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Proteger los océanos no es solo un asunto ambiental, sino un imperativo moral

Jaume Segura Socías
Embajador de la Unión Europea en Honduras

Crecí viendo disfrutando del mar Mediterráneo en Mallorca. Me cuesta imaginar cómo sería la isla en la que nací u otros lugares como Tela o Útila sin el océano. El mar sigue siendo uno de mis destinos favoritos. Sin embargo, cada año que pasa puedo comprobar que los mares se ven cada vez más afectados por la contaminación provocada por los desechos vertidos por nosotros los humanos.

El problema de la contaminación no es nada nuevo, y a pesar de esto, los plásticos, colillas de cigarro, botellas, equipo de pesca, entre otros siguen llegando a los mares y océanos afectando el ecosistema, la vida marina, la belleza de las playas y a nosotros mismos.

Los océanos empiezan a tratarnos de la misma forma en que nosotros los tratamos, a devolver lo que nosotros les damos a diario. Las bolsas de plástico son ingeridas por los peces, tortugas y otros animales marinos, provocando daños en su aparato digestivo, lesiones graves en sus cuerpos y finalmente, la muerte. El plástico que lanzamos al océano se descompone en fragmentos diminutos y se convierte en microplástico. De esta manera entra en la cadena alimentaria que en última instancia puede acabar en nuestros platos.

Las consecuencias de esta contaminación son de gran alcance y afectan tanto al medio ambiente como a nuestras comunidades. Además de afectar la biodiversidad, se está poniendo en peligro el valor estético y económico que ofrecen el mar y las playas. Desde los turistas a los pescadores pasando por una gran variedad de negocios locales se ven constantemente afectados por las consecuencias que deja la contaminación, repercutiendo directamente en el desarrollo del turismo y economía local y en la conservación del hábitat local.

No hace falta vivir en la costa para contaminar el océano. Muchas veces la contaminación empieza desde nuestras casas. El excesivo uso de plásticos y la basura que se vierte en la calle recorre un camino que termina en los océanos. Tampoco hace falta vivir en la costa para sufrir el impacto de esta contaminación. Los océanos producen mínimo el 50% del oxígeno del planeta y tienen un rol fundamental en la regulación del clima y absorción del calor.

Es momento que empecemos a darle al océano el cuidado que se merece. Debemos actuar ahora, aún estamos a tiempo de revertir todo el daño que nosotros mismos hemos causado. Si nos quedamos de brazos cruzados, para el 2050 la cantidad de plástico flotando en el océano será superior a la cantidad de peces que habitan en él y será mucho más fácil pescar una botella de plástico que un pez.

En la Unión Europea cada año realizamos una campaña de limpieza de playa, con el objetivo de concientizar, impulsar el activismo para el cuidado de los océanos y fomentar una cultura de responsabilidad ambiental. Sin embargo, abordar la contaminación del océano requiere algo más que limpiezas periódicas. Exige un compromiso a largo plazo para reducir el consumo de plástico, mejorar los sistemas de gestión de residuos y apoyar políticas que den prioridad a la protección del medio ambiente. La Unión Europea ha impulsado una serie de medidas para contribuir a ello, como la reducción del consumo de plásticos, prácticas de pesca sostenible, normas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte marítimo o el Pacto Verde, entre otras.

Debemos hacer mucho más. La responsabilidad de proteger nuestras playas, mares y océanos recae en todas y todos. Es necesario que todas las personas y todos los países unamos esfuerzos para garantizar que sigan enriqueciendo nuestras vidas y sustentando la vida en la Tierra durante generaciones. ¿Qué sería de Europa o de Honduras sin sus costas y sus playas? ¿Qué sería del mundo sin océanos? ¿Qué sería de nosotros? Proteger los océanos no es solo un tema ambiental, sino un imperativo moral. Se trata en fin de nuestra sobrevivencia.

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