociales.

El anonimato digital permite que los ataques sean más agresivos y carentes de ética.

A través de ellas, quienes orquestan estas artimañas esconden sus verdaderas intenciones detrás de un discurso que manipula a sus seguidores, a los espectadores y hasta las personas que no suelen tomar partido, pero que se quedan con el mensaje erróneo producto de la noticia falsa, pues esta suele llegar a más personas que el arduo trabajo de verificación.

Los daños ocultos tras lo que parece ser una broma inofensiva suelen ser, en la mayoría de los casos, reputacionales.

Siguiendo con el ejemplo de esta columna, la periodista en mención recibió un sinnúmero de ataques que se vio obligada a recurrir a un video para explicar la falsedad de la información: “evidentemente, es otra campaña de descrédito en mi contra”, aclaró, y agregó que lo que más le molestó fue ser víctima de ataques e insultos a causa de esa noticia.

Cuentas falsas sin rostro e identidad real son usadas como herramientas en guerras políticas y, aunque el término “guerra política” pareciera exagerado, en realidad no lo es, porque esa información se difunde de manera deliberada y persigue un fin político al incidir en la opinión pública.

Todo parece indicar que este fenómeno, en lugar de contenerse, se agravará a medida que nos acercamos al año electoral, pues se seguirán empleando herramientas inicialmente creadas para democratizar la comunicación, pero que terminan siendo usadas para fines destructivos.

¿Por qué el revuelo con esa noticia? Precisamente, porque la vinculación que se le hace a la periodista es con un movimiento y partido político del que ella ha sido enfática en decir que no simpatiza ni pertenece. ¡Justo así funcionan las granjas de bots! Estas trabajan bajo la mecánica de simulación de indignación colectiva, pero no son más que una estrategia organizada para desacreditar oponentes, construyendo narrativas para indignar y, luego, controlar masas.

También recurren a la polarización, promueven división y conflictos sociales con el objetivo de desacreditar a quienes consideran la competencia.

Estas narrativas son amplificadas a través de algoritmos y cuentas falsas, con el fin de distorsionar el debate y crear percepciones artificiales sobre figuras políticas o destacadas en el ámbito público.

Los ciudadanos podemos ser víctimas de estas prácticas si no ejercemos un pensamiento crítico; también debemos invertir en nuestra alfabetización digital, pues aparecen cada vez más maestros de la propaganda sin la ética suficiente como para restringirse de inventar o manipular la información de manera masiva y repetitiva, ya sea controlada por software (granja de bots) o manejadas por personas (granjas de trolls).

Las granjas de trolls y de bots, lejos de representar rebeliones e ideales genuinos, se esconden bajo una máscara de descrédito sin sentido, convirtiéndose en una manifestación moderna de los mecanismos de manipulación que George Orwell describió con tanto detalle en 1945.

Como sociedad, nos toca ser más críticos para no caer en campañas de desinformación ni contribuir al daño reputacional de quienes, por cualquier motivo, se convierten en víctimas de ataques orquestados por estas peligrosas (y poderosas) herramientas.

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