Aunque Honduras es miembro fundador del FMI desde 1945, su relación con el Organismo Internacional ha sido, para decirlo de forma elegante, aciaga.
En los casi 80 años de historia común, nuestro país se ha acercado a este organismo un total de 12 veces, en las que, con la soga al cuello, hemos acordado encontrar juntos un mecanismo que permita al país, sanear sus desequilibrios macroeconómicos y que le facilite conformar una plataforma de desarrollo.
En esto, como en cualquier otro proyecto en el que Honduras se ha metido, hemos fracasado estrepitosamente: Solo se ha logrado concluir con éxito 1 de los 12 acuerdos suscritos, fue aquel firmado en 2004 y culminado en 2006, que era requisito indispensable para aliviar la deuda externa hondureña.
La veleidad de nuestros políticos, sumada a la falta de independencia del Banco Central cuyo directorio es nombrado por el presidente del Ejecutivo, la ausencia de resiliencia del país frente a la impredecibilidad de las crisis internacionales y, sobre todo, la ausencia de un marco de políticas claras que hagan repuntar la economía hondureña en el largo plazo, son las principales razones de este fracaso por el lado hondureño.
Del otro lado hay que reclamar el poco conocimiento de la realidad y el contexto que, en general, exhiben los técnicos especialistas asignados para negociar con el país. Se podría continuar con la lista de desaguisados, pero reconocidos economistas como el ganador del Nobel de Economía Stiglitz y Yanis Varoufakis, ex presidente de Grecia, han echado tanto cieno y destilado tanto rencor con el organismo, que no vale la pena redundar.
Además, debemos entender, de una vez, que los únicos responsables de nuestras miserias y de no saber lidiar adecuadamente con el infortunio somos los hondureños. Así que, ¡Basta de echarle la culpa a terceros por no saber vivir bien! Esa es la excusa de los que, además de inútiles, son tontos.
El último acuerdo suscrito se dio en noviembre del año pasado. Luego de sus intentos fallidos por “encarrilar” la economía hondureña, lastrada por problemas estructurales como la extrema pobreza, falta de productividad, imagen internacional negativa, corrupción, escasez de buenas instituciones y debilidad en las existentes, nuestras autoridades cedieron a su obstinado orgullo y, cayendo una vez más en contradicción con su discurso anti imperialista, firmaron una “Carta de Intenciones” esta vez con dos componentes: un “Servicio Ampliado (SAF)” que consiste sobre todo en asistencia técnica y un “Servicio de Crédito Ampliado (SCA), con el cual, se pueden obtener hasta un aproximado de US$ 830 millones, que pueden ser utilizados por el gobierno de manera discrecional, con el fin de mejorar la inversión pública social y productiva.
Sin embargo, todo parece indicar que, pese a los compromisos contraídos, las autoridades decidieron “prima facie” hacerse de la vista gorda y seguir su camino sin atender los compromisos contraídos, especialmente en lo referente a las necesarias medidas de política monetaria que permitan el control de la inflación, el acceso necesario a la liquidez, en moneda nacional y extranjera, por parte del sector productivo y la contención de las pérdidas financieras y técnicas de la empresa eléctrica del estado.
El asunto es que, aparentemente la falta de cumplimiento parece haber descarrillado el programa firmado y eso ha impedido que se obtengan los dos desembolsos por un monto de unos US$ 234 millones acordados para este año. Lo verdaderamente execrable de esto, es que Honduras persiste en no cumplir sus compromisos pactados y esto, además de lo descrito, resta prestigio al país.
Como el dinero ofrecido en el acuerdo está asentado en el presupuesto de este año 2024, el gobierno que tiene dificultades para acceder a financiamiento alternativo se ha visto obligado a restablecer las conversaciones con el Organismo Internacional y así aliviar sus problemas por este año. Es decir, volvemos al Fondo, no para encarrilar nuestra economía, sino con la mano extendida, ya que parece difícil encontrar otra opción que le permita al gobierno salir de sus apuros coyunturales. ¡Triste realidad!
¿Hasta cuando seremos capaces de entender que nadie hará por los hondureños lo que no puedan por si mismos? ¡Pues, por ahora parece improbable! ¡Dura cosa es dar coces contra el aguijón! Pero aún no aprendemos ¡Pues seguiremos directito al fondo, de donde no nos sacará el Fondo!