Léon hace rugir los Juegos

París – Empezaron timoratos los Juegos de París, con las quejas de los comerciantes con sus terrazas vacías, de los viandantes, con sus calles cortadas, de los taxistas con su tráfico infernal y la ciudad parecía inmersa en el marasmo más que en la fiesta.

Tuvo que sonar el rugido de Léon Marchand para que Francia se pusiera en orden de celebración, para que las calles se llenaran de enfervorizados aficionados coreando el nombre del chaval de 22 años y cara de angelito que ha hecho reventar la piscina y los Juegos de París.

Unas semanas antes de la ceremonia de inauguración lo había advertido Tony Estanguet, el patrón de los Juegos: «Las medallas acallarán las quejas». Fue visionario el antiguo piragüista.

La llegada de la antorcha comenzó a calentar el ambiente, pero todavía pesaba más la molestia que la ilusión. En los días previos, la televisión repetía reportajes llenos de parisinos enfadados y turistas frustrados.

La ceremonia dio un primer toque de entusiasmo, pero como estuvo pasada por agua dejó un gusto agridulce. Faltaba más.

Primero fue Antoine Dupont, otro rostro de película, el que condujo a Francia al oro en el rugby a 7 que sacó por vez primera a las masas a la calle para celebrar, por fin.

Entraba en calor la maquinaria, pero París quería más, otro motivo para salir a la calle a mostrar el orgullo patriótico.

Y ahí saltó a la piscina Léon, lleno de ambición y, sobre todo de potencia, con todos los ingredientes para convertir su gesta en una epopeya, con su rivalidad con el húngaro Kristof Milak y su más difícil todavía de encadenar los 200 mariposa con los 200 braza.

Con el oro ya en su cuello en el 400 estilos logrado dos días antes Marchand conseguía así colocarse subir a tres limbos. El de los Juegos de París, el del olimpismo francés y el de la natación.

Y como si la ciudad esperara el toque de diana para despertar, su gesta fue gritada en todos los rincones, en el Grand Palais los sables callaron un rato para celebrar su triunfo, igual que las raquetas de Roland Garros o del tenis de mesa. Hasta Lille llegó el eco de su gesta y también en el jardín de las Tullerías, donde miles de personas desfilan cada día para acercarse al pebetero.

En el metro resonaron los cánticos a la gloria de su nueva estrella, que de un golpe se colocó a la altura de Marie-José Perec y Teddy Riner, los encargados de encender el fuego olímpico en su condición de máximos exponentes del olimpismo francés con tres oros cada uno.

A Marchand le queda todavía un escalón por superar estos Juegos, en los que puede conseguir el cuarto oro este viernes en los 400 estilos y seguir nutriendo el entusiasmo que necesitan los Juegos para ser una fiesta.

Las calles de la ciudad cobran ambiente deportivo, las terrazas de los bares se llenan de entusiastas que miran las pantallas instaladas, el parque de la Villette, convertido en una inmensa «rave party», corea cada noche las gestas de sus deportistas.

Entre tanto, Francia se frota los ojos porque gracias a su nadador durmió segunda del medallero, solo superada por China, con lo que acarician el reto de acabar entre los cinco mejores.

Pero más que de números, el entusiasmo de la gente se alimenta de gestas y París pone ahora los ojos en el tatami de judo donde comparece uno de sus deportistas más queridos. Riner toma el relevo para seguir haciendo que París sea una fiesta. EFE

spot_img
spot_img

Noticias recientes

spot_img
spot_imgspot_img