Politicos y fronteras

Por: Pedro Gómez nieto

La frontera es el límite que separa dos entes, reales o abstractos. Diferencia territorios, capacidad económica, cultura y costumbres, nivel social e intelectual, por citar algunos tangibles.

Los abstractos están relacionados con el comportamiento de cada persona, su ética y moralidad, valores e integridad, frente a lo inadmisible y censurable. Escuchamos tópicos como que “en política todo es posible”, o que “en política todo vale”. Pero posibilidad no es probabilidad, y la validez no depende del resultado sino del procedimiento empleado. El político debería comprender que al cruzar la frontera mueve los límites, modifica los valores, y contamina su integridad.

Algunos políticos han cruzado tantas veces la frontera que su línea divisoria se asemeja a los meandros del rio. Han producido tanta basura que huelen… y su hedor, por osmosis, impregna al resto del gremio, alimentando la leyenda negra donde, como norma, ser político es ser amoral, corrupto, mentiroso, traidor… El ser humano es capaz de engullir cualquier cosa, siempre que los pedazos sean lo suficientemente pequeños y disponga del tiempo necesario.

La misión de cualquier oposición política es debilitar al ejecutivo y al partido que lo llevó al poder, para ocupar su lugar en las siguientes elecciones. Debe convencer al electorado de que son una verdadera alternativa, mostrando “qué” hace mal el gobierno, “cómo” debería hacerse, y “por qué” de esa manera. Evidentemente siempre la oposición juega con ventaja, porque se analizan los hechos “post morten”, una vez ocurridos, conociendo los resultados. Eso forma parte del llamado “desgaste” inevitable del gobierno, porque siempre hay formas de hacer las cosas mejor, pero también peor. Y ese es el motivo por el que un líder debe acompañar sus denuncias con soluciones. Pero así no funcionan los políticos de la oposición, porque eso requiere conocer a profundidad el problema, y alumbrar las mejores alternativas para el bien del pueblo, no de sus carreras personales y partidos políticos.

Los políticos advenedizos o tradicionales trasnochados, consideran que criticar al gobierno genera simpatías y por tanto adeptos, no entienden que eso les desgasta a ellos también. Para el ejecutivo, gobernar es como una carrera de fondo, una maratón. La oposición aprovecha las coyunturas negativas para denunciarle acaparando la atención mediática, pero siempre se mueve a remolque, siempre esperando errores… Políticos fracasados que como zopilotes buscan cualquier basura que poder rentabilizar en beneficio propio.

Cuando un prócer, que presenta sus convicciones e integridad como bandera de su conducta política, expone que no reconoce la legitimidad del presidente de la república, y nos da su palabra de que no ha mantenido reuniones con él y con otras autoridades, está comprometiendo su honor. Si a renglón seguido aparecen pruebas irrefutables de que sí lo hizo, el politico ha cruzado la frontera moviendo los límites de sus valores e integridad, quedando contaminado. El cristal se rompió y no hay manera de recuperar la confianza de un electorado al que con malicia ha tratado de engañar. Algunos políticos no entienden que lo injustificable no se puede justificar, que automáticamente han dejado de ser una alternativa de poder. Si quieren lo mejor para su partido deben dimitir para no debilitarlo más.

Estos líderes de la oposición me recuerdan al hijo mayor de “La parábola del hijo pródigo”, en Lucas 15:11. El hijo mayor (oposición) piensa que todo lo que hace está bien hecho, mientras su hermano menor (gobierno) no tiene derecho a ocupar la posición ilegal que ocupa. Responsabiliza de ello a su padre que se lo permite (la comunidad internacional y FFAA), y se queja abiertamente ante ellos, incluso ante sus empleados (el pueblo), tratando de poner a todos en contra de su hermano. Esta maravillosa parábola nos muestra que al final quien queda fuera de la casa del padre y de sus beneficios (el poder) es el hijo mayor, por culpa de su egoísmo y soberbia. Llegado el momento (en las elecciones) los empleados reconocen en el hijo menor al heredero.

“El que tiene oídos para oír, oiga”. -Mateo 13:9-

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