La politica hondureña reflejada en la fábula: “El hacha y el mango”

Por: Pedro Gómez Nieto

Las fábulas son relatos cortos que encierran una moraleja.

En su estructura se describe una situación que inicialmente expone un conflicto entre dos personajes. Seguidamente cada uno desarrolla su planteamiento frente a la contraparte, a tenor de una situación dada. El comportamiento de cada protagonista desemboca en un final basado en el pragmatismo, determinando éxitos o fracasos y estableciéndose una enseñanza final.

La fábula que nos ocupa, de Samaniego, cuenta la historia de un leñador que se lamenta ante los arboles del bosque porque su hacha no disponía de un mango de madera. Tanto se quejaba que al final el bosque le cedió al olivo para que hiciera el mango. Una vez el leñador dispuso del mango se dedicó a recorrer el bosque y cortar los mejores árboles que se encontraba. Una encina habló y le dijo a todos los arboles: “Bien merecido lo tenemos porque dimos al hombre la madera con la que hizo el hacha que nos destruye”.

Observemos la analogía entre la fábula y el vodevil que desgraciadamente Honduras  exhibe –suma y sigue- dentro y fuera de las fronteras. Una moraleja de la analogía: “La clase política, por acción u omisión, es responsable de esta vergüenza nacional que nos abochorna y justifica ante el mundo como un país subdesarrollado”. Como en la fábula, donde el bosque es quien sufre las consecuencias del  comportamiento del leñador, en Honduras es la sociedad quien soporta el accionar de irresponsables que asumen liderazgos para los que no están preparados: espiritual, mental, ni profesionalmente.

Han pasado 8 años del “Pacto de San José”, y seguimos sin resolver el problema del marco legal electoral, TSE y RNP. En estas elecciones el vaso rebalsó. ¿Cuándo construyó Noé el Arca? le pregunta el protagonista Muir a su secretaria Gladys, en la película “Juego de espías”, y concluye: “Antes del diluvio, Gladys, antes del diluvio”. Nuestra clase política es refractaria al concepto “prevención”. Ahora, ante la comunidad internacional, se rasgan las vestiduras y cubren la cabeza con ceniza mostrando su desdichada existencia bajo la bota opresora de una dictadura continuista. Hay políticos que salen al extranjero, o dan entrevistas a cadenas internacionales, para desprestigiar la patria sin entender que ellos son parte principal del problema. Me recuerdan las tribus de la isla Rapa-Nui, que describí en otro artículo, quienes pensado en sus intereses personales terminan por destruir la nación.

Centrándonos en este patético vodevil, hay candidatos presidenciales que se parecen al leñador de la fábula que nos ocupa. Se lamentan ante las instituciones nacionales e internacionales de que no le facilitan la madera para el mango del hacha. Acto seguido despotrican con su paralingüística amenazante que cuando tengan lista el hacha talaran el bosque entero. A lo largo de la campaña electoral han mentido sistemáticamente. Esto no es un insulto porque científicamente todos los seres humanos mentimos habitualmente. El problema es la mentira maliciosa, creerse las propias mentiras y sentir placer al hacerlo, lo cual define una patología. Ejemplos aleatorios: ¿Dónde está el funcionario de la OEA al que le pago el oficialismo para desconectar las llaves de seguridad del sistema e introducir en el conteo actas adulteradas? ¿Si las actas que alimentan el sistema también las tienen simultáneamente todos los partidos por qué no se muestran las que dicen hay adulteradas? Como dijo aquel: “Cuando se canta bingo hay que mostrar el cartón”.

Otro ejemplo, dos candidatos firman un documento para fiscalizar el conteo de los votos jurando que no reconocerán nunca las tendencias que muestre el TSE, y solo certificaran los resultados de las propias actas –insisto, todos tienen copias certificadas de las actas originales-, pero sorpresivamente cuando un candidato observa que las tendencias le favorecen, se posiciona con sus seguidores delante del TSE exigiendo que le nombren inmediatamente presidente electo. Otro más, ambos candidatos salen en rueda de prensa, donde uno dice ser ya el presidente electo mientras el otro manifiesta que le reconoce como tal, sin entender que están ninguneando a los más de 2.3 millones de hondureños cuyos votos aún no se habían contabilizado…, y que ¡se han olvidado del documento firmado! Esta malicia del primero e inexperiencia del segundo sirvió para elevar la temperatura del vodevil.

Observemos que es la misma estrategia utilizada en el pasado por un expresidente liberal, para alcanzar la presidencia frente al candidato nacionalista. Cuando faltaban muchos miles de mesas por escrutar, apareció el presidente del TSE, de filiación liberal, exponiendo que las tendencias daban de manera irrefutable la victoria al candidato liberal y por tanto era declarado presidente electo. ¿Qué paso con los miles de actas sin contabilizar? …¡Uf! Este magistrado después fue nombrado ministro por ese expresidente. …¡Uf! Comprobamos cómo las fabulas pueden enriquecer nuestro conocimiento alumbrando situaciones complicadas de entender.

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