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“Morazán” y el cine hondureño

Por: Ernesto Gálvez
Tegucigalpa.- No hay duda que el cine hondureño ha dado un salto cualitativo con la película MORAZÁN, por las siguientes razones: primero porque los temas de esencia cultural han estado relegados al nivel de documentales, área donde ha habido resonantes triunfos; pero, películas, creo que Morazán se lleva todos los “óscares” hondureños.

 
Segundo, Los temas de entretenimiento también han logrado un buen posicionamiento ante el público; sin embargo, ese género no logra aportar a la formación cultural del pueblo que tanto lo necesita; es más, algunos de ellos más bien son distorsionadores de la cultura, cuando promueven la violencia, el odio, la brujería, es decir, las bajas pasiones humanas. Ejemplos los hay, pero lo dejo a que cada quien juzgue, de acuerdo a su lupa personal.
Pero volvamos a “Morazán”. Soberbia película con directores y actores hondureños, excepto el personaje principal. Me hubiese encantado que la película profundizara un poco más en las cualidades de estadista, pero sólo se enfocó en los últimos días de su vida, abordaje que se hizo con excelencia y brillantez.
 
La idea de su lucha por la unidad de Centroamérica quedó bien clara; su liderazgo como líder; la relación estrecha con su hijo, en particular, aunque no tanto con su esposa. Este es un tema que los directores lo manejaron con mucha elegancia y fineza, al presentar una faceta que muchos historiadores evitaron escribir: la pronunciada debilidad de Morazán por las mujeres.
 
Ello le da un toque de objetividad histórica y autenticidad humana, aspecto éste que la historiografía clásica no ha cumplido, seguramente debido a la militancia liberal del escritor que, no queriendo “ensuciar” la imagen del personaje histórico, prefieren relevar sólo lo positivo del actor principal, lo cual relativiza los acontecimientos. 
El manejo de las escenas emocionales están muy bien logradas en el momento cuando “Chico”, el hijo de Morazán, no pudo seguir escribiendo el testamento que su propio padre le dictaba, al igual que el abrazo final, previo a presentarse al patíbulo donde, él mismo dirige el pelotón de fusilamiento y, aún más, advierte que sigue vivo, como reclamando el remate.
 
Lo mismo ocurre cuando uno de sus amores femeninos le informa a Francisco Morazán, previo a su muerte, que está embarazada. La película, no sé si exagera, pasa desapercibida a doña Josefa, lo cual creo que la desfigura o, sencillamente, es lo que en efecto, ocurrió. Ese aspecto debería ser más estudiado por los especialistas.
La magia del cine hace sobresalir aspectos específicos que se pretende resaltar, tal como la hipocresía, la deslealtad o el destello de la belleza física de varios de los actores y actrices del reparto. También es impresionante la actuación de personajes que son encarnados por actores de nuestro entorno cotidiano como Tito Estrada, Eduardo Bahr, Mario Mejía, solo para mencionar a mis amigos y, por supuesto, la del actor colombiano que le tocó representar a Morazán. Con ello se garantizó una excelente dicción que, sin desentonar con el habla hondureña, benefició la calidad del papel principal.  
Sin ser un comentarista especializado en cine, considero que “Morazán” es la película que hace honor a la celebración del Bicentenario de la independencia centroamericana, acontecimiento que deberíamos poner en mayor relieve. Por ejemplo, dentro de los cuatro años que restan para el 2021, los cineastas deberían lanzar un nuevo proyecto de la talla de “Morazán” con la personalidad del más grande sabio que ha parido la región: José Cecilio del Valle, colocando escenarios de toda Centroamérica y  México; eso sí, el libreto debe ser trabajado con un grupo de historiadores que han trabajado la biografía de Valle que, gracias a Dios, todavía los tenemos y de los cuales no quisiera mencionar ningunos de ellos, pero la evidencia está en las librerías y bibliotecas.
 
Lástima haber perdido ya, a por lo menos, tres de ellos como Ramón Oquelí, Matías Funes, Edgardo Paz Barnica y otros más, de los cuales están sus libros publicados sobre el tema. Con Morazán podemos reafirmar las pioneras ideas del centroamericanismo; con Valle podemos confirmar también las pioneras ideas del panamericanismo, de tal forma que podemos ufanarnos de contar con los más prominentes prohombres de la historia de la región centroamericana a través del cine, ya que mediante los libros no lo hemos logrado con la suficiente contundencia.
Se me ocurre esta idea, tomando en cuenta que la industria del cine está tomando bastante fuerza y que los temas de la cultura nacional están siendo considerados por los promotores del cine que, debido a su estrecha relación con los intelectuales, está produciendo buenos dividendos culturales a la sociedad hondureña.
Esta dinámica sociocultural debe aprovecharse también para conformar una gran alianza para consensuar una iniciativa de Ley del Cine para Honduras, a fin de facilitar que todas las películas y documentales puedan ser postuladas e inscritos en los festivales internacionales de cine; de lo contrario, tendríamos que presentarlas a través de otros países que sí tienen ley de cine.

 

“Alta es la noche y Morazán vigila.

Invasores llenaron tu morada

Y te partieron como fruta muerta,

Y otros sellaron sobre tus espaldas

los dientes de una estirpe sanguinaria,

Y otros te saquearon en los puertos

cargando sangre sobre tus dolores.

¿Es hoy, ayer. Mañana? Tú lo sabes.

Hermanos, amanece. (Y Morazán vigila.)”

MORAZÁN (1842), PABLO NERUDA.

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