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Oscuro panorama

Por: Luis Cosenza

El 20 de febrero de 2024 inició el juicio de Juan Orlando Hernández.  Aunque muchos damos por seguro que el ex presidente será declarado culpable, algunos medios de comunicación, en un afán publicitario, transmiten el evento como si se tratara de un partido de balompié. Por otro lado, desde hace ya un par de semanas se debate ampliamente sobre una crisis en la Corte Suprema de Justicia debido a que no se ha acatado la rotación en la coordinación de las diferentes Salas de la Corte.  El partido de gobierno insiste en que se ha actuado correctamente, mientras que la oposición, y varios organismos de la sociedad civil sostienen que no es así y que se ha irrespetado dicha rotación.  Lo que no puede negarse es que estamos frente a un intento por politizar el sistema judicial, lo cual sería grave para nuestro país.  Pero veamos en más detalle la situación.

El sistema democrático se basa, entre otras cosas, en la independencia de los poderes del Estado.  Quienes idearon el sistema buscaron los mecanismos institucionales necesarios para evitar la concentración del poder.  Eso es lo que justifica la independencia de las diferentes ramas del gobierno, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Cuando el Ejecutivo y el Legislativo están en manos de diferentes partidos se logra en efecto la independencia de esos poderes, excepto por algunos casos, como el nuestro, donde el Ejecutivo utilizando triquiñuelas y falacias controla el Legislativo a pesar de no contar con la mayoría de los diputados.  Cuando los electores entregan a un solo partido ambos poderes, entonces la independencia del Poder Judicial permite garantizar el respeto de los derechos de la ciudadanía.  Cuando el poder se concentra en manos de una sola persona o de un solo partido, vemos los oscuros panoramas que viven los cubanos, los nicaragüenses y los venezolanos, entre otros. 

En nuestro país, a pesar de que la oposición en teoría controla el Poder Legislativo, la verdad es que mediante triquiñuelas, sombrerazos y violencia, el Ejecutivo ha sometido al Legislativo y eliminado su independencia.  Y esto ha ocurrido a vista y paciencia nuestra.  El temor es que ahora suceda lo mismo en el Poder Judicial.  A mi juicio, es evidente que Libre busca mantenerse en el poder por cualquier medio.  Respetarán la Constitución y las Leyes solamente cuando eso les convenga.  Me parece que la estrategia es clara.  Evitar la aprobación de la segunda vuelta en las elecciones y desprestigiar y mantener dividida a la oposición. Solo necesitarán un reducido porcentaje de votos, digamos un treinta y cinco por ciento, mientras la mayoría de los votos se divide entre varios partidos de la oposición sin que ninguno de ellos individualmente supere la votación a favor de Libre.  Si el Partido Nacional no renueva totalmente sus candidatos, si el Partido Liberal no enmienda su camino y continúa apoyando a Libre a cambio de beneficios para algunos de sus dirigentes, y si la oposición permite que la dividan, Libre ganará las próximas elecciones y perderemos nuestro país.

Por lo que hemos visto, me parece que sería un grave error pensar que estamos enfrascados en una batalla democrática y que nuestro opositor respetará las reglas del juego. No propongo que la oposición igualmente ignore las reglas cuando eso le convenga, pero me parece que sería ingenuo ignorar el comportamiento de Libre.  Sus estrategias, gracias a sus asesores, sean estos nacionales o extranjeros, son audaces y colindan con la ilegalidad.  Véase sino el caso de los “fiscales interinos”.  Sé que esto plantea un dilema moral, pero me parece que la oposición no puede permitir que Libre le obligue a actuar como ellos lo hacen.  En ese caso, la oposición en efecto sería igual que Libre.  No obstante, me parece que sería un suicidio político ignorar el comportamiento demostrado por Libre  al definir la estrategia de la oposición.  Es menester tomar en cuenta las estrategias heterodoxas a las que recurre Libre y estar preparados para hacerles frente.

Mientras tanto, continúa el juicio en contra del ex presidente, en donde seguramente se nos presentará como un narco estado. Sufriremos vergüenza por el comportamiento de muchos políticos, de funcionarios y de familiares de ambos. En efecto, nos veremos como lo que somos, un país controlado por el narcotráfico y el crimen organizado.   El juicio servirá para recordarnos de nuestro oscuro panorama.  De allá venimos y hacia la oscuridad marchamos, salvo que la oposición y todos nosotros despertemos y nos preparemos seriamente para las próximas elecciones. Todavía hay tiempo, pero debemos actuar con diligencia.  Ojalá que quienes dirigen los golpeados partidos tradicionales entiendan la gravedad del problema y que con gallardía busquen el nuevo liderazgo que demandan las actuales circunstancias, aún cuando esto implique dar un paso al costado y ceder su poder.  Sé que no será fácil, se requiere de mucha madurez para ceder voluntariamente el poder, pero a grandes males, grandes remedios.  Roguemos a Dios que nos guíe en este escabroso camino a recorrer a fin de evitar que nuestro país se convierta en una autocracia, o peor aún, en una dictadura.

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