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No hay castigo, ni muro, ni ejército que pueda resolver crisis migratoria, según Premio Nobel de la Paz

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Tegucigalpa – Para el ex presidente costarricense Óscar Arias, Premio Nobel de la Paz en 1987, no hay castigo, ni muro, ni ejército que pueda resolver el problema migratorio, en una crítica contra las políticas de Estados Unidos para solucionar el fenómeno.
 

El ex mandatario tico hizo esas reflexiones en un artículo titulado “Crisis migratoria: oportunidad de redención”, publicado en el diario El País de España donde señala que el debate debe incluir una estrategia de cooperación internacional en la que Centroamérica sea más que un peón en la guerra contra las drogas y el narcotráfico.

Añade que el drama de decenas de miles de niños centroamericanos que han inundado las fronteras de Estados Unidos para escapar de la violencia y la pobreza en sus países, ha desatado en Washington un debate apasionado y amargo.

Sin embargo, y para su desdicha, la mayoría de los líderes estadounidenses insisten en desdeñar la verdadera lección de esta crisis. Los conservadores que se oponen a la solicitud de fondos de emergencia del presidente Obama lo critican por lidiar únicamente con los síntomas, y no con la raíz del problema, señala.

Arias considera que en parte tienen razón, pero en parte están muy, muy equivocados. Para ellos, la raíz del problema radica en una ley migratoria demasiado laxa, protecciones muy débiles y castigos que no son lo suficientemente severos. “Siguen sin entender que no hay castigo, ni muro, ni ejército que pueda resolver este problema”, cuestiona.

Agrega que muchas veces él ha dicho que la pobreza no necesita pasaporte para viajar. Algunos de esos niños reciben el apoyo de sus familias. Otros, realizan la travesía por cuenta propia.

El hecho de que estén dispuestos a exponer su vida en el infame tren de La Bestia, a través del territorio mexicano; el hecho de que asuman el riesgo de ser víctimas de violación y abuso, como muchos niños que han realizado el trayecto; el hecho de que acepten entregar sus posesiones, sus cuerpos y los ahorros de toda una vida a un coyote sin escrúpulos, demuestra que no hay nada que los pueda disuadir, recalca el ex gobernante costarricense.

¿Qué puede hacerles Estados Unidos que sea peor que lo que ya están sufriendo? ¿Y por qué incluso se plantea esta pregunta un país tan grande y poderoso?, se pregunta.

Apunta que la raíz del problema no está en las leyes migratorias de Estados Unidos o en las políticas que propone Obama, o cualquier otro presidente estadounidense, sino que está en la violencia y la pobreza que hace insufrible la vida de estos niños en sus hogares.

Agrega que la raíz se remonta a la “generación perdida”: los padres y abuelos de esos niños, que huyeron de Centroamérica durante las guerras civiles que aquejaron el istmo en la década de los ochenta.

En aquel entonces, dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, hicieron de la región centroamericana un campo de batalla para resolver sus disputas. “Querían convertir nuestros estudiantes en soldados. Ellos ponían las armas, nosotros poníamos los muertos”, acota.

Recuerda que cuando los líderes centroamericanos encontraron una manera pacífica de acabar con el conflicto, pensó que su logro sería recompensado con ayuda internacional y asistencia para acompañar la transición de la guerra hacia la paz; para ayudar a reincorporar a los jóvenes al sistema educativo, reentrenar a los soldados y reconstruir los lazos de familias devastadas. Sin embargo, una vez que cesaron las balas, se extinguió también el interés de las superpotencias.

“Hoy todos pagamos por igual el precio de esa oportunidad pérdida, tanto Estados Unidos como sus vecinos en el sur. En el triángulo norte de Centroamérica, los soldados han sido sustituidos por delincuentes, los guerrilleros son ahora pandilleros. La guerra en las calles remplazó a la guerra civil. Ya las madres no lloran porque sus hijos salen a combatir, sino porque sus hijos son víctimas de otro tipo de violencia o porque deben partir en busca de una vida mejor”, lamenta Arias.

Advierte que este ciclo de violencia no terminará hasta que no exista un compromiso de parte de quienes tienen la responsabilidad de abordar estos problemas antes de que estallen. Para las naciones centroamericanas, esto significa pedirle a los más adinerados que asuman su cuota en la solución. Es imperdonable que países tan pobres, y tan desiguales, tengan cargas tributarias que se encuentran entre las más bajas del mundo, por lo que de pedirse más a quienes tienen más.

Estados Unidos también tiene un papel que jugar, pues si continúa utilizando la ayuda que le promete a Centroamérica para apagar incendios forestales en su propio territorio, el infierno de pobreza e ignorancia continuará consumiendo esperanzas del otro lado de sus fronteras, cuestiona.

En ese sentido, opina que el debate actual debe incluir una estrategia de cooperación internacional en la que Centroamérica sea más que un peón en la guerra contra las drogas y el narcotráfico, una estrategia que busque reducir la pobreza y mejorar la educación como únicas vías para evitar una segunda generación perdida.

Señala que los programas de transferencias condicionadas, como el programa Avancemos que implementó en su segundo gobierno, son un ejemplo de una estrategia cuyo impacto podría aumentar exponencialmente con una pequeña contribución de parte de Estados Unidos.

Refiere que con solo 62 millones de dólares se le podría dar una beca a cada uno de los 52 mil jóvenes centroamericanos que han sido arrestados cruzando la frontera en lo que va del año.

Indica que mientras Obama solicita al Congreso tres mil 700 millones de dólares en fondos de emergencia para atender una ínfima fracción de los síntomas de este problema, es irracional descartar inversiones mucho más económicas y que podrían curar la enfermedad desde sus causas.

Ese nivel de cordura, sin embargo, es un desafío para un país donde algunas voces incluso claman por que se elimine toda la asistencia internacional que se le brinda a Centroamérica, estima.

Expresa que tal razonamiento es incorrecto en términos morales, éticos y pragmáticos, pues “esos niños son centroamericanos, pero también son americanos, en el sentido geográficamente acertado de la expresión: sus tragedias nos pertenecen a todos, incluyendo al país que es ícono de riqueza y oportunidad, al que acuden en medio de su desesperación”.

“Antes que nada, debemos recordar que se trata de menores de edad. No podemos volverles la cara. No podemos fallarles como les fallamos a sus padres y a sus abuelos. Si lo hacemos, su infierno será cada vez más nuestro infierno”, concluye el artículo de Arias.

Óscar Arias Sánchez, nació en Heredia, el 13 de septiembre de 1940, es abogado, economista, politólogo y empresario costarricense. Ex presidente de Costa Rica en dos períodos de 1986-1990 y 2006-2010

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