La llegada de un nuevo año siempre genera esperanza de un mejor futuro. Incluso nos comprometemos a cambiar para reducir nuestro peso o dejar atrás hábitos y comportamientos dañinos a nosotros o a otras personas. En el caso de nuestra nación, resulta difícil pensar que 2024 traerá cambios importantes y positivos. Siendo optimistas podemos pensar que en este nuevo año observaremos verdaderos y positivos cambios en nuestra clase política, pero si analizamos justamente nuestro entorno, tendríamos que aceptar que hay muy poca probabilidad de experimentar un cambio positivo. Permítanme explicar por qué,
Durante dos años hemos vivido un gradual y permanente deterioro de nuestras instituciones. Esto se evidencia muy claramente en la situación del poder Legislativo. Utilizando viejas tretas nombraron una Junta Directiva ilegal e ilegítima. Año y medio después, recurriendo nuevamente a viejas artimañas, nombraron fiscales interinos con el voto de una ridícula minoría del Congreso, en lugar de los 86 diputados que estipula la Constitución. Para colmo de males, durante varios meses el Congreso no se ha reunido, aunque seguimos pagando los sueldos de los diputados, como si todo fuera normal. Como consuelo podemos pensar que les estamos pagando para que no dañen el país con la aprobación de disparatados proyectos de Ley. Sea como sea, no hay razón para pensar que el partido de gobierno rectificará los errores cometidos. Seguramente seguirán construyendo palacios en el aire. Seguiremos viviendo en el mundo de los artificios y ardides, continuaremos viendo desfachatadas interpretaciones, por no decir, violaciones, a nuestra Constitución. No puede haber desarrollo sostenible en ausencia de un estado de derecho. Eso es lo que refleja la experiencia de los países desarrollados. En tanto no enmendemos nuestro camino, continuaremos sumidos en el subdesarrollo. En tanto esta situación persista, no hay razón para ser optimista.
Si analizamos el sector eléctrico, nuevamente observamos el imperio de las tretas. Desde que este gobierno tomó posesión supo que era necesario agregar capacidad generadora para evitar caer en racionamiento. En dos años no han podido promover una licitación internacional exitosa y ahora, sorpréndase usted, nos dicen que hay que urgentemente contratar, por supuesto directamente y sin licitación, unos 200 MW a un grupo privado. Han decidido recurrir a una vieja artimaña que reiteradamente criticaron cuando fueron oposición.
Y ya que nos referimos al sector eléctrico, note usted como se ha regresado a la opacidad. No sabemos que ha ocurrido con el rescate financiero de la ENEE. A pesar de las masivas transferencias que esa empresa ha recibido por medio de asignaciones y transferencias del Presupuesto Nacional, todavía no puede honrar sus compromisos financieros. Simple y sencillamente no es una empresa viable y va por el mismo camino que transitó HONDUTEL. A la irrelevancia y a ser una continua y pesada carga sobre nuestras espaldas. Si no, pregúntese usted ¿Cuándo producirá ENEE estados financieros sobre los cuales los auditores externos puedan brindar una opinión? Si la contabilidad de la ENEE es tan deficiente, ¿cómo pueden saber cuál es su verdadera situación? Y si no se sabe cuál es su situación, ¿cómo pueden preparar un plan para su rescate?
Recuerde usted que la ENEE recibió una gran suma para reducir las pérdidas eléctricas. A estas alturas, y después de que contrataron a casi dos mil personas sin experiencia ni conocimientos del problema, no sabemos cuál es el nivel de las pérdidas. Tampoco sabemos si adquirieron los medidores necesarios para que todo consumidor cuente con uno. Para no continuar en la penumbra, ¿no sería posible que la firma consultora, Manitoba, que ha venido informando sobre el nivel de las pérdidas eléctricas publique un informe? Ojalá que yo esté equivocado y que las pérdidas eléctricas hayan sustancialmente disminuido, pero lo dudo.
El caso de la ENEE ilustra claramente el uso de viejas tretas. Han apostado a que no nos importa que pase en la ENEE siempre y cuando no nos aumenten las tarifas o que los racionamientos se tornen insoportables. Han recurrido a subsidios generalizados e ineficientes, que benefician tanto a ricos como a pobres, aunque eso implique que no contaremos con recursos para comprar medicinas. Han apostado a que no podemos ver más allá de nuestras narices y ganaron la apuesta. Nos hemos olvidado de que lo que produce Patuca III no puede entregarse al sistema eléctrico por deficiencias en el sistema de transmisión, hemos sepultado en el olvido la construcción de la represa El Tablón, con lo cual hemos condenado a La Lima y a otras comunidades circunvecinas a ser inundadas reiteradamente. Todo esto porque en el mundo surreal de las artimañas ninguna noticia dura más que una semana y porque un escándalo reciente desplaza otro más antiguo. Hemos permitido que nos den atol con el dedo. En resumen, parece que hay pocas razones para ser optimistas, pero lo peor es que todo ocurre por nuestro desinterés, por nuestra indiferencia. Aprovechemos la llegada del nuevo año para comprometernos con la patria, participando en el diálogo nacional y haciendo escuchar nuestras voces. No permitamos el retorno de viejas tretas y de malas costumbres.