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Politainment: la política como espectáculo

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. “El party está full”, posteó el actual diputado y candidato a la reelección por el departamento de Cortés, Ramón Barrios, para animar a la audiencia al ritmo del raspe. Luego compartió un spot en donde da a conocer “sus dos lados”: al inicio sale con su acostumbrada indumentaria de abogado con una balada de Luis Miguel como fondo musical; la segunda parte se acompaña de un ritmo musical urbano y estilo más relajado: jean, lentes oscuros y gorra hacia atrás.

¿Una estrategia para conectar con los jóvenes y nuevos votantes que conforman un buen porcentaje del padrón electoral o una caricatura de lo que significa ser auténtico?

El candidato presidencial por el Partido Liberal, Salvador Nasralla, compartió un video en el que se le aprecia bailando y cantando, “vivimos una noche espectacular con el gran concierto de K-Paz de la Sierra”.

Como si la política se tratara de una escena de 300, apareció en un video el actual alcalde de San Pedro Sula, Roberto Contreras, quien busca la reelección. Luciendo un casco y llamando “espartanos” al partido oficialista, anunció la conclusión de una obra. 

La planilla de diputados de Libre cantándole “Las Mañanitas” a su coordinador de partido, la actual diputada y candidata a la reelección, Iroshka Elvir, paseando con una maleta en alusión a que el actual gobierno se va y otros shows de políticos que actúan como celebrity es parte del menú preelectoral en el que faltan dos ingredientes: seriedad y propuestas.

La frontera entre la política y el entretenimiento se ha desdibujado, y lo que antes era sátira o parodia hoy se convierte en estrategia de campaña (que más bien sigue siendo parodia).

La incorporación de elementos de entretenimiento en la comunicación política amplía el alcance de los mensajes, pero también corre el riesgo de sacrificar profundidad y priorizar la imagen sobre el contenido.

En este continente, hacer uso de la política como espectáculo se está convirtiendo cada vez más en una estrategia recurrente luego de que fenómenos como Donald Trump y Javier Milei, por ejemplo, lograran captar votantes a través de una construcción disruptiva y desenfadada de sus personajes “políticamente incorrectos”. 

Su teatralidad, lejos de ser un accidente, fue el guion central de sus narrativas políticas, por lo que ambos demostraron que el espectáculo puede ser rentable electoralmente. 

La competencia por likes de la mano de la espectacularización de la política ha convertido la conversación digital en un espacio de propuestas vacías, pero virales.

El politainment es un término acuñado originalmente en el ámbito anglosajón allá por 2008, inicialmente institucionalizado a través de los late night show, pero que ahora traspasa esos espacios televisivos a las tarimas de concentraciones políticas, teniendo a las redes sociales como su principal vitrina de difusión o, mejor dicho, exhibición.

Según los entendidos en la materia, el contexto cultural mediático que enmarca esta estrategia de humanizar al candidato a través del infoentretenimiento pone el contenido ideológico de sus mensajes en el fondo y el político se permite ser visto en una versión de sí mismo diferente de la conocida profesionalmente.

Muestran el lado soft de la política, pues el fin último es entretener para luego conseguir el anhelado engagement de la comunidad votante, convirtiéndose en material invaluable para los más divertidos memes. 

Y es que el meme ocupa un lugar privilegiado en este ecosistema. Su eficacia reside en la ironía, la exageración y el lenguaje compartido por comunidades digitales. Como explica Jay Owen, el meme carga con una empatía indirecta que lo hace propagandísticamente poderoso. 

Además, así como los usuarios se apropian de la propaganda y la vacían eventualmente de ideología para convertirla en meme, la apropiación también se da en el sentido contrario y la clase política puede, a su vez, escoger memes preexistentes para usarlos como herramientas propagandísticas, mencionan los autores de “La apropiación partidista del meme: Fandom y propaganda en las elecciones generales españolas de 2023”. 

El formato pódcast, los videos virales, los bailes improvisados en TikTok o las frases “para el meme” constituyen la nueva caja de herramientas.

La política siempre ha tenido algo de teatro. La pregunta es, ¿esta política pop de la que hablan Gianpietro Mazzoleni y Anna Sfardini funciona? Tal vez no, pero entretiene.

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