Expertos en epidemiología a nivel mundial, conservadores y progresistas, convocados por las universidades de Harvard, Oxford y Stanford, han advertido que la aplicación de medidas inconstitucionales y políticas restrictivas, a cuenta de la Covid-19, está violentando libertades individuales y la calidad de vida de las poblaciones. Más de diez mil firmas de especialistas respaldan el documento. Las políticas derivadas de las cuarentenas terminan produciendo tantos muertos como los que se pretenden salvar, porque siendo diferentes los grupos poblacionales respecto de sus infraestructuras y recursos, las desastrosas consecuencias para la salud física y mental de los más indefensos son evidentes. “Los gobiernos en lugar de restringir derechos y libertades lo que deben hacer es implementar una protección focalizada sobre la poblaciones más vulnerables”, indican los expertos.
Medios de comunicación y políticos oportunistas se han encargado de difundir miedo, generando ansiedad e incertidumbre. Los primeros, con programas alarmistas y derrotistas cuestionando las infraestructuras, recursos y capacidades del Estado para confrontar la crisis; los segundos, buscando reconocimiento en una población preocupada, cuya ignorancia sobre la enfermedad es utilizada colateralmente para otros fines. Sumemos también las decisiones erróneas de autoridades que, desconociendo y menospreciando el “alíen”, consideraron innecesario el asesoramiento de expertos en algunas disciplinas para tomar sus decisiones. Persistir en los confinamientos esperando la llegada de una vacuna milagrosa para recuperar “la normalidad perdida” es una quimera que provoca un daño brutal a las economías, afectando un modelo de relaciones que deberá reinventarse.
Las escenas se repiten cual «día de la marmota»: periodistas, profesionales del sector salud, alcaldes, políticos… dándose las gracias recíprocamente por el meritorio servicio que están realizando. Un bucle -por momentos empalagoso- que utilizan incluso para anuncios publicitarios del que afortunadamente dejaron fuera a policías y militares, cuyo trabajo heroico no tiene “rating” para ser incluidos. ”Cuando la patria está en peligro se recurre a Dios y al soldado. Cuando el peligro pasa, Dios es olvidado y el soldado juzgado”, sentencia Barack Obama. Hay médicos que pasan más tiempo en los medios de comunicación que en las consultas; periodistas que pareciera estar labrándose un futuro en la política. El mérito debe tender a la mesura, virtud aristotélica, el foco debe alumbrar a la información y no al que lo sostiene. Un efecto colateral de esta crisis se llama «Yoísmo», síndrome que antes solo padecían los tres próceres y ya se contagió.
La OMS, superada por esta pandemia, a remolque del documento de los especialistas, ahora solicita que los países busquen alternativas al confinamiento poblacional. ¿Qué está pasando? Las cuarentenas no resuelve el problema de los contagios, destruye las economías, afecta la convivencia y la salud mental. A rio revuelto surgen intelectuales progresistas exigiendo el derecho a disponer de su libertad como les plazca, asumiendo el riesgo al contagio. Yoistas que olvidan deberes inherentes al derecho que reclaman, cumplir las leyes. Contagiarse los convierte en transmisores creciendo la propagación. Cuando la izquierda está en la oposición los derechos corresponden al pueblo mientras los deberes al gobierno. Vemos imágenes de concentraciones sin las medidas de bioseguridad: fiestas en hoteles y chalets, reuniones deportivas, eventos… pero no escuchamos a la oposición farisaica, ni a los periodistas palmeros exigir sanciones severas para los empresarios y particulares infractores. Lo que hacen es interpelar a las autoridades para conocer si están preparadas para afrontar el aumento de los contagios. Van por la vida de hipócritas asintomáticos.
Esperando la vacuna como regalo de Navidad, diferentes informes establecen el 2021 como el año de la salida progresiva del túnel según las capacidades de cada país. Llevamos ocho meses de cuarentena, tiempo para que el gobierno conozca al enemigo, articule las estrategias para combatirle, y trate de concienciar a una población ignorante, indisciplinada y politizada; ya no tiene sentido mantenerla. Todos somos potenciales receptores y transmisores, por tanto, la única forma de convivir es cumpliendo estrictamente con las medidas de bioseguridad y poder hacernos en tiempo real un test de antígenos. El ejército israelí trabaja en cuatro tipos de test distintos, sencillos, que detectan la infección en pocos minutos. Las buenas relaciones entre nuestros gobiernos facilitaría el acceso. Un autotest periódico realizado en el seno familiar debe convertirse en algo habitual, como lo es para el diabético medirse la glucosa en sangre. Hacia ese escenario deberíamos movernos, la prevención positiva.
«En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias». -Bob Ingersoll-