Por: Daniel Meza Palma
Es un ejercicio casi enigmático entender cómo José Cecilio del Valle con sus estudios en la Universidad San Carlos de Borromeo de Guatemala, hace 200 años,
logró manejarse en 5 idiomas y mantener correspondencia entre otros con Alexander de Humbolt, Jeremías Bentham y Monsieur Julien, director de la Revue Encyclopedique. Unos 100 años después, Abel Gamero, residiendo en Danlí sostenía intercambio epistolar con Julio Verne.
Y seguramente, otros hondureños hicieron algo similar a Valle y Gamero y sólo sus descendientes o historiadores lo saben.
Uno puede asumir que gran parte del éxito de los inmigrantes que llegaron a Honduras desde inicios del siglo pasado, además de su vocación por los negocios fue el manejo de idiomas extranjeros lo que les facilitó las operaciones del comercio internacional y la creación de emporios económicos que sus descendientes administran hoy.
Aprender idiomas distintos de la lengua nativa permite, simultáneamente, conocer e identificarse con la cultura, la economía, la ciencia, la tecnología, el arte, la historia y las costumbres de los habitantes de numerosos países alrededor del mundo.
Manejarse en varios idiomas abre las oportunidades al desarrollo personal e intelectual de aquellos que destinan una porción de su tiempo, esfuerzo y disciplina, para aprender y desentrañar la lógica de las palabras, la gramática y hasta los refranes cuyo mensaje es similar en idiomas distintos, pero el uso de las palabras encierra la construcción de mentalidades diferentes, e incluso la cosmovisión de pueblos distintos.
Dominar diversos idiomas no tiene que utilizarse como un signo de arrogancia por parte de quienes disfrutan ese privilegio. Al contrario, es una manera de cultivar la humildad cuando se descubre que en la aldea global que conforma este planeta, existen unos 7,000 idiomas y dialectos. Y que hacerse entender en más de un idioma, es alentador, pero constituye una gota ante el mar diverso de idiomas que plantea la comunicación entre los humanos.
Hoy, con todas las facilidades que existen para aprender idiomas de forma cómoda y económica, no hay pretexto para dejar de incursionar en estudiar uno nuevo. Y la satisfacción de empezar a entender otra lengua, puede resultar similar a la de un bebé, cuando inicia el balbuceo de sus primeras palabras.