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La justicia llegó a San Romero de América

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Tegucigalpa- Hace treinta y cinco años, monseñor Óscar Arnulfo Romero, sembró la semilla del trigo en El Salvador y en el resto de Centroamérica. Como un hombre y sacerdote de fe, nunca fue partidario de las guerras, sino de la reconciliación, el diálogo y la paz entre los hombres, al grado de ofrendar su vida para que su mensaje fuera inmortal.
 

De ahí que este 23 de mayo, la Iglesia declarará beato a quien miles de personas rezan como un santo, dijo a Proceso Digital, el sacerdote jesuita Ismael Moreno de la Compañía de Jesús en Honduras, un admirador de Romero y su obra.
 
“A monseñor Romero lo beatifica la iglesia, pero miles de personas ya lo han canonizado como San Romero de América”, asegura, al valorar el alcance del legado de este mártir del catolicismo que fuera asesinado por “odio a la fe” como aseguró el Vaticano.
 
La vida de monseñor Romero estuvo marcada por el sufrimiento, pero hoy, 35 años después, se le hace justicia. La justicia de Dios–aseguran expertos y sacerdotes– tarda, pero siempre llega. Romero vivió como un profeta la dimensión histórica de su vida, la cual vivió con amor y por eso su muerte fue martirial.
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Para el sacerdote Mario Ramos, originario de Cabañas, en El Salvador y quien imparte misa en una parroquia de la capital de Honduras, el legado de monseñor Romero es para todos un reto enorme, porque su recuerdo les lleva a continuar con la obra de abrazar la causa de los pobres.
 
Así lo expresó en declaraciones dadas al equipo de Los Reporteros de TN5, al señalar que monseñor Romero es conocido ya entre los fieles católicos como San Romero de América o San Romero de los pobres.
 
“El Papa Francisco quiere que conozcan los mártires nuestros para recuperar la memoria, porque sin memoria no hay historia y sin historia no hay salvación. Ya monseñor Romero es universal”, dijo Ramos, quien conoció a Romero y convivió con él muchas de sus enseñanzas.
 
Antes ignorado, ahora reconocido
 
Tras la muerte de monseñor Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980, la situación se complicó en El Salvador que ya se encontraba en plena guerra civil, algo que el obispo de San Salvador intentó evitar y así consta en sus sermones durante sus homilías.
 
Bajo el manto de la doctrina de seguridad nacional que inundó en esa época a toda Centroamérica, unos 16 sacerdotes, dos Obispos y numerosos laicos y catequistas fueron asesinados en El Salvador, registra la historia.
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Los testigos de la época cuentan que al morir Romero, el miedo se apoderó de los feligreses y los sacerdotes, porque recordarlo era considerado un delito. Nadie hablaba de Romero, nadie se atrevía a sacar una fotografía o un afiche porque les acusaban de “comunistas”.
 
Era tal la represión que cuando monseñor Romero cumplió el primer aniversario de su muerte, costó encontrar una parroquia en donde ofrecer una misa. Fue en la parroquia donde estaba el padre Ramos donde se dio la misa, en medio del temor de la gente, que llegó en menor cantidad y llevó algunos afiches, pero no había terminado la liturgia cuando llegaron los policías a hostigar.
 
En una reciente homilía ofrecida por el cardenal Óscar Andrés Rodríguez, en el templo de la San Miguel, en Tegucigalpa, y a donde asistió el cuerpo diplomático, el religioso dijo que hace 35 años, monseñor Romero era ignorado en importantes sectores de su país.
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“Pero hoy aparece en los medios de comunicación que lo han ignorado por muchos años, hoy hasta en el aeropuerto está su nombre, y eso es la justicia de Dios que tarda, pero siempre llega”, dijo el cardenal Rodríguez.
 
Igual expresión hacen otros sacerdotes, quienes recuerdan que antes era un delito hablar de monseñor Romero, pero hoy el mundo reivindica su obra, al grado que hasta el presidente de Estado Unidos, Barack Obama, se toma una foto con el retrato de Romero.
 
 

Dio su vida por amor: cardenal Rodríguez
 
Cardenal-Rodriguez1En esa homilía en donde el cardenal Rodríguez rindió un homenaje a monseñor Romero, le recordó con el pensamiento de sus amigos y las expresiones de otros sacerdotes y laicos que destacaban sus virtudes, su trayectoria, su compromiso con la fe y los derechos humanos.
 
El cardenal Rodríguez recordó que monseñor Romero una vez dijo que si le tocara volver a nacer sería sacerdote, por eso no dudó en dar su vida por los seres amados de Dios tan vilmente masacrados por el hombre.
 
Monseñor Romero—recordó el cardenal hondureño—fue la voz de los pobres y la voz de los sin voz y dio su vida por ellos, pero monseñor fue ante todo, un sacerdote, acotó el prelado católico.
 
Romero, dijo, nunca fue dejado de la mano del Señor, ni siquiera en el momento que culminó con su martirio y la resurrección de Cristo, es la resurrección de monseñor Romero porque dio su vida con amor.
 
Monseñor Óscar Arnulfo Romero es recordado como un hombre sencillo que gustaba de una taza de café, de escuchar a la gente y a sus sacerdotes para preparar en base a sus visiones sus homilías. Él respondió a un contexto latinoamericano de renovación de la iglesia y hay quienes aseguran que pudo presentir su muerte.
 
Fue un comunicador social nato que cuando la radio por donde difundía sus mensajes era atacada con bombas para interrumpir la transmisión, hacía lo que podía por volverla a poner al aire y así enviar sus sermones, sus mensajes de esperanza y de fe. Monseñor Romero, aseguran los historiadores tuvo niveles de audiencia impresionantes entre la feligresía que se reunía alrededor de un radio transistor para escuchar sus mensajes.
 
Sin duda fue un hombre que revolucionó la iglesia y la forma de evangelizar. Era un sacerdote fuera de serie. El sacerdote jesuita, Ignacio Ellacuría—asesinado posteriormente como parte de la masacre de los jesuitas—dijo en una ocasión que con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador.
 

La beatificación de Romero este sábado es un paso más hacia la santidad. Su legado es imperecedero porque hace más de tres décadas él sembró un grano de trigo para que crezca la fe en Centroamérica, una semilla en donde el odio no suplante a la fe. Y ese quizá es uno de los legados más preciados que deja a los pueblos del mundo, monseñor Óscar Arnulfo Romero, un mártir de la iglesia asesinado por sus creencias, por servir a Dios.

 
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