Los dictadores latinoamericanos preparan a sus herederos y ojo a Ortega-Murillo de Nicaragua

El Papa Francisco recibe en el Vaticano al presidente de Cuba, Miguel Diaz-Canel, su esposa, Lis Cuesta y a su hijo mayor Miguel Diaz-Canel Villanueva. (Foto Vaticano Media).

Por Alberto García Marrder, especial para “Proceso Digital“ y “La Tribuna” de Tegucigalpa y en San Pedro Sula, para “El País” de Honduras.

Sorprende ver que ante las crisis a que se enfrentan, las tres dictaduras latinoamericanas que llevan años en el poder, estén ya pensando en sus herederos. Y lo peor aún, que el Papa Francisco ayude a blanquearlas.

El Papa argentino, conocido por sus simpatías izquierdistas, acaba de ayudar a dar a conocer al heredero de la dictadura castrista de Cuba (de más de 60 años) al recibir en el Vaticano al “presidente” de la isla, Miguel Diaz-Canel, quien presentó por primera vez públicamente, a su heredero, Miguel Diaz-Canel Villanueva, de 30 años.

Falta por ver cómo se van a repartir el poder los herederos de Raúl Castro de 92 años y que es el que realmente manda en la isla y los de Diaz-Canel, que es ahora un presidente “títere” y tiene 63 años. De profesión ingeniero, fue seleccionado personalmente por Raúl Castro, a quien consulta “los casos estratégicos”.

Los gobiernos de Nicaragua y Venezuela son manejados con mano fuerte y autoritaria, en ambos reina el nepotismo.

En Caracas, el dictador y heredero de Hugo Chávez (murió en 2013 a los 59 años), Nicolas Maduro, de 60 años, viene preparando a “ Nicolasito” desde hace años

Nicolás Maduro Guerra («Nicolasito), el único hijo de Nicolas Maduro, presidente de Venezuela.

Nicolas Maduro Guerra, de 33 años, acompañó recientemente a su padre a Pekín (a lo de siempre, a pedir más dinero e inversiones) y es diputado de la Asamblea Legislativa Bolivariana.

El único hijo de Maduro ha protagonizado varios escándalos, especialmente de corrupción. El diario “El Mundo” de Madrid, en una crónica de Daniel Lozano, menciona que “Nicolasito” compra oro a bajo precio a los mineros del estado de Bolívar, a través de las mafias. Y luego lo revende con sobre precio al Banco Central de Venezuela, según el general Cristopher Figuera, ex director del Servicio de Inteligencia Bolivariano.

Y en Nicaragua, a pesar que países vecinos quieren “blanquear” esa dictadura, va camino de ser la peor de las tres de América Latina.  Y existe actualmente una “complicidad del silencio” de lo que pasa en ese país, alegando una supuesta neutralidad y no interferencia.  Si es notable que dos países gobernados por dirigentes de izquierda, Colombia y Chile, se opongan públicamente a la dictadura nicaragüense.

Daniel Ortega y Rosario Murillo, presidente y vicepresidenta de Nicaragua.

En represalia, un furioso Ortega ha llamado “basura” al presidente colombiano Gustavo Petro y “Pinochito” al chileno, Gabriel Boric.

Por el contrario, ningún dirigente del resto de los cuatro  países centroamericanos ha denunciado la falta de respeto de los derechos en Nicaragua.  Y si se han abstenido en organismos internacionales cuando se votan las denuncias.

El matrimonio de Daniel Ortega y Rosario Murillo domina  completamente a Nicaragua y están erradicando todo rastro de la Iglesia Católica. Encima, confiscando sus propiedades, como la Universidad Centroamericana , jesuita, acusada de ser “un centro de terrorismo”.

También tienen aún preso al Obispo Raúl Álvarez, condenado a 26 años de cárcel, simplemente por ofrecer su iglesia a opositores perseguidos por la policía. ¿Y el Papa Francisco que dice sobre su obispo?. Por ahora, silencio…

Pero, esencialmente, por haber provocado la furia de Ortega al negarse el obispo a salir del país, junto a otros 222 presos políticos expulsados en febrero pasado, tras haber perdido estos sus bienes y hasta su nacionalidad.   

Ortega, de 76 años y ex guerrillero sandinista anti-somocista, lleva ya cuatro mandatos (tres consecutivos) en el poder, gracias a unas elecciones irregulares y la oposición en la cárcel. Pero la que realmente gobierna es su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo (71), con la ayuda de poderes sobrenaturales y amuletos  (collares y pulseras). A los opositores suele llamarles “vende patria” e “hijos de perros capitalistas”.

Caricatura de Rosario Murillo, el poder detrás del trono.(El Confidencial).

La oposición se burla de ella, aunque le teme, llamándole “una bruja sin escoba”. Una opositora muy activa en el extranjero es Bianca Jagger, nicaragüense de nacimiento y exesposa (1971-1978) de Mick Jagger, del grupo musical británico “Rolling Stones”.

No hay que olvidar que Murillo (casada tres veces y madre de siete hijos con Ortega) prefirió defender a su marido e ignorar las denuncias de Zoilamérica, su primera hija con su primer marido. Esta acusó a su padrastro, Daniel Ortega, de haber abusado de ella sexualmente, desde los nueve años. (Ella vive ahora exiliada en Costa Rica, tras ser acusada por su madre de ser una “mal agradecida”).

La familia Ortega-Murillo controla al país con el apoyo de los militares y la policía. Todos los hijos de Ortega y Murillo están colocados en las empresas estatales y, especialmente, en los canales de televisión y emisoras de radio. La familia domina totalmente los medios de comunicación.

Pero hay uno, el mayor, Laureano Ortega (que ha olvidado sus sueños de ser un tenor de ópera) y que empieza a brillar y podría ser el heredero futuro de esta brutal dictadura familiar.

Laureano Ortega Murrillo, el aparente heredero de la dictadura familiar de Nicaragua, en una reunión oficial en Pekín con un dirigente chino.

Acaba de estar en Pekín, firmando en nombre de su país, acuerdos de libre comercio (después de romper con Taiwán). Es ya casi un “canciller” de Nicaragua en el aspecto internacional.

Nicaragua depende de China y Rusia para mantener su angustiosa economía, agobiada por las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.

Laureano Ortega Murillo. (Foto Getty Images).

Si Laureano Ortega (de 41 años) es finalmente el heredero (como lo parece), tendrá que lidiar primero con su madre, que también aspira a serlo. Ya lo es en la práctica, pero querrá que se le reconozca oficialmente.

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