Por: Otto Martin Wolf
Un famoso corredor de bicicleta, Lance Armstrong, ganador 7 veces del prestigioso Tour de Francia y muchas otras competencias, fue un hombre que dominó el ciclismo mundial durante bastantes años.
Armstrong venció a todo al que se le puso enfrente. Ganó dinero, fama y reconocimiento mundiales hasta que… se descubrió que se había dopado.
Utilizando diferentes trucos que incluían drogas prohibidas y ayudado por un equipo de médicos tramposos, desarrollaron a la perfección un sistema que les permitía renovar su sangre cada noche.
El asunto funcionaba así: Previamente le era extraída una importante cantidad de sangre, la que era oxigenada, refrescada y descansada. Luego, después de cada día de competencia, su propia sangre –ya renovada- le era de nuevo insertada en sus venas. El resultado era notable, la sangre le daba energía y al día siguiente el hombre estaba como nuevo, listo para seguir compitiendo y ganando.
El problema es que esa técnica está prohibida.
Como ocurre unas pocas veces, alguien tuvo el valor de denunciar la práctica y al final la verdad salió a relucir.
Armstrong fue despojado de sus medallas y trofeos y obligado a regresar parte del dinero ganado.
Aparentemente se hizo justicia, pero ¿qué sucedió con las carreras deportivas de los que perdieron debido a los trucos usados por Armstrong?
¿Qué pasó con los atletas limpios que jamás hicieron trampa y perdieron?
Se les fue la juventud, se les escapó una oportunidad que no recuperarán jamás.
¿Me pregunto, cuántos casos como el de Armstrong –pero en todos los deportes- nunca fueron detectados?
Ni siquiera la entrega posterior, varios años después, de la medalla que les fue arrebatada con trampa puede compensarlos.
No sólo es la medalla, también está el momento de gloria al recibirla después de la competencia, escuchar el himno de su país, el baño de aplausos como un pago a todo el esfuerzo de preparación realizado durante mucho tiempo, eso no lo compensa tenerla varios años después y que prácticamente se la manden por correo.
En la parte económica, el endoso de productos, la ganancia proveniente de marcas patrocinadoras jamás llegó a los perdedores, eso fue parte del botín recogido por el ganador tramposo.
Por eso soy del criterio que en las competencias deportivas -de cualquier tipo- debería de permitirse que todo mundo utilice los sistemas que quiera, que se elimine la prohibición para drogas y se deje que todos usen lo que puedan inventar, de manera que todos también estén en la misma capacidad competitiva, sin que algunos aprovechen ventajas químicas y procedimientos ocultos.
Cierto que afectaría la supuesta pureza de la competencia olímpica y deportiva, pero habría que preguntarse: ¿de verdad existe esa pureza?
Nunca se sabrá cuántos casos de dopaje jamás detectados y los ganadores marcharon a su casa impunes, con medallas, fama y dinero obtenidos con trampa.
Algunas veces los rusos vestían como mujeres a hombres para ganar competencias femeninas de levantamiento de pesas y hasta lucha libre.
En las actuales olimpíadas de Rio el equipo entero ruso casi fue eliminado hace apenas unos días, resulta que todos -o casi todos- dieron positivo a las pruebas de dopaje.
Finalmente los dejaron participar, más que todo creo que con fines comerciales o quizá alguna razón política.
Ahí se va también a la basura la supuesta pureza olímpica.
¿Cuántos de los súper atletas que vemos ganando premios y medallas están limpios?
Creo que, en el futuro, en lugar de estar tratando de descubrir culpables, deberían de establecer una verdadera igualdad permitiendo el uso de las llamadas sustancias prohibidas, así se nivelaría la cancha, todos tendrían la misma oportunidad, nadie tendría ventaja maliciosa.
De lo contrario, con cada prohibición y sistema de control nuevo que inventen, alguien también inventará la forma de burlarlo y la injusticia se seguirá cometiendo.