
Tegucigalpa, Honduras. Este 16 de agosto descubriremos si la fe que vive en los templos se siente cómoda en las calles. Veremos si la fe organizada tiene músculo político o si, como en las misas negras, su poder seguirá estando en lo que no se ve.
El próximo sábado no solo tendremos a pastores y sacerdotes compartiendo acera. Honduras será escenario de una postal poco común: las iglesias católica y evangélica, dos corrientes que no siempre han marchado en la misma dirección, caminarán juntas.
No es procesión, ni vigilia, ni culto. Es caminata por Honduras. Hasta aquí, todo parece una convocatoria ciudadana más… salvo por el trasfondo.
La narrativa de izquierda nos recuerda, con la solemnidad de quien cuenta un secreto a voces, que las iglesias siempre han tenido sus “misas negras” con “sectores oscuros del poder”. Reuniones discretas, acuerdos bajo techo, pactos bendecidos fuera de los vitrales públicos para decidir quién nos gobierna.
Al cierre del mes de julio, la candidata presidencial por el partido Libre, Rixi Moncada, habló en un foro matutino sobre una supuesta reunión realizada en La Ceiba entre sectores de la sociedad civil, como la ASJ, el embajador de Israel, el titular de la Confraternidad Evangélica, “alrededor de 200 0 300 pastores y de gente del sector evangélico para efectos de discutir las instrucciones de cómo iban a participar en la caminata”.
Dice Rixi que ella no cree que la humanidad pueda sobrevivir sin fe y que no hay ningún problema si las iglesias se mantienen en sus espacios, porque -según su pensar- no se debe opinar desde las cúpulas sobre temas político-electorales (tampoco creen que deban opinar los empresarios, a juzgar por las reacciones al barómetro electoral publicado esta semana por el Cohep). ¿Entonces, nadie -a excepción de ellos- puede hablar?
“Mantener un discurso separado y respetuoso”, mencionó. Como quien dice: quietitos y calladitos se ven más bonitos. O, lo que es lo mismo, ¡enciérrense en su fe!
“Siempre es compleja una reunión a 16 días de la caminata”, reflexionó en ese momento, y agregó que un tipo de reuniones de esa naturaleza no tendría por qué ser secreta.
La convocatoria conjunta podría ser el paso de las misas negras a las misas blancas: del murmullo en la sacristía a la claridad del mediodía; de la penumbra al reflector de las cámaras que seguirán cada pancarta y cada coro.
Un pacto a plena luz, frente al pueblo y frente a la prensa. Porque el contexto político que estamos viviendo así lo exige, porque es hora de demostrar que pueblo no solo es el que gobierna, que hay más pueblos, asociaciones, sectores, iglesias, empresarios, empleados, que también son dueños de las calles y que tienen voz, pero más voto y que este puede ser decisivo el 30-N.
La pregunta es si la luz atrae o espanta. ¿Será esta la marcha que llene calles y avenidas con fieles de ambas denominaciones marchando por la paz en el país? ¿O estará la sombra de los colectivos, debidamente entrenados, amedrentando y espantando de las calles al otro pueblo de la otra Honduras? ¿La ciudadanía saldrá a las calles o se encerrará en su fe?
Hasta no ver, no creer y no escribir.