spot_img

Migraciones climáticas, el nuevo desafío del país

Tegucigalpa – Uno de los efectos de los meteoros que impactarán en el corto plazo a Honduras, es el de las migraciones climáticas, mismas que se verán profundizadas tras la devastación de regiones en donde las bandas de Iota y Eta arrasaron con comunidades forzando a sus pobladores a buscar otros refugios más seguros para no ser víctimas del cambio climático.

Los impactos del cambio climático se han sentido con mayor intensidad ante la llegada de dos meteoros en quince días, en una nación centroamericana altamente vulnerable, desigual y con fuertes problemas de pobreza, que, de paso, ha sido impactada también por la emergencia sanitaria del coronavirus.

La elevación en los niveles del mar—como ocurre en la región de Cedeño y otras zonas del litoral atlántico—al igual que los huracanes o las sequías, son algunos de los impactos del cambio climático, que obligan a muchas personas a desplazarse de las zonas vulnerables como parte de las llamadas “migraciones climáticas”.

Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), las migraciones climáticas “comprenden el traslado de una persona o grupos de personas que, predominantemente por cambios repentinos o progresivos en el entorno debido a los efectos del cambio climático, están obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual, u optan por hacerlo, ya sea de forma temporal o permanente, dentro de un Estado o cruzando una frontera internacional”.

La elevación en los niveles del mar obligan a muchas personas a desplazarse de las zonas vulnerables como parte de las llamadas “migraciones climáticas”.

El fenómeno de las migraciones ha marcado también a Honduras, donde cientos de miles de hondureños han optado por migrar por diversos motivos entre ellos económicos, por el desempleo o huyendo de la inseguridad y la violencia. Los migrantes hondureños y sus remesas, son uno de los pilares que alimentan la ya débil economía hondureña.

A ello se suma ahora el componente del cambio climático, tras los golpes de Eta y Iota, dos tormentas tropicales que vaciaron tal cantidad de agua en el territorio hondureño que muchas zonas consideradas seguras, ahora son vulnerables e inundables y existen aldeas cuyos habitantes empiezan a contemplar la idea de marcharse de sus lugares.

Las primeras alertas

Uno de ellos es la comunidad de San José de Oriente, en Santa Bárbara, al occidente del país y una de las regiones más devastadas por la fuerza de los dos meteoros. Su aldea, pintoresca y dedicada a la caficultura y ganadería, fue sorprendida por la riada de los ríos y ante la conmoción de sus habitantes las aguas achocolatadas arrasaron con casas, plantaciones, enseres y todo lo que hallaron a su paso.

En sus relatos, los habitantes de San José de Oriente, indican que su fuerza de trabajo estaba ahí, en la siembra y cosecha de café, y que verían cómo podían recuperarse quizá yendo tierra arriba, porque la zona ya no era segura.

Luego, el paso de la tormenta tropical Iota, volvió a castigar a Santa Bárbara, esta vez hasta la cabecera departamental, además del severo golpe otorgado al principal motor económico del país en el valle de Sula, en donde se perdieron cultivos de caña de azúcar, granos básicos, palma africana, entre otras actividades del rubro productivo.

Los habitantes de San José de Oriente, indican que la zona ya no era segura.

San José de Oriente no solo fue el poblado sorpresa que enfrentaría la primera migración climática, se sumarían otras zonas del occidente del país, entre ellas aldeas de Belén Gualcho, en Ocotepeque, donde los deslizamientos de tierra, producto de la saturación de agua en los suelos por las bandas de lluvias de Eta y Iota, arrasaron con algunas fincas cultivadas, y la gente comenzó a evacuar e irse para otras zonas más seguras. La comunidad de La Reina, en Protección, Santa Bárbara también quedó literalmente sepultada tras el paso de Iota.

Lempira, Copán y Ocotepeque, son regiones también golpeadas, con mayor evidencia en tierra adentro, donde las posibilidades de auxilio o rescate se extinguen a causa de la lejanía y lo escabroso de los terrenos. Las migraciones climáticas serán más fuertes y silenciosas.

En el valle de Sula, muchas de las personas que habitan zonas como la Rivera Hernández, La Planeta, los Bajos de Choloma, Los Caraos, La Lima, entre otros, ya comienzan a hablar de migrar porque perdieron sus empleos, sus cosechas, las oportunidades, y algunos otros, la esperanza.

De esta suerte, el fenómeno migratorio se verá matizado por los efectos del cambio climático, unos, por el fenómeno de la inseguridad, violencia y el desplazamiento forzoso, otros, y por la decisión personal de irse, algunos, detallan los expertos.

Cambio climático y flujos migratorios

El calentamiento global obliga a decidir entre quedarse donde han vivido durante cientos de años o plantearse la posibilidad de salir.

En la actualidad los flujos migratorios se han complejizado. El calentamiento global y el cambio climático tienen efectos colaterales, que impactan directamente a comunidades enteras, que deben decidir entre quedarse donde han vivido durante cientos de años o plantearse la posibilidad de salir.

Así lo explica Erika Pires, de la Red Sudamericana para las Migraciones Ambientales, Resama, a periodistas centroamericanos en el marco de los ciclos de formación CAP sobre emergencias sanitarias, cambio climático y migraciones.

A su juicio, gran parte de la movilidad humana en el mundo tiene su origen en el impacto producido por las modificaciones del clima sobre los territorios, en los que ha aumentado la desertificación, la inseguridad alimentaria, las lluvias, la salinización del agua dulce y la acidez de los océanos. Además, se ha dado un incremento en la temperatura del agua que provoca que los peces migren, señaló Pires, y que los ecosistemas de alrededor se transformen drásticamente con la pérdida de fauna y flora.

Para el director del Instituto de Ciencias de la Tierra de la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Nabil Kawas, la cantidad de lluvia que ha caído sobre el país ha hecho que el 95 por ciento de los suelos se encuentren saturados y ello hace que, frente a nuevas lluvias, se produzcan derrumbes o deslizamientos. La población debe estar atenta frente a esas otras emergencias, apuntó.

Kawas es del criterio que el deterioro ambiental a que ha sido sometido el país tiene su impacto con la llegada de los fenómenos naturales, que ya no serán espaciados como había sido la tendencia, sino más cortos y frecuentes. Eta y Iota, son un ejemplo de ello, manifiesta.

El cambio climático, afirman los expertos, está provocando un incremento en la pobreza. Es un multiplicador de amenazas y genera inseguridad alimentaria. Las amenazas pueden ser naturales pero los desastres no lo son. Un evento climático puede o no convertirse en un desastre. Son las condiciones preexistentes de vulnerabilidad las que hacen que una amenaza pueda convertirse en un desastre, aseguran.

Por ahora, las migraciones climáticas entrarán a ser parte de los nuevos desafíos a enfrentar por el país, en especial ahora que se habla de la oportunidad de elaborar un nuevo plan de reconstrucción, en donde las comunidades golpeadas y las zonas vulnerables no pueden ser golpeadas. (PD)

spot_img
spot_img
spot_img

Noticias recientes

spot_img
spot_img