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Los albergues para familias, un oasis antes de encarar el proceso migratorio

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Tucson (EEUU) – Albergues como el de Casa Alitas, en Tucson (Arizona), se presenta para las familias inmigrantes que han pedido asilo político como un oasis en el que descansar tras cruzar el desierto mexicano y encarar el inhóspito sistema migratorio estadounidense.

Las paredes de este albergue reflejan esa paz, llenas de coloridos dibujos realizados por niños inmigrantes que han encontrado en este lugar un refugio, un lugar donde descansar y jugar después de la traumática experiencia de recorrer un largo y peligroso camino hasta la frontera.

También hay juguetes y muñecos de peluche que dan la bienvenida a estas familias migrantes que llegan a sus puertas después de haber sido liberadas por el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) tras haber sido procesadas y pasar su primera entrevista de miedo creíble en el puerto de entrada, el primer paso para solicitar asilo.

El lugar está adornado con banderas de México, Guatemala, El Salvador y Honduras, los países de los que proviene la gran mayoría de las familias inmigrantes.

«Estamos frente a una crisis humanitaria, a nuestra frontera siguen llegando familias huyendo de la violencia y no podemos simplemente cerrar la puerta», dice a Efe Ali Hofer, una de las encargadas del albergue, establecido en 2014 en repuesta a la primera oleada de menores no acompañados que llegaron a la frontera.

De acuerdo a las más recientes cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), durante el presente año fiscal 2018, que comenzó en octubre de 2017, se han presentado 96.236 personas en los puertos de entrada a lo largo de la frontera, la gran mayoría para pedir asilo político.

El albergue es un lugar de paso, donde las familias se quedan solo unas horas o unos cuantos días, dependiendo de las circunstancias, después de que hayan tenido que esperar incluso más de una semana junto a la garita esperando su turno.

La risa de niños jugando fútbol en el patio se puede escuchar por toda la casa. Algunos no hablan el mismo idioma, pero se comunican en el idioma universal que trasmite el patear una pelota.

En Casa Alitas, los migrantes reciben comida, un lugar donde dormir, ropa limpia y les facilitan la comunicación con sus familiares, e incluso les ayudan a comprar un boleto de autobús o de avión que los lleve hasta su destino final.

A este albergue de cuatro habitaciones, operado por Caridades Comunitarias Católicas del Sur de Arizona, que depende en gran medida de donaciones, llegó Estela Carranza, inmigrante mexicana junto con sus hijos: Felipe, de 8 años, y Teresa, de 6.

La madre se considera «afortunada» y «bendecida» porque logró entrar a Estados Unidos después de presentarse en el puerto de entrada en Nogales (Arizona), donde pidió asilo político alegando que su vida «corría peligro».

«Nos habían sentenciado a muerte, destruyeron mi hogar, mi negocio, nos amenazaron con armas, si me quedaba otro día mas no sé qué hubiera pasado», dice la michoacana, cuya familia fue blanco de criminales después de que su hija de 15 años fuera asesinada y ella denunciara los hechos ante las autoridades.

Y el camino no fue nada fácil. Su hijo celebró su octavo cumpleaños en una de celda de detención de la Patrulla Fronteriza estadounidense y debieron permanecer tres días en la calle para poder solicitar asilo político.

«Tuve suerte, hay gente que llegó antes que yo y todavía se quedaron esperando», dice Carranza al recordar que cerca de ochenta familias actualmente esperan por su oportunidad junto a la garita de entrada en Nogales.

La mexicana dijo haber escuchado sobre la política de «tolerancia cero» del Gobierno del Presidente Trump contra la inmigración indocumentada y que supuso inicialmente la separación de sus padres de unos 3.000 menores.

La mujer, de 44 años, tenía un miedo terrible de que la pudieran separar de sus hijos, explica con voz baja y entrecortada por las lágrimas.

Pero fueron puestos en libertad y a ella le colocaron un localizador electrónico que deberá portar hasta que se cierre su proceso migratorio. Mientras tanto, viajará a Atlanta para estar con unos familiares.

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