Presupuesto público y crecimiento económico

Por: Julio Raudales
Las autoridades de SEFIN y el Banco Central anunciaron que no ha habido ninguna reversión en la proyección del crecimiento real en el Producto Interno Bruto (PIB) para el año 2015, es decir, se mantiene el 3.5% anunciado desde hace ya algunos meses en el Programa Monetario.

Considerando que la dinámica económica del país está muy ligada a los vaivenes del sector externo, donde en la actualidad se observa un efecto cruzado generado por la caída en el precio internacional de los combustibles y el incremento en el de los principales “comodities” o productos de exportación hondureños tales como el café y afectado negativamente por el freno en el crecimiento de los BRICS y otros socios comerciales, lo cual afecta negativamente algunas de las posibilidades de mejora en el valor de la producción.

Quizás los miembros del Gabinete Económico hicieron previsiones conservadoras al inicio del periodo, ya que entonces era un tanto más difícil medir las consecuencias que la terrible sequía tendría en la producción interna, sobre todo en el caso de granos básicos y otros productos alimentarios, que de acuerdo a lo expresado por el Secretario de Agricultura en las pasadas semanas, implica pérdidas en alrededor de 400 millones de lempiras, es decir 0.1% del PIB.
 
Si a lo anterior sumamos que en el Plan de Gobierno presentado en junio de 2014, se preveía el ingreso de unos L 1,200 millones en inversión extranjera directa, lo cual ha sido desestimada por el propio Secretario de Desarrollo Económico y que nos permite concluir que la actividad productiva pudo haber sido mayor.
No obstante las valoraciones anteriores, el crecimiento del PIB real en 3.5% para el 2015 anunciado por las autoridades parece creíble y además positivo si lo comparamos con el promedio centroamericano.
Pero al observar con más cuidado las cifras presentadas por el BCH en su Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE), es evidente que los sectores de intermediación financiera, telecomunicaciones y generación eléctrica representan casi el 40% en el crecimiento.
 
Si extrapolamos esto al comportamiento histórico de la producción, veríamos que estas tres actividades aportan 1.5 puntos porcentuales de ese crecimiento. Esto no sería grave, de no ser por el hecho de que menos de 10 mil personas trabajan en estos sectores y que la generación de nuevos empleos en un año fue prácticamente nula, lo cual pone de manifiesto que el crecimiento económico no necesariamente implica mejora social.
Ahora bien, ¿Que “pito toca” el sector público en todo esto?, ¿Pudo haberse hecho algo mejor?, o más precisamente, ¿Qué tan importante es el papel del presupuesto público en el crecimiento económico?
Mi opinión personal, es que a lo largo de la historia, el Gobierno ha fomentado una cultura que frena el crecimiento económico en lugar de impulsarlo. Y esto ha sido mucho más evidente en los últimos 20 meses, luego del decreto de ajuste fiscal que en enero de 2014 se impuso con miras a enderezar los entuertos dejados en las dos administraciones anteriores.
 
Es cierto que dicho ajuste era más que necesario -no puede haber crecimiento sin equilibrio macroeconómico- Pero Joseph Stiglitz no se cansa de resaltar en sus libros y demás publicaciones, la importancia que tienen las secuencias y los ritmos a la hora de aplicar una política pública sana y a la vez efectiva para beneficiar a la población.
¿Cuántos puntos porcentuales de crecimiento económico habríamos ganado? O mejor dicho ¿Cuántas plazas de trabajo se habrían empleado si la política fiscal –ingresos, gasto y deuda pública- estuviera guiada por una racionalidad estructurada y cimentada en criterios rigurosos y honestos? Todo lo que el gobierno hace tiene un impacto negativo o positivo en la economía y más vale tomarlos en cuenta.
Para el caso, parece muy claro que se ha renunciado definitivamente a la inversión pública. Cada ejercicio fiscal son menos los recursos que como porcentaje del presupuesto nacional se destinan a este rubro. También en cada periodo se observa un menor grado de ejecución y una cada vez mayor debilidad en la evaluación social de los proyectos.
Pese a que la suma total del presupuesto público se acerca mucho a la mitad de la producción interna, se destinan cada vez menos de estos recursos financieros a proyectos de inversión pública que complementen el esfuerzo privado y se persiste en aplicarlos sin un criterio que garantice que los mismos son socialmente rentables.
No todo esfuerzo nacional implica crecimiento, no todo el crecimiento genera bienestar, pienso que el gobierno debería de una vez asegurar que su participación sea no tanto notable como efectiva. Todavía es tiempo de revertir el equivocado camino que llevamos.
spot_img

Lo + Nuevo

spot_img
spot_img
spot_imgspot_img