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Mientras el planeta se torna cada vez más caliente, la COP26 de Glasgow es calificada como un fracaso

Amy Goodman

“Salvaje aquí, incontrolable, La naturaleza reina y rige todo”

Estos versos pertenecen al poeta más famoso de Escocia, Robert Burns, y fueron escritos en 1787. Ojalá los delegados que asistieron a la COP26 —la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático que concluyó el sábado pasado en Glasgow— hubieran escuchado sus palabras. Las negociaciones terminaron con la aprobación de un documento denominado “Pacto Climático de Glasgow”, que muchos activistas contra el cambio climático califican de fracaso. Asad Rehman, miembro del movimiento COP26 Coalition, dijo a Democracy Now!: “[El acuerdo] debería haberse denominado ‘Pacto suicida de Glasgow’ para los más pobres del mundo. Porque no nos mantiene por debajo del umbral de 1,5 grados Celsius. De hecho, nos acerca a los tres grados Celsius. Logran meter tantas ambigüedades en este tipo de acuerdos, que las negociaciones sobre cambio climático terminan siendo una farsa”.

Un borrador inicial del acuerdo de la COP26 instaba por primera vez en la historia a “eliminar en forma gradual el uso del carbón y de los subsidios para los combustibles fósiles”. Pero los grandes países emisores de gases de efecto invernadero y los ejércitos de lobistas de la industria de los combustibles fósiles lograron suavizar, incluso, esa formulación. En su lugar, se llama a la “reducción progresiva del uso de carbón como fuente de energía y de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles”. Por lo tanto, se puede continuar con la quema del carbón, el combustible fósil más contaminante, con la promesa de que la polución resultante se “reducirá” con la captura y el almacenamiento de dióxido de carbono, un proceso cuya eficacia no ha sido probada. Y las mismas empresas de combustibles fósiles —que durante tanto tiempo han obtenido ganancias mientras sembraban información falsa sobre el cambio climático— continuarán disfrutando de generosos subsidios pagados por los contribuyentes.

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La joven activista filipina por la justicia climática Mitzi Jonelle Tan dijo a Democracy Now!: “Esta cumbre fue una traición. Y me resulta doloroso, porque sabemos que Filipinas es un país muy afectado por la crisis climática y que año tras año, mes tras mes, estamos sufriendo los impactos del cambio climático”. Filipinas —descrito como el país del mundo más vulnerable a las tormentas— se ha visto muy afectada por una sucesión de tifones especialmente destructivos, impulsados por el cambio climático, que han asolado el país durante la última década. “Todos los países deberían eliminar gradualmente la industria de los combustibles fósiles. Eso no solo incluye al carbón, sino también al petróleo y al gas, a los que Estados Unidos y el Reino Unido convenientemente retiraron del texto [del acuerdo final de la COP26]”, expresó Mitzi Jonelle Tan.

Activistas indígenas de la Amazonía, defensores de la tierra, también estuvieron en la cumbre climática de Glasgow. La Amazonía, la selva tropical más grande del mundo, es denominada “el pulmón del planeta” por el papel vital que desempeña en la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera. En conversación con Democracy Now!, Domingo Peas, líder indígena de la Nación Achuar, de la Amazonía ecuatoriana, expresó: “Tenemos que, primero, antes de transición ecológica, tenemos que hacer transición humana. Primero yo el cambio, mi forma de pensar, mi trabajo con corazón. A eso he venido, para invitar a la juventud, a las mujeres, a los profesionales, a todo el mundo, porque es hora de trabajar juntos. El camino es único”. Domingo continuó: “Nosotros, los indígenas de Perú y de Ecuador, las 30 naciones y pueblos, hemos definido ya basta de petróleo. Pero también, todos estos territorios, toda la zona verde, estamos hablando de 35 millones de hectáreas, que son zona intacta, que hay mucha biodiversidad, donde están seres vivos, que están ahí visibles e invisibles, que no hablan en este momento, no pueden hablar aquí, por eso estoy aquí, para hablar en nombre de ellos”.

Estados Unidos y los países europeos construyeron su enorme riqueza quemando carbón de manera desenfrenada durante más de siglo y medio, una forma barata pero contaminante de lograr el crecimiento. Estados Unidos sigue siendo el mayor emisor histórico de gases de efecto invernadero. Según datos de 2017, casi duplica el total de gases emitidos por China hasta la fecha. Mientras tanto, China es el mayor emisor de gases de efecto invernadero a nivel mundial en la actualidad.

En los últimos años, Estados Unidos, el Reino Unido y la mayoría de las naciones de la Unión Europea han podido disminuir su dependencia del carbón y se han orientado hacia el uso del petróleo, el gas extraído mediante “fracking” y las fuentes de energía renovables.

Los países pobres y en vías de desarrollo no han contribuido de manera significativa a la crisis climática, pero son los que más están sufriendo sus efectos. Para recuperarse de los desastres naturales, adaptarse al cambio climático y construir economías orientadas hacia un futuro sin emisiones de carbono, estos países necesitan dinero. Se esperaba que la COP26 cumpliera con la promesa hecha hace ya tiempo de brindar asistencia financiera para abordar estas necesidades, pero no fue así.

En la COP15 que tuvo lugar en la ciudad de Copenhague en 2009, Estados Unidos y otros países desarrollados prometieron aportar 100.000 millones de dólares anuales, desde 2020 hasta 2025, a los países en vías de desarrollo y a los más vulnerables a la crisis climática. Solo una pequeña parte de esos fondos se ha materializado, gran parte de ellos en forma de préstamos, no como ayuda para abordar la crisis climática. Mientras tanto, un consorcio de países africanos estimó recientemente que el verdadero costo para responder de manera efectiva al cambio climático implicaría alrededor de 1.3 billones de dólares por año. Los grandes emisores son los que deben pagar y Estados Unidos debe liderar ese camino.

Robert Burns murió en 1796, cuando la era del carbón estaba comenzando. La nueva Makar, o poeta nacional de Escocia, es Kathleen Jamie. Inspirada en el río Clyde, que atraviesa la ciudad de Glasgow, Jamie escribió esta semana un poema titulado “Lo que dijo el río Clyde después de la COP26”, que termina así:

“Soy un río, claro,

pero puedo tomar decisiones.

A partir de hoy, decido mantener a flote,

como a un pequeño barquito de papel,

las esperanzas de los jóvenes

que cantan en mi ribera,

con temor en sus ojos brillantes.

Así que escuchen esto:

¡si les fallan, se las verán con mi caudal!”.

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