Lección

Luis Cosenza Jiménez

Recientemente don Joe Biden, presidente de los Estados Unidos de América, dio una clase de altura a los políticos.  Resulta que don Joe tenía en su poder el voto de casi todos los convencionales para alcanzar la candidatura a y buscar la reelección por parte del partido Demócrata.  En efecto, la convención se veía como un formalismo, como una celebración, para competir por la presidencia de su país. A algunos preocupaba el estado de salud que el presidente mostraba a sus ochenta y un años, pero todos aceptaban que había ganado el apoyo de los convencionales en buena lid, así que, a pesar de las preocupaciones, se veía como inevitable que fuera él el candidato de los Demócratas.  Luego vino un debate con el candidato del partido Republicano, el expresidente Trump, y en esa ocasión don Joe se vio muy mal, dando la impresión de que hablaba e hilaba sus ideas con dificultad.  Ante esta situación, y sabiendo que se esperaba una contienda difícil y apretada, los jerarcas del partido Demócrata entraron en pánico y decidieron que, a fin de evitar que Trump regresara a la Casa Blanca, era necesario sustituir al candidato de su partido.  Por supuesto que lo difícil era lograr el cambio cuando don Joe tenía asegurada la candidatura, y hacerlo sin dividir el partido y sin generar resentimientos que resultasen en una reducción de los votos que el partido recibiría en las elecciones que se celebrarán en noviembre.  De lo que parecía ser una situación en la cual los Demócratas solo podían perder ha surgido una lección para nuestros políticos.  Veamos por qué.

La estrategia de los Demócratas consistió en convencer a don Joe, en público y en privado, de que debería renunciar a la candidatura que prácticamente tenía a fin de evitar que Trump volviera a la Casa Blanca. Hablaron de proteger, y hasta de salvar la democracia, impidiendo que Trump ganara, cosa que parecía probable si don Joe fuera el candidato.  Los líderes del partido Demócrata solicitaron al presidente Biden que, a fin de resguardar la democracia, renunciara a la candidatura que prácticamente había ganado.  Los grandes periódicos que simpatizan con el partido Demócrata, como el Washington Post, publicaron editoriales explicando por qué el presidente debería renunciar a la candidatura.  Hasta la familia del presidente fue obligada a involucrarse en la decisión. Fueron días difíciles para el presidente.  Después de todo, ya había derrotado a Trump en las elecciones de 2020 y contaba con el apoyo de la gran mayoría de los convencionales que participarían en la convención de su partido a celebrarse próximamente en Chicago para seleccionar al candidato en las elecciones de noviembre de este año.  Además, el presidente, y la gran mayoría de los Demócratas, estaban (y están) convencidos de que la Administración Biden había hecho una muy buena labor.  Salvo por el tema migratorio, el conflicto en Oriente Medio y tal vez la inflación, los Demócratas aprobaban mayoritariamente, la gestión de la Administración Biden.  Es lógico, por tanto, suponer que el presidente y su familia más cercana interpretaban la presión de sus correligionarios como una injustificada ingratitud.  No obstante, mantuvieron una actitud de altura, sin quejas ni acusaciones a quienes ejercían presión.  Al final, haciendo gala de dotes de estadista, el presidente Biden renunció a la candidatura que en buena lid casi había ya ganado.  ¿Pueden los lectores imaginarse que Putin, Maduro, Ortega o Díaz Canel harían lo mismo en similares circunstancias?

Toda esta saga se origina en el temor que genera en los Demócratas el retorno de don Donald Trump a la presidencia de la República. Muchos de ellos están convencidos de que don Donald es una amenaza para la democracia de su país, y muchos ciudadanos de otros países igualmente lo percibimos como un peligro para la paz y el desarrollo mundial.  Él ha mostrado un desdeño por la institucionalidad nacional e internacional que nos lleva a pensar que su narcisismo nos conduciría por la senda de la confrontación, la división y la destrucción.  El presidente Biden entiende muy bien la situación y al final decidió sacrificar su ambición personal por el bien común, por evitar que la democracia de su país fuera amenazada.  Un hermoso ejemplo para nuestra clase política. Los Demócratas han reaccionado entusiastamente y los sondeos revelan que el cambio de candidato ha mejorado la probabilidad de su triunfo electoral.  Confieso que no me entusiasma la nueva candidata del partido. Me parece que sus prioridades tienen poco que ver con las nuestras y que cuando manejó el tema migratorio lo hizo muy mal.  Sin embargo, entiendo que ocasionalmente se trata de escoger lo menos malo.

La lección que nos ha dado don Joe Biden debería llamar la atención de nuestros políticos.  ¿Será que entienden que a fin de evitar la consolidación de una autocracia deberían renunciar a sus ambiciones personales y presentar un frente unido en las próximas elecciones generales?  ¿Será posible que se sacrifiquen por el bien común?   Joe Biden no llegó al sacrificio de Tomás More (el santo patrón de los políticos), pero ha señalado la ruta a seguir para salvaguardar la democracia. Ojalá que su ejemplo ilumine a nuestros políticos.

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