Garson avanzó que «no hay que esperar retornos masivos de trabajadores inmigrantes porque la situación es peor en los países de origen», y lo ilustró con el caso de España, donde frente al objetivo oficial de 100.000 personas de vuelta gracias a «una fuerte incitación financiera» el número de demandas no ha llegado a 2.000.
Comentó que si los inmigrantes «se han beneficiado ampliamente de las creaciones netas de empleos en los países de la OCDE» en los últimos años, con la crisis están «más afectados que los demás porque están concentrados en los sectores más expuestos, en las cualificaciones poco elevadas, los empleos temporales y los estatutos precarios».
En esas condiciones, el responsable del departamento de migraciones, que prepara un informe sobre el tema para el próximo mes de junio, insistió en que no hay que ceder nada en las políticas de integración.
«Al contrario, hay que aprovechar la crisis para poner en marcha políticas de formación para utilizar mejor las cualificaciones de los trabajadores inmigrantes; permitir a los inmigrantes pasar de un estatuto a otro, porque sabemos que no se irán».
Garson puso el acento en que «ciertas necesidades de mano de obra son estructurales y resistirán a la crisis, en particular en el sector de la sanidad, en la atención a las personas mayores».
Además, señaló que «los países occidentales no tienen interés en que a sus puertas se desarrollen situaciones explosivas que acarrearían que se dispararan las migraciones incontroladas: refugiados, demandantes de asilo o clandestinos».