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Los regímenes autoritarios son excluyentes

Roldán Duarte Maradiaga

Tegucigalpa. Para uno de los galardonados con el Premio Nobel de Economía 2024, James Robinson, “la economía y la ciencia política son indivisibles”, tal como pensaban algunos clásicos de esa disciplina.

Así, desde que Robinson “y su viejo amigo, el economista Daron Acemoglu, leyeron “El nacimiento del mundo occidental” (1978), escrito por Robert Paul Thomas y Douglas North, que logró el Premio Nobel de Economía de 1993, él y Acemoglu se persuadieron de que el libro mostraba “un análisis económico e histórico de los cambios institucionales que permitieron el surgimiento de Europa en la edad moderna.

“Nos convenció de que las instituciones habían sido el motor de la revolución industrial y el crecimiento económico en ese entonces”” (El País (1ª Edición) 22 Oct 2024).

Posiblemente de ahí nació el interés de Robinson por las instituciones, lo que le permitió recibir junto a Simón Johnson y Daron Acemoglu el Premio Nobel de Economía del 2024, “por su investigación sobre la importancia de las instituciones para generar prosperidad en las naciones” (Ídem).

Robinson ha explicado “que su obra también intenta mostrar que la herencia del colonialismo ha dificultado el desarrollo económico en algunos países, sobre todo en Latinoamérica y África, una idea que explica en obras como “Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza” (2012) y “El pasillo estrecho: Estados, sociedades y el destino de la libertad” (2020) (Ídem).

Refiriéndose a su trabajo de investigación, Robinson aclara que se ha centrado en el papel de las instituciones, porque ello le permite” estudiar y entender cómo se organizan las instituciones y cómo impactan en los resultados económicos. El problema con los enfoques más ordinarios de la economía es que intentan construir una disciplina separada de la historia y de la sociedad. No creo que esto sea posible. Por eso, mucho de nuestro trabajo es histórico y profundamente político. Incluso sociológico” (Ídem).

Para Robinson: “Los detalles institucionales cambian mucho en cada parte del mundo. En nuestro libro Por qué fracasan los países hacemos una división sencilla, centrada en la presencia de instituciones inclusivas o instituciones extractivas. Las inclusivas crean incentivos amplios y oportunidades para todas las personas por igual, mientras que las extractivas concentran los beneficios e incentivos en las manos de pocos. Muchos economistas dicen que el desarrollo viene del emprendimiento y la innovación, pero parte de los sueños, la creatividad y las aspiraciones de las personas. Para ser próspero hacen falta instituciones que puedan cultivar este talento” (Ídem).

Robinson agrega que, si “miramos a Estados Unidos, uno de los factores de su éxito es su habilidad para captar talento de otras partes del mundo. Elon Musk y Steve Jobs son ejemplo de esto. Sin embargo, puede ser difícil. No es sencillo incorporar de forma rápida a los millones de personas que cruzan el Mediterráneo. Una de las formas posibles es ayudarlos a desarrollarse para mejorar la situación terrible que se vive en sus propios países. No obstante, una de las mayores complicaciones es que las políticas recomendadas por las instituciones occidentales no están en sintonía con lo que ocurre en estos países (en desarrollo). En el Banco Mundial, por ejemplo, no se puede hablar de política ¿Cómo pretendemos que resuelvan problemas reales cuando no se puede hablar de ellos?” (Ídem).

El nobel de economía aborda también el tema de los “regímenes autoritarios que se presentan como alternativas a la democracia”. Para él: “Los países democráticos han demostrado que son mejores para administrar los servicios públicos y en lograr crecimiento rápido. Se puede encontrar ejemplos impresionantes como China entre los países autocráticos, pero no se puede lograr una economía inclusiva con un régimen autoritario y un modelo como el chino. Hay ejemplos como la Unión Soviética, que logró crecer muy rápido y lo mantuvo durante cincuenta años, pero la realidad es que por cada ejemplo de éxito hay cincuenta fracasos” (Ídem).

De esa manera “regímenes autoritarios, como Irán o Rusia, son increíblemente débiles económica y tecnológicamente. La economía no puede florecer en un régimen autoritario. El dinamismo tecnológico está concentrado hoy en un solo país [EE.UU.]. Sin embargo, hay que considerar que, con Donald Trump, las instituciones que han engrandecido a Estados Unidos están siendo muy cuestionadas. Esto podría afectar el contexto y es por lo que la Unión Europea y la OTAN son tan importantes” (Ídem).

En relación con el cuestionamiento si el populismo tiene “alguna relación con la pérdida de conexión entre los gobiernos y los ciudadanos”, Robinson ha respondido afirmativamente. Para él, “un ejemplo es Latinoamérica. La democracia prometía demasiado y no siempre cumplió. La vida de la gente no cambió y buscaron nuevas alternativas. El chavismo es un ejemplo. Venezuela se administraba de una manera totalmente corrupta y Hugo Chávez fue inteligente para aprovecharse. También se ve con Donald Trump, que ha llegado lejos porque se dio cuenta de que había un disgusto con la política tradicional. Los fallos de las instituciones democráticas son reales, y por eso hay que pensar cómo hacerlas más empáticas con lo que la gente necesita” (Ídem).

¿Cuál es la importancia de las instituciones para un país como Honduras? Del planteamiento de Robinsón se puede inferir que las instituciones inclusivas son esenciales para promover la equidad y el desarrollo en sociedades diversas. Sin embargo, pueden enfrentar varios desafíos que pueden llevar a su fracaso, especialmente en el contexto de Latinoamérica.

Por ejemplo, algunas de las condiciones que posibilitan ese tipo de fallas son las siguientes:

  1. Falta de Compromiso Político. Inestabilidad política: La falta de continuidad en las políticas públicas puede obstaculizar los esfuerzos de inclusión. Corrupción: La corrupción puede desviar recursos destinados a iniciativas inclusivas.
  2. Desigualdad Económica. Brechas económicas: La desigualdad en el acceso a recursos y oportunidades puede perpetuar la exclusión. Pobreza estructural: Las condiciones económicas desfavorables pueden limitar la capacidad de las instituciones para implementar programas inclusivos.
  3. Cultura y Normas Sociales. Prejuicios y estigmas: La discriminación basada en raza, género o discapacidad puede socavar los esfuerzos de inclusión. Resistencia al cambio: La falta de aceptación de nuevas ideas o políticas inclusivas puede generar oposición.
  4. Debilidad Institucional. Baja capacidad administrativa: Instituciones con escasos recursos y personal capacitado pueden tener dificultades para implementar políticas inclusivas efectivas. Falta de coordinación: La falta de colaboración entre diferentes niveles de gobierno y organizaciones puede llevar a esfuerzos fragmentados.
  5. Educación y Conciencia. Bajo nivel educativo: La falta de educación y concienciación sobre la importancia de la inclusión puede limitar la participación de la comunidad. Desinformación: La falta de información sobre derechos y oportunidades puede perpetuar la exclusión.
  6. Contexto Socioeconómico. Crisis económicas: Situaciones de crisis pueden llevar a la priorización de la estabilidad económica sobre la inclusión social. Desplazamiento forzado: Conflictos y violencia pueden generar poblaciones desplazadas que enfrentan barreras adicionales.

Resumiendo, el fracaso de las instituciones inclusivas en Latinoamérica puede ser el resultado de una combinación de factores políticos, económicos, sociales y culturales. Para superar estos desafíos, es fundamental implementar estrategias que fortalezcan el compromiso político, reduzcan la desigualdad y promuevan una cultura de inclusión y respeto.

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