¿Medicinas para los pobres o dádivas para el gran capital?

Por: Luis Cosenza Jiménez

Ruego a los lectores que me disculpen por retomar el tema. No obstante, recientes publicaciones hechas por El Heraldo, así como información ahora disponible sobre la capacidad fotovoltaica instalada, y en vías de instalación, y del costo que todo esto implica para nosotros, me obligan a referirme nuevamente a este asunto.

Habiendo dicho eso, permítanme retornar a la pregunta planteada. Me imagino que a las estimadas lectoras la interrogante les parecerá absurda. Cualquier lector diría que debemos optar por invertir en medicinas para los pobres. Sin embargo, esa misma disyuntiva enfrentó esta Administración y la anterior y ambas eligieron otorgar canonjías al gran capital al decidir pagar precios exorbitantes por el suministro de energía fotovoltaica. Para que los lectores se percaten de la magnitud del obsequio, me permito adjuntar el mapa publicado por El Heraldo el 14 de agosto de 2015.

Carga fotovoltaica

El Heraldo ha calculado además las exenciones tributarias en más de trece mil millones de lempiras. Sin embargo, no se ha referido al costo adicional que anualmente pagará la ENEE por contratar energía fotovoltaica a precios descomunales. Permítanme ahora presentarles el costo anual adicional.

Resulta que para acomodar la energía fotovoltaica la ENEE deberá parar, o reducir, la generación en las centrales térmicas. Recordemos que, según un programa televisivo, en estos días el costo de generación usando búnker es de menos de seis centavos de dólar por kWh. Esa misma generación, cuando se compra a los generadores fotovoltaicos se pagará a dieciocho centavos, por los primeros 300 MW instalados, y quince centavos por los siguientes 300 MW (se calcula que a finales de agosto se había instalado 417 MW fotovoltaicos y que el total de los contratos firmados por la ENEE llega a 600 MW). Esto resulta en un costo adicional de doce centavos de dólar por kWh para los primeros 300 MW y de nueve centavos de dólar por kWh para los siguientes 300 MW. Según cifras de la ENEE, en 2015 comprará 467 GWh fotovoltaicos, lo cual al aplicarle el sobreprecio de $ 0.12/kWh, resulta en una ofrenda al gran capital de Lps 1,250 millones este año. A mi juicio, la cifra estimada por la ENEE es conservadora porque supone que solo comprará a los primeros 300 MW, cuando la realidad es que habrá 417 MW operando a finales de año. En todo caso, y respetando la cifra de la ENEE, este año le obsequiaremos más de mil doscientos millones de lempiras al gran capital.

Pero el problema empeora el próximo año. No me atrevo a pronosticar qué ocurrirá con los precios del petróleo, por lo que ruego a los lectores que me permitan suponer que permanecerá en los niveles que tiene ahora. Las tarifas fotovoltaicas subirán porque están indexadas al crecimiento de los precios en Estados Unidos. Pero ignoremos estos factores y hagamos los cálculos con los precios vigentes. Supongamos, sin embargo, que en 2016 habrá 600 MW fotovoltaicos operando durante siete horas diarias, y que la mitad vende a dieciocho, y la otra mitad a quince, centavos de dólar por kWh. Eso implica que por los primeros 300 MW pagaremos, en exceso, doce centavos de dólar por kWh, o sea Lps 2,050 millones adicionales, y otros Lps 1,530 millones adicionales por los siguientes 300 MW. En resumen, en 2016 probablemente paguemos un total de Lps 3,580 millones adicionales al gran capital. Piense usted, estimada lectora, cuanto bien se pudo haber hecho si esa suma, en lugar de otorgarla como dádiva al gran capital, la hubiéramos dedicado a la compra de medicinas. Lo peor es que, hasta que el precio del petróleo suba rápida y fuertemente, estaremos obsequiando una cifra similar año tras año hasta el final de los contratos (veinte años).

Hay quienes piensan que se trata de una batalla entre los “térmicos” y los “renovables”, pero eso es, simple y sencillamente, un sofisma. La realidad es que los “térmicos” rápidamente se percataron de los generosos beneficios que nuestros políticos le dispensaron a los “renovables” y ágilmente se dedicaron a construir proyectos de energía renovable. Para muestra, un botón. La empresa que puso a operar la primera central térmica en el país resulta ahora ser la gran beneficiaria de los contratos solares. Según cifras de la ENEE, a agosto ya tenía en operación 150 MW fotovoltaicos y cuenta con otro contrato para instalar otros 50 MW. Es decir, al final tendrá 200 MW fotovoltaicos, o sea dos veces y media la potencia de su central térmica. Lo mismo puede decirse del resto de los “térmicos”. Han invertido en hidroelectricidad, en biomasa, energía eólica y fotovoltaica. En efecto, han sabido valerse de la munificencia de nuestros políticos, quienes han usado la excusa del desarrollo de nuestros recursos renovables y el apoyo a los pequeños emprendedores para otorgar “incentivos”. Basta con recordar que el Presidente, ilegalmente, atrasó la publicación de la Ley General de la Industria Eléctrica, que exige licitaciones públicas para contratar nueva generación, a fin de que la ENEE pudiera contratar, de forma directa, los 600 MW fotovoltaicos a precios exorbitantes. Pregúntese, estimado lector, por qué se optó por no licitar. Vea nuevamente el mapa publicado por El Heraldo y note los precios obtenidos por otros países que sí han procedido a contratar por medio de licitación pública internacional.

Como he dicho en otras ocasiones, no se trata de oponerse al desarrollo de nuestros recursos renovables. Se trata, simplemente, de hacerlo de manera transparente, mediante licitación, para asegurar los mejores precios. Al final, me parece que lo ocurrido en nuestro país servirá para que los estudiosos analicen como no debe procederse para el desarrollo de los recursos renovables de una nación. Mi pronóstico es que en el mediano plazo la ENEE quebrará, víctima de pésimas contrataciones, la ineficiencia y la politiquería. Gracias a la caída de los precios de los tableros solares, los consumidores podremos autoabastecernos con energía fotovoltaica y por esa vía contar con energía eléctrica a precios razonables. Lamentablemente, el Estado deberá pagar los platos rotos y continuar honrando los contratos injustos y desmedidos. Infortunadamente eso significará que se continuará privilegiando los derechos del gran capital a expensas de nuestros pobres y que nuestros hospitales continuarán recetando el “no hay”.

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