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Política sin política

Julio Raudales

En un reciente artículo firmado por Gustavo Adler y Nigel Chalk, el Fondo Monetario Internacional, fiel a su tradición, hace un llamado a los países en desarrollo, para que activen sus políticas monetaria y fiscal, de forma que ambas controlen de una vez la marejada inflacionaria que azota al mundo desde finales de 2020.

El problema es que no es solo la inusitada inflación lo que está afectando al globo. También se nos abalanzaron los problemas climáticos, el lastre logístico de la pandemia y esa maldita guerra que no parece terminar.

Subir tasas de interés, contener de liquidez mediante operaciones con el mercado, liberar el tipo de cambio para que el ajuste sea automático y espontaneo ¡en fin! una política monetaria restrictiva es la “formula de manual” que permitirá mantener el nivel general de precios estable. Es lo que la mayoría de los países han adoptado para repeler la escalada.

Pero los autores relevan, sobre todo, la importancia que tiene una política fiscal responsable, consecuente, proactiva y coordinada, para lograr que el entorno convulso amaine. No son buenos tiempos. Hay que actuar con responsabilidad.

Honduras, como siempre, parece caminar en sentido contrario al raciocinio, al menos en política. No era difícil prever lo que venía. Las actuales autoridades llegaron al gobierno justo a tiempo. No se puede culpar a azar. Para febrero de 2022 el escenario estaba planteado. Justo ese mes inició la guerra en Europa, ya para entonces, hasta las proyecciones menos pesimistas indicaban que habría estanflación, lo del fenómeno del niño se vislumbró desde junio del año anterior. ¡No puede haber excusa!

Sin embargo, nadie está preparado para gobernar, asevera Barak Obama. La política es una de las artes más complejas e imprevisibles. Requiere de la pericia de un jazzista en la improvisación. No se trata solo de hacer planes, hay que estar listo para el caos o, al menos, hay que saber que vendrán situaciones inesperadas y habrá que pensar rápido. Doña Xiomara y su pléyade no parecen haberlo anticipado.

La realidad les ha trascendido, les genera un estupor tal que paraliza. Piensan sí, pero lo hacen sin creatividad. Viven prisioneros de sus prejuicios. Porfiados, encerrados en su constructo sin ver la realidad de este siglo. No parece preocuparles que el conocimiento se esté multiplicando con rapidez lumínica, que el resto del mundo esté luchando por adaptarse al cambio. Si no se adaptan rápidamente al entorno van hacia un fracaso seguro y con él nos arrastrarán a todos.

Así lo deja entrever en su comunicado la Misión del FMI que recién visitó el país. No dice nada que no ronde en las redes sociales y noticieros, aunque hay un par de puntos que no se expresan de forma literal y alguien tiene que decirlos.

El primero es que las cosas se pondrán peor si no se tiene una política monetaria coherente con la realidad del mundo. Es cierto, tenemos muchos dólares y eso permite al Banco Central no devaluar el lempira. Está muy bien. Sin embargo, ese espejismo nos impide ver la pérdida abrasiva de competitividad en la que seguimos cayendo. No se trata entonces de devaluar, sino de hacer un esfuerzo por mejorar la productividad de nuestras exportaciones o generar los incentivos para entrar de una vez en el mundo de la economía creativa. ¡Tenemos el potencial! pero no se dará si continuamos en la misma dinámica de siempre.

Lo otro es la falta de coherencia por el lado fiscal. Se aprobó un presupuesto enorme que no se gasta, al menos no en las cosas que debería gastarse. Eso, además de inoperancia, genera incertidumbre: ¿Cuanto le debemos creer al gobierno? En 2022 se pronosticó un déficit fiscal de más de 4% y se cerró en casi cero. Este año estamos en la misma situación. ¿Qué debemos interpretar? lo que hace a un gobierno efectivo es precisamente su predictibilidad.

A estas alturas es crucial hacer un llamado a la reflexión. El estado del arte es preocupante y hay un riesgo sin precedentes de caer en una crisis histórica. Hoy mas que nunca queda clara la incapacidad del estado para hacer que las cosas mejoren, aunque si puede evitar que esto empeore.

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