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Las herencias

José S. Azcona

Un tema importante que se discute poco y que ha tenido mucha importancia a lo largo de la historia ha sido el manejo de las herencias. Estas han podido ser fuente de continuidad y estabilidad, pero también de pasiones desenfrenadas y despilfarro de recursos. Los alcances de la ley, los dictados de la prudencia, la solidaridad con la sociedad y las obligaciones con antecesores y sucesores, tienen gran variabilidad entre casos. Igualmente, el concepto es más importante según los grados de democratización y dinamismo económico, los cuales reducen su primacía.

La legislación establece mecanismos de asignación, los cuales aplican en ausencia de testamentos. Atrás quedó la discriminación entre hijos nacidos dentro del matrimonio y fuera de este, o de genero entre los mismos. Estos principios debiesen ser válidos en los testamentarios, aunque lastimosamente la marginación y exclusión de ambos grupos no está limitada en la práctica.

Otro concepto es la definición de la masa a legarse comparada con la satisfacción de necesidades o deseos del propietario del patrimonio. ¿Qué tipo de compromiso se tiene de legar? Los antiguos romanos y el sistema feudal consideraban como acostumbrado que las masas pasaran inmóviles de generación en generación. En el caso feudal, usando el sistema de primogenitura, se garantizaba la continuidad inmóvil de la misma. Esta era la base de su organización social. En tiempos más modernos, Montaigne definía una obligación moral de heredar a los herederos naturales a expensas de la disminución de la masa o traslado a terceros.

Estos esquemas aplicaban primariamente a patrimonios que habían sido heredados. Por tanto, queda establecida tradicionalmente la obligación de trasladar a los herederos naturales una masa equivalente a la que se recibió en herencia, producto de esta. Se considera al propietario como custodio de un bien que únicamente puede usufructuarlo en vida. «Comerse» la herencia sería un uso indebido.

La masa generada con trabajo propio se excluye de este esquema tradicional. Con el avance de la economía y las oportunidades, esta va adquiriendo una importancia cada vez mayor. En este caso el interés del propietario tiene mayor importancia, sujeto a dos limitaciones importantes. En caso de que este sea producto de un matrimonio de larga duración y los bienes no estén asignados de forma equitativa, se debe heredar a ese conyugue prioritariamente. La ley garantiza una cuarta parte al cónyuge, pero eso es un mínimo que excluye obligaciones y derechos acumulados. Para evitar que el cónyuge dirija los fondos a un fin distinto del original, se pueden poner restricciones o salvedades.

Otro uso es destinar una parte del patrimonio al servicio de la comunidad. Era parte de nuestra tradición católica que esto se hiciera a través de instituciones religiosas. En otros países las instituciones culturales, de educación superior, parques y otros se crean y sostienen con fondos de legados. Esto sirve al bien común, ayuda a dejar un memorial permanente, deja un legado de buena voluntad a los herederos y es un ejemplo a emular. Esta solución ayuda con el problema del heredero expectante. Entre mayor es una herencia posible, en cualquier cálculo económico lo que se pueda ganar con esfuerzo propio se va volviendo más marginal. Esto resulta en limitar las capacidades productivas, el incentivo de superación y el orden en muchas personas.

Los problemas producto de la asignación son sustanciales. Muchas veces no se hace asignación y esto genera conflictos. Otras veces se dejan propiedades o empresas en común, cuando no es factible su manejo de esta forma. Conviene hacer la asignación de forma clara y lo más separado posible. Pero lo más importante para evitar conflictos es reducir la expectativa de los potenciales herederos para que logren desarrollar sus capacidades plenas.

Un último elemento es la obligación tributaria en una masa hereditaria. Otros países más avanzados tratan de evitar la concentración de capitales producto de la acumulación intergeneracional a través de impuestos dirigidos. Estos tienden a premiar bienes puestos en actividades productivas (por ejemplo, acciones de empresas) con formas de transmisión menos onerosas fiscalmente. La idea es combatir la concentración excesiva, pero también asegurar el despliegue de la mayor cantidad de recursos a las operaciones que generen crecimiento.

El tema es interesante y amplio, y, como se ve, tiene que ver con la relación interfamiliar pero también con el progreso de la economía y la sociedad.

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