
Tegucigalpa, Honduras. Lectura rápida de las luces y sombras de lo que nos dejó el proceso electoral, desde las instituciones políticas y sus virtuales candidatos presidenciales.
PARTIDO LIBRE
Puntos a favor: Rixi Moncada sale de los comicios con un liderazgo consolidado, nada nuevo considerando que su contrincante siempre fue un “David”, pero nunca estuvo “ungido”.
Ella le da la oportunidad a la actual presidente Xiomara Castro y al expresidente Manuel Zelaya de mantener el control del proyecto político con una figura leal para asegurar la continuidad.
Rixi siempre ha contado con el respaldo de la cúpula partidaria. Sumado a ello, aunque no debería, también su perfil político es potenciado por la matriz mediática gubernamental.
Es reflejo de la mujer combatiente, luchadora y tenaz. Su presencia en la política hondureña es la de una guerrera implacable, con un discurso agresivo contra los grupos de poder y una visión idealista de repartición igual de la riqueza (aunque históricamente solo se ha logrado la repartición igual de la pobreza).
La candidata virtual del partido en el poder es una profesional con una interesante trayectoria en cargos públicos, que ha estado al mando de secretarías e instituciones con una alta carga de responsabilidad.
Retos: Rixi, aunque experimentada funcionaria, carece del carisma electoral de Xiomara Castro y rompe los estereotipos de la mujer dulce, sumisa y abnegada, atributos patriarcales disociados de la nueva forma de hacer política.
Sin embargo, cargará con las críticas al gobierno actual, que en su cuarto año de gestión deja una “refundación” a medio palo.
Además, Libre enfrenta el reto de despejar las dudas éticas y legales tras el “narcovideo” y otros escándalos recientes. Esa narrativa, sumada a problemas de gestión y la eterna ausencia de la utópica CICIH, podría ser explotada en campaña por sus adversarios.
Por otro lado, se trata de una candidata de partido, no de país; no maneja un discurso inclusivo y su tope puede ser únicamente el caudal de votos que acumule en el proceso primario, pues no se perfila como una opción capaz de atraer al voto indiferente o a los sin partido, ni siquiera ha sido capaz de gestionar las riñas entre movimientos internos. Nada como Libre para hacerle daño a Libre.
El “Rixi no cuaja” y “Rixi no pega”, la ha marcado desde el lanzamiento de su precandidatura. Tiene el voto duro de Libre, pero deberá conquistar al resto del electorado con el pétalo suave de su flor de jamaica. ¿Lo intentará?
PARTIDO LIBERAL
Puntos a favor: perdieron de local. El liberalismo le dio la espalda a los de casa y optó por los recién incorporados, quienes inyectaron de vitalidad al partido de las milicias eternamente jóvenes.
Nasralla fue el “salvador” del rojo, blanco, rojo, artífice de la “resurrección” del Partido Liberal (PL).
Tras más de una década relegado al tercer lugar, el PL busca recuperar su liderazgo de antaño… antes de que el Golpe lo noqueara… antes de ridiculizarse como partido bisagra… Luego del 9M, se marca la era del liberalismo después de Salvador.
Nasralla es la opción intergeneracional, su discurso anticorrupción lo mantiene vigente en la política y su fama televisiva le permite llegar con su mensaje a diferentes estratos sociales, incluyendo bachilleres.
El nasrallismo aporta un caudal propio de seguidores que se suman a la estructura liberal; tiene el potencial de aglutinar a distintos sectores descontentos.
Retos: su desafío será integrar a los liberales tradicionales que quizá recelen de un outsider que apenas lleva poco tiempo en sus filas y que se recuesta en el discurso “yo no soy político”, aunque se ha convertido en el candidato presidencial recurrente de los procesos electorales recientes.
Otro desafío será no hablar más de lo necesario, evitar meterse en problemas, ¡claro!, sin perder su explosiva personalidad que lo ha llevado a destacar entre sus contrincantes.
De momento, mientras se calman las aguas, deberá usar un tapaboca hasta que al público se le olvide el personaje del taparrabos…
PARTIDO NACIONAL
Puntos a favor: contrario a lo que se esperaba, sigue siendo una fuerza pujante en la política hondureña. Nasry Asfura ganó las primarias cómodamente, pero los procesos judiciales son un traspié. Es un político discreto que solo habla lo necesario, característica que lo blinda del escarnio público (lecciones para Nasralla).
Retos: “Papi” tiene más retos que puntos a favor. Carga el peso de los 12 años de gobiernos nacionalistas, periodos que se resumen en corrupción estructural, crimen organizado y narcotráfico. La sombra de JOH aún eclipsa a la estrella solitaria. Uno de sus grandes desafíos es recuperar votantes, para lo cual Asfura podría tratar de distanciarse del legado de Hernández, retomando su campaña anterior, en donde ante la mugre de un sector del nacionalismo se presentó como “Papi es diferente”.
Voto opositor anti-Libre
Los pronósticos indican que el voto opositor anti-Libre podría dividirse en dos vertientes: una, alrededor de Nasralla (que se beneficiaría con el colapso en la imagen del Partido Nacional) y otra del núcleo duro nacionalista, que seguirá fiel a su partido pase lo que pase.
La gran incógnita es si Asfura puede atraer suficiente voto independiente para superar a Nasralla en la pugna por liderar la oposición. O, finalmente, le tocará al señor de la televisión sentarse en la silla presidencial y estrangular a sus oponentes.
Voto estratégico
Para las generales de noviembre no solo será necesaria la unidad partidaria, sino que, así como sucedió en 2021, parece que la fórmula ganadora volverá a pasar por una alianza presidencial, pues ninguno de los contendientes actuales tiene el caudal, carisma o ímpetu suficiente para atraer al voto indiferente, al voto descontento, a los nuevos votantes, al voto indeciso y a los sin partido que, a considerar por las marcas en blanco y los hondureños que no votaron el 9 de marzo, se pueden convertir en el voto estratégico que conduzca hasta la victoria siempre.