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Latinoamérica invoca una transición pacífica en Egipto tras salida de Mubarak

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Bogotá – La noticia del fin de los treinta años del régimen de Hosni Mubarak en Egipto fue recibida hoy en Latinoamérica con un llamado unánime a una «transición pacífica» hacia un nuevo Gobierno y con críticas de Venezuela y Ecuador al papel de Estados Unidos en la crisis.
 

Varios líderes latinoamericanos manifestaron, asimismo, su apoyo al pueblo egipcio después de que el vicepresidente, Omar Suleimán, anunciara hoy que Mubarak entregaba el poder a las Fuerzas Armadas, debido a «las difíciles circunstancias que atraviesa el país».

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, ofreció los buenos oficios de su país para desde el Consejo de Seguridad de la ONU – donde Colombia ocupa actualmente, junto a Brasil, un asiento en calidad de miembro no permanente- apoyar una «transición pacífica» que conduzca a «un sistema democrático efectivo» en Egipto.

Por su parte, Brasil hizo votos para que esta transición «transcurra dentro del respeto a las libertades políticas y civiles y a los derechos humanos de la población», tras calificar a Egipto de «país amigo, que, además de aliado relevante, desempeña un papel importante para la estabilidad de Oriente Medio»,

Tras conocer la noticia, el mandatario chileno, Sebastián Piñera, también dijo esperar una «transición pacífica» en el Gobierno egipcio, que «no produzca más daño ni más dolor al pueblo» de ese país.

Mubarak dejó hoy el poder presionado por las multitudinarias protestas contra su Gobierno que desde hace 18 días se registran en las calles del país y que dejaron unos 300 muertos y miles de heridos.

En ese sentido, la cancillería salvadoreña hizo votos para que Egipto retorne «lo más pronto posible» a la normalidad «con la formación de un nuevo Gobierno que responda a las demandas» del pueblo, producto de elecciones libres y democráticas.

También Argentina expresó su deseo de que esa nación avance en una transición democrática, «en un ambiente de paz», y que ese proceso «haga posible el cumplimiento de la voluntad de la sociedad egipcia, manifestada en las calles en las últimas semanas».

El Gobierno del presidente boliviano, Evo Morales, destacó, a su vez, «el coraje y la voluntad del pueblo egipcio que expresó en forma pacífica la necesidad de llevar adelante reformas sustanciales que permitan la consolidación de la democracia en ese país».

Mientras el gobernante ecuatoriano, Rafael Correa, se refirió a la crisis egipcia al afirmar que Mubarak era el «alfil de Estados Unidos e Israel en África del Norte» y que su caso prueba la «doble moral» de la política exterior estadounidense.

«Si eres mi amigo eres bueno, así seas el más grande dictador o atentes contra los derechos humanos, pero si no eres mi amigo, por más que respetes los derechos humanos, ganes todas las elecciones, sigues siendo un malvado, un dictador», apuntó.

Esa percepción se observa cuando EE.UU. critica a los Gobiernos democráticos de Venezuela, Ecuador o Bolivia, según Correa.

En la misma línea se pronunció el canciller venezolano, Nicolás Maduro, quien aseguró que es «repudiable, realmente (…), como se pretende desde Washington (..) dirigir a un país del poder de Egipto».

Para el canciller del Gobierno del presidente de Venezuela, Hugo Chávez -quien acaba de cumplir 12 años en el poder-, la revuelta popular que hoy puso fin al régimen de Mubarak es parte del «amanecer de un mundo pluripolar», de «un despertar general».

En tanto Cuba, donde el régimen castrista se ha mantenido en el poder desde 1959, aún no ha emitido una reacción oficial ante la salida de Mubarak del poder.

Y Honduras hizo «un llamado al diálogo a las diversas fuerzas políticas y sociales» egipcias para que «dar el paso a un Gobierno democrático, estable y seguro».

La dimisión de Mubarak fue recibida en el resto del mundo con la esperanza de que supondrá un importante paso adelante en la democratización de Egipto.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, pidió una transición «pacífica y ordenada» que conduzca a la celebración de «elecciones libres y justas y al restablecimiento de la autoridad civil».

Mientras el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo que esa dimisión representa «no el fin de la transición, sino el comienzo» en Egipto, un país que «no volverá a ser el mismo»; y el primer ministro canadiense, Stephen Harper, indicó que ahora quiere ver «el imperio de la ley y estabilidad».

Aún se desconocen cuáles serán los pasos formales que seguirán los militares egipcios a partir de mañana, cuando el país amanezca, por primera vez en 30 años, con un poder distinto al que ostentaba Mubarak.

La oposición egipcia confía en que se abra un proceso en el que participen juntos civiles y militares, que conduzca a unas elecciones limpias, en un plazo de varios meses o un año, a partir de las cuales se sienten las bases de un nuevo Estado.
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