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Las energías renovables en América: entre la promesa y el desarrollo

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Washington – El uso de las energías renovables en América se debate aún entre la promesa y el desarrollo, aunque las leyes y compromisos aprobados en distintos países muestran una clara tendencia a apostar por su expansión.

Uno de los ejemplos más recientes -y de mayor envergadura- es la Ley de Reducción de la Inflación de los Estados Unidos que, pese a su nombre, se relaciona más con la transición energética que con la estabilidad de precios.

El proyecto supondrá una inversión de 370,000 millones de dólares, la mayor parte dedicados a dar incentivos a la producción de energía limpia y la compra de vehículos eléctricos, lo que supone la mayor inversión climática en la historia del país. “Y por mucho”, según el presidente de la organización medioambiental Sierra Club, Ramón Cruz.

“Cuando se aprobó esta legislación, fue realmente un punto de inflexión”, aseguró Cruz a EFE, quien dejó claro que si bien ya se veía una tendencia a impulsar el desarrollo de las renovables, esta norma lo lleva a otro nivel.

A pesar de ello, Cruz se mostró cauto: “Nosotros queremos asegurar que ese trayecto hacia la energía limpia sea lo más rápido posible. Si me preguntas si es suficiente… es un gran avance en la historia de EE UU, pero no es suficiente para la urgencia del problema”.

Y es que en 2022, el 60 % de la electricidad en EE UU provino de combustibles fósiles y solo un 21 % de fuentes renovables, según el Departamento de Energía.

DE MÉXICO A ARGENTINA: UNA INDUSTRIA NACIENTE

En México la situación no es muy diferente: el 25 % de su energía proviene de fuentes renovables, pese a que por sus condiciones geográficas tiene mucho potencial por explotar, indicó a EFE Paul Alejandro Sánchez, profesor del TEC de Monterrey.

El experto explicó que el presidente Andrés Manuel López Obrador arrancó con una clara fijación por los modelos energéticos tradicionales y sigue apostando por los combustibles fósiles.

Pero en el último tramo de su Administración ha realizado un pequeño viraje hacia las renovables con proyectos como el Plan Sonora, que incluye un proyecto de 2,000 hectáreas de paneles solares, el más grande de Latinoamérica», según el Gobierno.

«Si hubiéramos empezado con esta dinámica desde el principio tendríamos otra situación», se lamentó Sánchez.

Mientras tanto, en Brasil unas 20 empresas, principalmente grandes petroleras, han solicitado las licencias para desarrollar 70 proyectos de construcción de parques eólicos en alta mar con capacidad para generar 170 gigavatios (GW) de energía, frente a los 190 GW de capacidad actual, de los que 103 GW son de hidroeléctricas, 26 de energía solar y 23 de eólica.

Entre las empresas interesadas destacan la brasileña Petrobras, las petroleras multinacionales Shell, Equinor y Total Energy y la eléctrica Neoenergia (Iberdrola).

Según estudios oficiales, Brasil tiene capacidad para generar hasta 700 gigavatios de energía eólica en alta mar.

La semana pasada Iberdrola inauguró en Santa Luzia (noreste) el Complejo Renovable Neoenergia, su mayor proyecto de energía renovable de Latinoamérica, un complejo eólico y solar con 0,6 gigavatios de potencia instalada y que costó cerca de 665 millones de dólares.

Argentina, otra de las grandes economías de la región, apenas abasteció el 13 % de su demanda energética en 2022 con fuentes renovables. Sin embargo, la cifra supone un gran incremento si se compara con el 2% que registraba en 2017 y el objetivo es llegar al 20 % en 2025, según una ley aprobada en 2015 para incentivar las energías renovables.

URUGUAY, A LA VANGUARDIA MUNDIAL

Esa situación contrasta con la de su vecino Uruguay donde, entre 2017 y 2021, el 94 % de la generación eléctrica se originó en fuentes renovables.

El país es una anomalía positiva en la región y está a la vanguardia mundial: un informe oficial presentado en octubre subraya que el laboratorio de ideas REN21 lo ubicó como el segundo país con mayor participación de este tipo de energías.

La clave: la descarbonización casi total de su red energética, que comenzó en 2010 y se logró gracias a una inversión público-privada de unos 8.000 millones de dólares.

Walter Verri, viceministro de Industria, Energía y Minería, señaló a EFE que con dicha descarbonización el país ya cumplió con la primera transición energética.

Para la segunda, entre los objetivos están la descarbonización del transporte y la industria y el desarrollo de una economía del hidrógeno verde, que es también una de las grandes apuestas de Chile, que quiere convertirse en un exportador mundial.

Según los expertos, su posición geográfica, así como las condiciones climatológicas y la competitiva producción de energía solar y eólica, necesaria para obtener el hidrógeno verde, sitúan a Chile como una posible potencia exportadora.

Para 2023, Chile quiere eliminar totalmente el uso del carbón para producir energía eléctrica, un combustible que, en el norte, por ejemplo, generaba el 79 % de la electricidad hace una década. Ahora, supone menos del 15 %.

En Colombia, la industria de las renovables “está dando sus primeros pasos”, según la directora ejecutiva de la Asociación de Energías Renovables Colombia, Alexandra Hernández.

Aunque la energía hidroeléctrica representa el 58,8 % de la matriz energética, de los cerca de 19,000 MW de capacidad instalada en Colombia, solo 200 MW provienen de fuentes renovables, como la energía eólica y la solar, lo que equivale al 1 %.

La petrolera estatal Ecopetrol, que lidera la transición energética, prevé tener operativas para este año 19 plantas solares, y sigue sus estudios sobre la viabilidad de la generación con biomasa y con la energía geotérmica.

(vc)

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