París – El veterano centrista François Bayrou, de 73 años y más de cuatro décadas de vida política, uno de los artífices de la aventura que llevó a Emmanuel Macron al Elíseo en 2017, fue designado este viernes por el presidente como nuevo primer ministro con la misión de acabar con la fractura que paraliza al país.
Tras la fallida apuesta por Michel Barnier el ‘europeo’, Macron intenta ahora otra vía, Bayrou el centrista, el rural, una opción menos escorada a la derecha con la intención de atraer a componentes de la alianza de izquierdas, en particular los socialistas, con el objetivo de que estos tomen el relevo de la extrema derecha como sustento parlamentario necesario para el nuevo Ejecutivo.
Después de tres intentos de acceder al Elíseo, 2002, 2007 y 2012, y tras una alianza con Macron a partir de 2017, Bayrou logra su mayor función, después de haber sido dos veces ministro, diputado durante décadas, eurodiputado y cargo local, sobre todo alcalde de Pau, puesto que todavía ostenta en la ciudad que sirve de puerta para los Pirineos.
Aunque es un fiel macronista, por su experiencia y trayectoria a Bayrou se le atribuye un peso político propio que le permita tomar distancias con el Elíseo, algo que ya hizo incluso antes de su nombramiento.
Fue él quien primero acudió al despacho del presidente temprano por la mañana, alertado de que no sería el elegido para el puesto de primer ministro. Diversos medios relatan que mantuvo con el presidente un cara a cara subido de tono en el que llegó a amenazar con abandonar la alianza macronista, un pulso en el que acabó por doblar el brazo de Macron.
Bayrou, el sexto primer ministro de Macron y el cuarto de este convulso año político marcado por el adelanto de las legislativas a julio pasado, tendrá ahora que poner en práctica el ideario que lleva predicando desde hace décadas, el de superar barreras ideológicas, una receta más necesaria que nunca en la actual situación política del país, con un parlamento dividido en tres bloques hasta ahora irreconciliables.
«Soy consciente de que me enfrente a una montaña de dificultades, un Himalaya (…) pero estoy convencido de que existe un camino inédito, marcado por la voluntad de reconciliación para superarlo», aseguró el nuevo jefe del Gobierno en su toma de posesión en el Palacio de Matignon.
En los próximos días deberá nombrar un nuevo Ejecutivo, de cuya composición podrá entenderse las orientaciones con las que aspira a superar los tres meses que duró su antecesor en el cargo.
Hostilidad y exigencias
Su nombramiento fue recibido con clara hostilidad por parte de la izquierdista La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, cuyos responsables anunciaron que presentarán de forma inmediata una moción de censura.
Para ellos, Bayrou sigue siendo un continuador de las políticas de Macron y su nombramiento es ilegítimo porque fue la alianza de izquierdas (de la que LFI forma parte) la que ganó las legislativas de julio, una postura que también sostuvieron los ecologistas.
Pero a diferencia de lo que hicieron con Barnier, otros componentes de la alianza de izquierda, en particular socialistas y comunistas que, con sus 83 diputados entre ambos, parecen dispuestos a darle una oportunidad.
Ambos partidos aseguraron que no entrarán en su Ejecutivo, pero se comprometieron a no votar una moción de censura si se renuncia al apoyo de la extrema derecha, a no aprobar los presupuestos sin voto parlamentario y a introducir políticas sociales sobre pensiones, poder adquisitivo, justicia fiscal o medidas medioambientales.
Con ese respaldo, Bayrou podría obtener cierta estabilidad parlamentaria, a condición de que cuente también con los 47 votos de la derecha conservadora, que impone también sus condiciones, en muchos aspectos contrarias a las de los socialistas.
A esa difícil ecuación tendrá que responder Bayrou en los próximos días, con la prioridad de construir un presupuesto para 2025 que combata el déficit público, que este año superará el 6 % que París se ha comprometido con Bruselas en colocar en torno al 5 % el año próximo.
Su compromiso es hacerlo sin apoyarse tampoco en la extrema derecha, cuya líder, Marine Le Pen, le exigió que escuche a sus once millones de electores y le impuso las mismas condiciones que, dijo, no cumplió Barnier, lo que le llevó a votar la semana pasada la moción de censura junto a la izquierda. EFE