En 1477 el Papa Sixto IV ordena la restauración de la capilla del Palacio del Vaticano, que en su honor pasa a llamarse Capilla Sixtina. En 1508 el Papa Julio II encarga a Miguel Ángel pintar su bóveda, donde sobresale la composición de la creación de Adán. En la pintura, observamos que Dios Padre tiene su brazo derecho extendido hacia Adán, con el dedo índice de la mano para tocarle. Adán, recostado sobre sobre su lado derecho, extiende el brazo izquierdo hacia Dios pero mantiene encogido su dedo índice, en lugar de estirarlo para tocar el dedo del Creador.
Algunos estudiosos consideran que en la composición Miguel Ángel muestra el momento cuando Dios le da la vida al hombre. Disiento de tal interpretación. En la pintura Adan ya se encuentra vivo, está mirando a Dios, pero no se decide a extender su dedo. Creo que Miguel Angel, con ese contacto fallido escenificó la voluntad de Adán, el “libre albedrio”. Dios le regala la vida al hombre y le otorga la libertad para que tome las decisiones sobre las que construir su vida y su futuro. Puede optar por confiarse a Dios, sometiéndose a su voluntad, para lo cual debe aceptar sus condiciones, o bien utilizar su libertad para prescindir de Él, rechazarle, confiando en su inteligencia, en sus propias fuerzas. Miguel Ángel pintó el instante en el que se consuma el pecado de soberbia que esclaviza a la humanidad desde el jardín del Edén.
Somos beneficiarios de un mundo que no nos pertenece; recibido de nuestros predecesores y que entregaremos a las siguientes generaciones, agobiados por el desconcierto y miedo ante la impermanencia. Somos depositarios de una vida regalada, cuyo propósito responde a la pregunta: ¿para qué estamos aquí? Quien encuentra la respuesta correcta descubre el sentido de su vida, la verdadera felicidad que busca. El resto vivirá insatisfecho, sometido a sus debilidades y limitaciones, con un vacío interior que aumenta con los años. Buscamos un tesoro escondido en el campo, quien lo encuentra vende todo lo que tiene y compra el terreno, Mateo 13,44. Pero desde hace dos mil años conocemos el tesoro y sabemos dónde está escondido. En el sagrario de cada iglesia, esperando a que alumbremos nuestro interior para ir a su encuentro. Reparar el pecado de Adán en la pintura de Miguel Angel, dejándonos tocar por su gracia y su misericordia, para que tome posesión de nuestras vidas.
En la campaña electoral acudimos al coliseo mediático donde nos entretiene el espectáculo de los candidatos, cuales gladiadores con micrófono buscando la victoria. Tenemos la novedad de que la iglesia católica hondureña saltó a la arena apoyando a la oposición. Si el político busca el poder material ¿qué poder buscan algunos obispos? Juzgan la política del gobierno, pero también a los políticos que la implementan. ¿Dónde dejó la Conferencia Episcopal la máxima de rechazar el pecado pero amar al pecador? “Entended lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios; yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”, Mateo 9,13. La primera misión de la iglesia católica es evangelizar, talvez por eso pierde feligresía, mientras aumenta la de las iglesias evangélicas. Desubicada de su misión, intenta recuperar terreno emulando a las ONGs, y olvidando aquel pasaje del evangelio donde Jesus recuerda a las autoridades religiosas que deben respetar al poder político: “Dad al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, Mateo 22,15.
Los candidatos nos recuerdan a las vírgenes necias del evangelio, aquellas que se presentaron a la campaña electoral sin tener las tareas hechas, sin el aceite para las lámparas, porque menosprecian la capacidad intelectual del pueblo que necesita soluciones para sus problemas. El primero es restañar la fractura social que nos debilita y perjudica como sociedad. Una quimera, a tenor del comportamiento y discursos de algunos candidatos. Solo a dos de ellos, Tito Asfura y Yani Rosenthal, en sus intervenciones hablan de reconciliación nacional. Los cantamañanas nuevamente se victimizan para continuar la próxima legislatura pepenando basura para diseminarla, alentando la confrontación e inestabilidad social con el apoyo imprescindible de los medios de comunicación. Convertir definitivamente a Honduras en una sociedad de Morlocks y Eloi.
“Todo reino dividido acaba en la ruina; ninguna ciudad o casa dividida puede subsistir”. –Mateo 12,25-