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Lucem et Sensu – EN UNA FIESTA SIN FESTIVIDAD

Julio Raudales

La Navidad es el domingo del año, la temporada en que como humanos,
detenemos el andar de nuestras acciones y rutinas para reflexionar sobre la
marcha; sobre lo bueno y lo malo surgido de las causas y azares.
Son días, al igual que los de la Pascua judía o el Ramadán de los musulmanes,
que suponemos meditativos. Estamos conmemorado el nacimiento de Jesús,
Dios hecho hombre, un hijo del hombre, como se refería Él a sí mismo con
suma insistencia.

Sin embargo, nosotros, los seres humanos a quienes Jesús vino a guiar,
estamos más preocupados por cosas muy distintas al reino que él predicaba.
Los que venden en vender, los que compran en comprar. Eso en sí no tiene
nada de malo. Tanto el comercio como la política surgieron allí donde no había
más que guerra, por tanto, ambos, no la guerra, también son una forma de
acercarnos a esa esencia que Jesucristo vino a proclamar.

El comercio pacificó las costumbres, introdujo formas de cortesía, dulcificó el
trato social Pero como escuché decir a un comentarista en la televisión, el 25
de diciembre debería ser declarado el día de Mercurio, dios del comercio según
la mitología romana y no el día del aparecimiento de Dios hecho hombre.
La política por su parte, es (o debería ser) en sí, la forma más deífica en que
el, por naturaleza egoísta Sapiens, resuelve la paradoja de la convivencia en
sociedad. Cristo vino a eso, a enseñarnos el camino de la humanización
mediante el comportamiento antihumano (anti animal), guiado por la
inteligencia en la observancia de sus mandamientos. “Ama al que te aborrece”,
“haz bien al que te maldice”.

Parecen acciones imposibles que, vistas desde una perspectiva inteligente, sin
duda ayudan a concretar la acción humana en la búsqueda de su desarrollo y,
por ende, de su plena felicidad. Eso último concuerda en un 100% con los
objetivos de la acción y el trabajo de los políticos.

En resumidas cuentas, y a despecho de lo que muchos críticos de la frivolidad
occidental piensan de la Navidad y sus parámetros axiológicos, la verdad es
que la temporada resalta en sí, una actividad -el comercio- que soslaya la
violencia, busca la unidad y nos hace más humanos. Y al final, si la actividad
comercial es tan importante para la paz, debemos concluir que su hermana
gemela, la política en tan necesaria como éste para alcanzar dicha paz que es
el valor cristiano por excelencia.

Para terminar con la idea, me atrevo a mencionar un pensamiento que para las
personas religiosas puede sonar como herejía: Estos días de recordación de la
venida al mundo de Jesucristo traen consigo una buena noticia: no es

necesario esperar al Mesías, al Cristo. El Mesías – si asumimos como válidos
los evangelios- es solo una posibilidad del Ser, cuando a través del
pensamiento convertido en espíritu buscamos la presencia de Dios (el Ser total
y absoluto) en la verdad parcial y simple de las cosas. Al fin y al cabo, Dios
hecho Hombre debe ser la forma en que lo trascendente se vuelve alcanzable
para la limitada capacidad de nuestros pensamientos.

Parafraseando al gran Baruch Spinoza, nunca accederemos a la totalidad
infinita, es cierto, pero a la vez, siempre tendremos la posibilidad de
comunicarnos con lo que Es y no solo con lo que Está. Un Ser que nunca
veremos en sí mismo, pero que se encuentra en la verdad, no solo de lo que
vemos, sino también de lo que no vemos.

Para decirlo con ejemplos: Nadie ve la milésima parte del átomo, pero esa
parte existe, es. Nadie conoce los universos del espacio infinito, pero existen:
son. Nadie ha visto ni verá a Dios en persona, pero al mismo tiempo lo vemos
a cada momento en sus representaciones, sean humanas o no.

Quizás esa y no otra, sea la reflexión que nos debe dejar la navidad, en
especial esta navidad, la de un año que nos ha desnudado en el absoluto de
nuestras carencias. Somos débiles sí. Aun estamos lejos de encontrar ese
equilibrio que nos permita construir un futuro amigable con el entorno, tanto el
físico como el natural y el humano, pero también estamos dotados de la
capacidad de hacer que esa relación funcione para nuestro bien.

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