Allá por 1994, después de publicar mis primeros reportajes en Diario La Tribuna, conocí personalmente al escritor Juan Ramón Martínez. Fue en uno de los pasillos de la sala de redacción.
Después de destacar algunas cosas buenas de mis trabajos, don Juan Ramón me dio varios consejos para mejorar, y con entusiasmo me aseguró que yo iba a ser un buen periodista. Hablaba con vehemencia y a veces, en medio de la emoción, me agarraba fuertemente el brazo.
Cada vez que él llegaba, yo lo buscaba para platicar. Era un gran conversador, contaba anécdotas de su amado Olanchito, así como de la historia hondureña y de los políticos. El problema no estaba en iniciar la plática; el rollo radicaba en ponerle fin, porque de repente uno se daba cuenta que iba una hora, dos horas…
Don Juan Ramón también me regaló libros, me recomendó otros y siempre que pudo destacó mis habilidades. Muchas veces fue duro en sus observaciones, pero las hacía como el padre que quiere ayudar a su hijo a mejorar.
Muchísimos años después, con la publicación de mis primeros libros, otra vez don Juan Ramón Martínez escribió algunos comentarios para animarme a seguir escribiendo. Al igual que en aquellas pláticas en los pasillos de La Tribuna, en sus observaciones había críticas y señalamientos.
Ocasionalmente nos comunicamos por WhatsApp. A pesar de que no lo veo con frecuencia, es una persona a la que le tengo mucho cariño -y agradecimiento-, mismo que quiero reiterarle hoy de manera pública.
PELIGROSO PARA LA DEMOCRACIA
A mitad de semana circuló la noticia del despido del licenciado Martínez como columnista de Diario La Tribuna por una mordaz columna titulada “Xiomara, la costumbre del ridículo”.
Aunque no comparto la totalidad de lo que escribió -entre ellas, algunas formas-, sí estoy de acuerdo en la mayoría de lo que don Juan Ramón planteó.
Más que la Presidenta, creo que fueron sus más cercanos colaboradores, entre ellos, su esposo, los que molestaron.
Y de allí se desencadenó lo que ya todos sabemos: el reclamo gubernamental (no sé si por llamada o por WhatApp), al dueño de La Tribuna y la decisión de este de decirle a uno de sus mejores columnistas “Hasta aquí llegamos”.
Haciendo a un lado el cariño que le tengo a don JR, como periodista, profesión que hace muchos años no ejerzo, considero que es peligroso para la democracia, para la libertad de expresión (y de prensa), que un gobierno reaccione de esta manera, molesto por un artículos (o muchos).
Aquí no se trata de que si a uno le cae bien equis personaje, si nos gusta su estilo de escribir, si es alto o chaparro, si es olimpista o motagüense, si es cachureco, ñurdo, liberal, ateo… De lo que hablamos es de derechos fundamentales para que la democracia persista.
Es curioso. Pero los que antes exigieron el respeto a las ideas, los que tanto hablaron de dictadura, son los que ahora recurren a métodos propios de regímenes totalitarios para silenciar a aquellos que les adversan.
Queda demostrado que no es lo mismo criticar todo como oposición, que recibir “palos” en el poder. Y aquí es donde el que gobierna, para ponerlo en buen hondureño, debe “apretarla”.
Pero uno ve, más que en doña Xiomara, de quien sigo creyendo que es una buena mujer, además de valiente, como lo demostró en los tiempos oscuros del golpe de Estado, en muchos ministros, en funcionarios de primera, segunda, tercera y cuarta categoría, en activistas, en Colectivos, una híper sensibilidad a la crítica.
Por eso es común ver a muchos de ellos, como gallinas furiosas, cacareando insultos en los foros, en sus redes sociales y en los medios de comunicación. La defensa (o ataque), siempre es el mismo: el que se opone es “narcocachureco”, mostacero, vendido, burgués (como si ellos no lo son), oligarca, imperialista y hasta pandillero, como le dijo el subgerente de Hondutel a Rasel Tomé.
Nadie, con un poco de inteligencia, puede aplaudir lo que le sucedió a don Juan Ramón Martínez.
UNA HONDURAS PARA TODOS DIVIDIDA
¡Cómo es de peligrosa la polarización! Al extremo que salpica hasta las actividades literarias. Entonces, alguien es buen escritor o poeta porque apoya al gobierno de turno (y recibe premios, fondos, invitaciones), y los otros solo escriben “basura”.
¿A qué viene todo esto?
A los comentarios de aquellos que sostienen que don JR es mal escritor “porque es conservador”. ¡Vaya criterio!
Tampoco estoy de acuerdo. Sus novelas sobre Ramón Amaya Amador (Biografía de un escritor) y Lucila Gaméro de Medina (Una mujer ante el espejo), son aportaciones importantes a la literatura hondureña y vale la pena leerlas. Como columnista, también se ha ganado su lugar gracias a sus análisis y aportaciones.
A inicios de este año leí -en el periódico que le acaba de dar el portazo- un bello relato titulado EL HOMBRE DE LA ESQUINA DEL BULEVAR. Me encantó, hice una captura y pensé en mandársela, pero entre tantas cosas, se me olvidó.
Lo que le acaba de suceder, sin embargo, no se me puede olvidar. Por eso quise escribir esta columna: para solidarizarme con don Juan Ramón Martínez y para pedirle a la Presidenta -a doña Xiomara, a la mujer aguerrida que se ganó nuestro respeto y nuestro corazón, cuando, asoleada, pero protegida por la sombra de la dignidad, desafió en la calles a aquellos que no solo apuntaban sus fusiles, sino que también los disparaban-, para que haga rectificar a sus subalternos.
¡Gracias, licenciado Juan Ramón Martínez por su apoyo de siempre! Que quede constancia de mi cariño y de mi solidaridad en estos tiempos en los que la oscuridad cubre los cielos de Honduras!