No es casual entonces, que%26nbsp; las octavas Jornadas Hispano-Hondureñas de Periodismo, aborden los retos a los que se enfrenta la sociedad internacional actual y el papel de la prensa en este contexto.
He seguido con sumo interés, como en las otras ocasiones, los temas que abordan estas Jornadas, en un afán por refrescar los conocimientos periodísticos y recordarnos que Honduras no es una isla, sino un país en movimiento en un ámbito global, en donde la época del hacendado, los capataces y la hacienda, quedaron atrás. El país enfrenta muchos desafíos y el periodismo hondureño no puede abstraerse de ellos.
Uno de esos desafíos es el ejercicio de la ética, aplicada a la política, a la economía y al Periodismo, última sobre la cual los organizadores me han dado la inmerecida tarea de abordar, en el caso del periodismo hondureño.
Pero antes, quiero compartir con ustedes fragmentos de un escrito de Bernardo Kliksberg, experto en temas de pobreza y asesor de las Naciones Unidas, quien al referirse a la crisis financiera mundial, como una expresión de la decadencia en que ha entrado el llamado “capitalismo de casino” o de especulación, habla de la necesidad de impulsar una especie de “tsunami ético”.
Para Kliksberg, la crisis financiera que se vive actualmente, y de la cual, nosotros no estaremos exentos, aunque estemos en la cola del mundo, se debe precisamente, al craso error de expulsar la ética de la economía.
Y recuerda: Ya Adán Smith, el padre de la economía clásica, había advertido, varios siglos atrás, que los mercados debían estar regidos por valores éticos como la honradez, la prudencia, la transparencia y la confianza mutua. De lo contrario, podrían funcionar muy mal. Vacíos éticos profundos, son los que están ahora, en la base de las crisis en desarrollo.
¿Ven, cómo la ética sí importa? No es extraño entonces que en el ejercicio del periodismo, se resalte sobre su importancia al momento de informar. Javier Darío Restrepo, periodista colombiano y todo un maestro de la ética en el periodismo latinoamericano, es del criterio que: “mientras el médico construye su ética alrededor de la vida y el abogado en torno a la justicia, el periodista lo hace sobre la base de la verdad. Los demás valores están subordinados a ella”.
Para Restrepo, verdad significa también responsabilidad y, sobre todo, servicio. Sin el otro, sin el lector, sin el oyente o el televidente, hasta el periodismo más alto pierde su razón de ser.
La ética en el periodismo hondureño
En el caso de Honduras, hablar de ética periodística no es algo fácil. Pareciera que la sola mención obliga a tomar trincheras y posiciones. Los buenos contra los malos,
Todos, de alguna manera, nos consideramos “padres de la ética” y en el periodismo, ni hablar. Todos somos tan éticos y correctos, que en su nombre y abuso, pareciera que tenemos carta blanca para: denigrar, deslegitimar, difamar, juzgar, condenar, asaltar, corromper, chantajear, distorsionar y hasta desinformar. Nada más alejado de lo que es la ética y la verdad.
No es fácil, repito, hablar de ética en el periodismo hondureño. Pero sí podemos- en este espacio- encontrar parámetros que nos acerquen para centrar un debate y una discusión pendiente, que desde el ámbito académico y profesional, permitan hallar avenidas orientadas al rescate ético y profesional del periodismo.
Uno de esos parámetros es aquel que manifiesta que así como las revoluciones no se producen por decretos, la ética tampoco es una imposición legal. La ética es una opción de vida, un compromiso consigo mismo, y en el caso del Periodismo, es una brújula, una especie de guía que acompaña a los periodistas para orientarlos a que no pierdan su camino cuando se enfrenten a sus dilemas éticos, mismos que se dan todos los días, y no son fáciles de sortear.
Ser un periodista ético, es ser un periodista profesional y responsable. El periodista ético será también un periodista técnico. La ética y la técnica son indisolubles en el periodismo, es algo así como el zumbido y el moscardón, parafraseando al laureado periodista colombiano, Gabriel García Márquez.
Considero que éste parámetro puede ser un buen punto de partida para hablar de ética en el periodismo hondureño y los desafíos que ello conlleva. No obstante, me gustaría hacer un breve repaso de la calidad del periodismo hondureño y su profesionalismo en las últimas décadas. La calidad está vinculada precisamente al tipo de periodismo profesional y responsable que debe efectuar un comunicador social ético.
La historia hondureña no registra muchos datos acerca del tipo de periodismo que caracterizaba el país después de la época de la colonia, pero se deduce, de los pocos escritos que han caído en mis manos, que en el siglo 19, el país se caracterizaba por tener un periodismo político-partidario, caracterizado por la sátira, la grandilocuencia en la escritura y en cierta forma, un debate de las ideas.
A mediados del siglo XX, surge la prensa con visión empresarial, en los llamados medios de comunicación de masas, caracterizado por un periodismo muy autodidacta, con personajes muy destacados que nuevamente, al margen de sus posiciones e ideologías, centraban sus pensamientos en el debate de las ideas.
Es a partir de los años 70, que Honduras comienza a incursionar en el llamado periodismo profesional con egresados universitarios, que junto a los periodistas autodidactas, marcaron hitos en el periodismo y la democracia de la que hoy nos congratulamos. Para algunos historiadores, en la primera mitad del siglo pasado, el periodismo hondureño estuvo marcado por varios momentos “de gloria”, donde nuevamente se impuso el debate de las ideas.
En la década de los ochenta, en plena guerra fría y confrontación ideológica, el periodismo hondureño vivió quizá sus mayores dilemas éticos en el manejo de la información, pero aún así, se respetó el debate de las ideas; fue precisamente ese papel de confrontar la información, de la búsqueda de fuentes y las experiencias dejadas por la prensa internacional que cubría la guerra en Centroamérica, lo que permitió a la prensa hondureña mantener altos niveles de calidad periodística y ser un actor fundamental en el registro histórico de la época de las violaciones a los derechos humanos como política de Estado.
Muchas vidas se salvaron por ese tipo de periodismo y muchos colegas optaron por la ética periodística como norma en la conducción y manejo de la información. Los periodistas de esa época, muchos de ellos hoy en la conducción de grandes medios y otros en la docencia y el ejercicio privado de la profesión, nos deben, a nosotros, al país, y a la sociedad en general, las memorias de esa época y sus dilemas éticos profesionales.
Pero no podemos decir lo mismo en los años noventa y lo que llevamos del presente nuevo siglo y milenio. La ética en el periodismo parece haber sufrido un revés, al entrar en vigor la economía de mercado y el neoliberalismo, sin mayor espacio al debate de las ideas.
Y no es que el mercado y el capital sean malos, pero precisamente por expulsar la ética de las normas y políticas públicas, de las regulaciones, de la responsabilidad social empresarial, es que vivimos hoy estos tiempos de crisis financiera e inequidad social. Adán Smith no estaba tan equivocado.
En el periodismo hondureño, con raras excepciones,%26nbsp; difícilmente se puede hablar del ejercicio de un periodismo ético. Muchos de los ejemplos que desde la academia nos decían que no deberíamos hacer los periodistas, hoy día parecen ser la norma. Los casos abundan.
El periodismo de las ideas parece haber sido sustituido por el periodismo de las “campañas”, de las consignas, de las contrarreformas, de lo bufo, de lo ligero y de la espectacularidad. Los medios de comunicación y sus propietarios lo saben, pero eso parece no tener, por ahora, la mayor importancia. Siguen, como en una isla, encerrados creyendo que los cambios a ellos no les afectarán. Quizá desconocen, por conveniencia o por falta de acceso a la información, que Honduras es ahora parte de la aldea global.
Las últimas encuestas de percepción sobre la credibilidad de los medios de comunicación, todavía dan a éstos el beneficio de la duda. Aparecen en el cuarto lugar, con índices de confianza, después de las iglesias y los militares, últimos que tras una caída impresionante, han logrado recuperarse con cierto nivel de satisfacción.
En el caso del periodismo, esa credibilidad es buena para la prensa y para la democracia. Otorga esperanzas sobre el deber ser del periodismo, en contraste con el periodismo que se hace habitualmente.
Pero esa credibilidad tiene sus riesgos y estos pasan por el manejo ético de la información. Estudios recientes identifican, de momento, tres temas en los cuales la credibilidad y la ética del periodismo hondureño penden sobre un hilo: las relaciones prensa-poder, la corrupción y el tema de la inseguridad y la violencia.
En las relaciones prensa-poder, el manejo ético de la información ha sido distorsionado. Las distancias y el respeto que los periodistas deben mantener con los gobiernos u otros grupos de poder, parecen haber culminado en maridaje o en un “amantísimo romance”. El deterioro ético es tal, que hoy día parece normal que un Presidente ofrezca, públicamente, dinero a un periodista para comprar su silencio para no ahondar más en una investigación.
Nunca, en mis 20 años de ejercicio periodístico, había registrado un caso semejante. Pero más me asombra, el silencio que ante una ofensa de esta naturaleza, mantiene el gremio periodístico, la academia y la sociedad, en general. La solidaridad, otro de los valores que acompaña al Periodismo, parece que también está de capa caída en el periodismo hondureño, para ser sustituida por el censor interno en que a veces nos convertimos nosotros mismos.
¿Tan mal estamos los periodistas que permitimos ese tipo de irrespetos, o tan mal está el país, que es mejor la teoría del sálvese quien pueda? Dejo esa inquietud para reflexionar. A mi juicio, un gobernante o funcionario que irrespeta a la prensa, irrespeta también a la sociedad; y del otro lado, un periodista que chantajea a un gobernante o funcionario, traiciona su razón de ser periodista y su compromiso con la verdad.
Recientemente una colega, con un gran prestigio profesional, fue víctima del censor interno que existe, subsiste y pervive en los medios de comunicación. Ella, experimentó algo así como una especie de “censura sutil”, esta vez, procedente de la casa, pero no por ello menos efectiva y directa. Si bien un medio está en su derecho de contratar y despedir a quien quiera, los mecanismos utilizados para concretar la acción, son los que han generado la polémica, pero no así el debate.
Este es un caso interesante a analizar en el marco precisamente de las relaciones prensa-poder, ética, periodismo y respeto.
Ética, periodismo y corrupción: Es una de las áreas más sensibles al momento de abordar la ética en el periodismo, con mucha facilidad, un periodista que no tiene sustentados sus valores éticos y de responsabilidad frente al ejercicio de su profesión, puede sucumbir a la tentación de ceder a la “venta de la información” mediante la privatización de la palabra. Entiéndase privatización de la palabra no solo como el soborno o la paga, sino también todo aquello que conlleve el periodismo de “evasión”, o mejor dicho, el periodismo que ignora y da la espalda a la realidad y los procesos sociales.
Es en esta área tan sensitiva como en cualquier otra a la que nos enfrentemos, en donde el comunicador social tendrá ante así un dilema ético y el camino se le partirá en dos: O escoge el de un periodismo fácil, de burbujas, riquezas, adulaciones y sin mayores complicaciones; u opta por el camino de un periodismo de alto riesgo que conlleva ejercer su profesión con dignidad, con responsabilidad y profesionalismo. No es que el periodista esté condenado a vivir mal, como muchos quisieran o suponen; no, es que viva como diría nuestro pensador hondureño, Alfonso Guillén Zelaya, en su escrito “Lo Esencial”: con la dignidad de su trabajo.
Pero hay algo que se debe señalar: La corrupción en la prensa pasa también por los malos salarios que se paga a los periodistas, y en tanto esto persista, el abanico para la existencia de la prensa tarifada será cada vez más amplio en detrimento de la ética y del periodismo.
Ética, periodismo, inseguridad y violencia: Si el ejercicio ético del periodismo aplicado al ámbito de la corrupción es vulnerable, en lo relativo a la violencia y la inseguridad, el tema de la ética y el periodismo se vuelve extremadamente frágil. En el manejo ético de las noticias, con facilidad se cae en la estigmatización, la discriminación, el juzgamiento, la condena, y no digamos el morbo, el sensacionalismo y la espectacularidad, por decir algo. Pero también entra un elemento paralizante para el periodista: “la ética del miedo” frente a determinados temas como el narcotráfico y el crimen organizado, por citar un ejemplo. Ahí tendrá también un dilema ético y un camino por tomar. No hay recetas válidas, solo posibles opciones u salidas.
La ética en el periodismo en el área de inseguridad y violencia pasa también por el manejo de la fotografía, los titulares y las primeras planas, además del contenido. ¿Es ético acaso mostrar las partes íntimas de una mujer asesinada, en portada, por ser de extracto humilde, solo por vender más y tener mayor circulación? ¿Aplicaríamos ese mismo “criterio ético”, si la asesinada fuera la hija de un Presidente, un funcionario, un político, un amigo del medio o un pariente del periodista?
Esos son dilemas a enfrentar, porque la idea no es que el periodista minimice el hecho o no lo cubra; al contrario, el desafío está en cómo se informa y cómo lo hace mejor. Eso pasa también por la ética.
Al abordar estos tres grandes temas, el propósito es llamar a la reflexión, porque están vinculados con el diario vivir y los procesos sociales y de construcción de ciudadanía con que nos enfrentamos en el ejercicio de nuestra profesión los periodistas y el periodismo hondureño.
Se preguntarán ¿por qué? Y les diré: porque necesitamos rescatar y volver al debate de las ideas. Y quiero citar aquí una metáfora que encontré en el libro “El Zumbido y el Moscardón”, de Javier Darío Restrepo, que inicia así:
Un hombre perdió la vista a los cuatro años y la recuperó a los 40 gracias a un trasplante de células madre que activó su sentido de la vista. Sin embargo, ocurrió algo imprevisible: terminó siendo vidente y ciego a la vez porque su cerebro no lograba procesar la información que le transmitían sus ojos recién recuperados. Según la crónica, publicada en una revista científica, aquél hombre llegó a echar de menos sus largos años de oscuridad ante la pesadilla que llegó a ser para él ver y no entender. Lo anterior es una figura de lo que sucede a la sociedad cuyos periodistas no han asumido su función de hacer entender. No basta con contar lo que pasó, tenemos que hacernos entender.
En el marco de estas Jornadas de Periodismo, y en el tema que hoy nos convoca, quiero concluir exhortando a los colegas periodistas, a los medios de comunicación, a los gremios de prensa, a la academia y la sociedad en general, a comenzar a entendernos para devolver al Periodismo su deber ser, donde la ética, al igual que la estrella de Belém que guió a los Tres Reyes Magos hacia el Niño Dios, sea para nosotros, la brújula que nos oriente para no perder el camino en la práctica del mejor oficio del mundo: El Periodismo.
El reto lo lanzó hace unos años el Colegio de Periodistas, con su propuesta de “moralización del periodismo”, impulsado precisamente por ese deterioro ético que vivimos. Rescatemos lo bueno que hay ahí, que más que moralizante, debe ser de profesionalización del periodismo, por aquello de que vivimos en un Estado laico. Yo soy, una defensora del laicismo.
Muchas Gracias!!!