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Más allá de la metástasis

Daniel Meza Palma, Exsecretario de Planificación, agosto 1984-enero1986

COVID19 desnudó las falencias del precario sistema de salud pública de Honduras. No es atenuante el pretendido argumento: “nadie estaba preparado para la pandemia”, después de haber gestado el mayor atraco continuado a una entidad de salud a partir de 2010. En el festín del sufrimiento de usuarios pacientes participan múltiples actores: abastecedores de medicamentos y equipos; licitaciones y compras amañadas; esquemas administrativos que facilitan empleos misceláneos; en fin, los aventajados suman activos a costa de la cada vez más deteriorada salud de los pacientes, pasivos que van acumulándose hasta convertirlos bajas colaterales a pesar de los esfuerzos de la gran mayoría de empleados de primera línea que trabajan con las ‘manos’.

Los actuales gobernantes obligados a mejorar los servicios de atención médica se escudan en un cántico desobligado que a fuerza de repetirlo revienta el tímpano de quienes lo oyen y pretenden buscar chivos expiatorios en ¨12 años de dictadura¨ sin visos ni compromiso de revertir la infortunada situación, mientras el número de decesos de pacientes por diversas causas continúan amontonándose en estadísticas de mortalidad que ni siquiera se dignan en registrar o publicar. Los éxitos alcanzados por Honduras en el área de salubridad pública están borrándose a ritmo acelerado.

Y como el cáncer que avanza a través de los vasos sanguíneos y va contaminando las partes sanas del cuerpo, la indolencia presente más allá de la salud va penetrando los tejidos de una sociedad que va adoptando sistemáticamente las características de la jungla. Y cada uno justifica su conducta selvática al hecho de que el ejemplo surge del pasado, pero lamentable es que sus consecuencias se conjugan en el presente.

Lo delicado del asunto, es que la condición metastásica de un desgobierno traslada los efectos a sociedades extranjeras que no están dispuestas a compartir la desidia de un vecino. La débil seguridad de Honduras está provocando reacciones en el campo migratorio que en lugar de escudarlo en un fementido ‘nacionalismo’ debe buscarse la forma de corregir sus entuertos.

Costa Rica empezó hace varias décadas poniendo en orden a sus altos funcionarios, de los tres poderes del Estado. Aquí, se pasa pendiente de las solicitudes de extradición que llegan de gobiernos extranjeros por no ejercer la ley como debe ser. Las leyes se hacen para aplicarlas y se supone que están previstas para establecer el orden y la armonía dentro de la sociedad. Las leyes no se formulan para disimular, desordenar, desarmonizar y desatar el temido odio distractor. Es asimétrico esperar que los afectados foráneos de nuestra desidia, no tomarán elementales medidas antes de que se perturbe su seguridad.

Cuando surgen individuos que, a fuerza de zalamerías, sus allegados los alientan a violar las leyes, y ellos se convencen a sí mismos que existe en el ambiente una condición sobrenatural que se ha introducido como metástasis en su cabeza, entonces del irrespeto a la ley pasan al siguiente nivel: la comisión de delitos de todo tipo en contra de la ciudadanía en general o en particular, extendiéndolo fuera de nuestras fronteras.

Para un redomado irrespetuoso de la ley, “el cielo es el límite” y consecuentemente nadie puede considerarse seguro o garantizado que estará exento de sus tropelías. En la aplicación sectaria de la ley (otro tipo de metástasis) se ha visto fortunas multimillonarias que han sido diezmadas, como parte de los designios de los ‘propietarios’ del poder. Y probablemente nunca se sabrá, qué destino tuvieron los activos del despojo, qué estados financieros fueron a engrosar, y tampoco, quiénes fueron los beneficiarios de tan inesperado premio.

De los efectos devastadores de las metástasis, no se escapa nadie. El cáncer no es trasmisible, pero es iluso esperar que países ‘hermanos’ están dispuestos a sufrir consecuencias que no les corresponde.  

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