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La imagen del espejo

Pedro Gómez Nieto

Cruzamos el Rubicón de los comicios y procedemos a recoger la cosecha. Propios y extraños, incluida la comunidad internacional, aplauden la asistencia masiva y pacífica a las urnas. Se congratulan por la ausencia de manifestaciones violentas y vandalismo, en comparación con elecciones anteriores. Es lógico, esta vez los dirigentes que otrora alentaban los desórdenes salieron favorecidos en las urnas. Los candidatos derrotados son demócratas que aceptan la voz de las urnas. No es casualidad que la palabra urna se utilice en la política y en las funerarias, según un dicho popular.

Un botón como muestra. No recuerdo en la historia de la democracia reciente, a un candidato presidencial derrotado, acudir en solitario al domicilio del adversario ganador, para felicitarle personalmente y desearle éxitos en su futura gestión presidencial. Resalto que se presentó “solo”, desmarcándose de su propio partido, lo cual tiene otras lecturas. Posteriormente se reunió con el futuro alcalde de Tegucigalpa para ponerse a su disposición y así realizar una transición exitosa: “Del éxito de la gestión del nuevo alcalde, como capitalinos y hondureños, todos nos beneficiaremos, tenemos que ayudarle”, son palabras de definen su nobleza. El tiempo colocará a este excandidato y exalcalde en el lugar que le corresponde por méritos propios.

Como demócratas debemos felicitar al Partido Libre por su triunfo en las urnas. Una victoria que no hubiera sido posible solamente con los votos de sus seguidores y simpatizantes, siendo necesario sumarle el voto prestado de electores cuya ideología no es socialista. Ninguna sociedad se acuesta siendo liberal, nacionalista… y se levanta mayoritariamente socialista. Se ha producido un voto de rechazo al actual gobierno, un voto de castigo. Un voto útil para sacar al Partido Nacional del poder, por el hartazgo social ante un gobierno plagado de graves irregularidades. A medio plazo la sociedad hondureña comprobará si el remedio buscado terminó con el problema, o abrió la puerta a otro mayor. Ocho años desgastan a cualquier gobierno, porque los errores siempre existen y la oposición los magnifica mientras opaca los aciertos. En este caso se trata de comportamientos de significativa gravedad, relacionados con la corrupción, la impunidad, y el mal manejo de la pandemia en sus comienzos, principalmente.

Ejemplo de voto de castigo ocurrió en las elecciones en España del 14 de marzo de 2004. En las urnas, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con el candidato Rodriguez Zapatero, aventajó por casi 5 puntos al Partido Popular (PP), con el candidato Mariano Rajoy, tras ocho años de permanencia en el poder de Jose María Aznar. Si las encuestas daban nuevamente favoritos a la derecha ¿por qué perdieron? Sencillamente porque tres días antes de los comicios se produjeron los atentados en la red de trenes de cercanías de Madrid, con 193 muertos y 1.400 heridos. La sociedad hizo al gobierno responsable de la masacre porque anteriormente se había alineado con EE.UU e Inglaterra en guerra contra Al Qaeda. Acuerdo frontalmente rechazado por la sociedad, porque España se convertía en objetivo para el terrorismo yihadista.

Tras el triunfo socialista hondureño vuelve a escucharse el mantra favorito de la izquierda: la voz del pueblo es la voz Dios. Pueblo que ha hablado en las urnas y elegido al nuevo presidente de la Republica. Presidente que habla en nombre del pueblo, por tanto, en nombre de Dios, que nunca se equivoca, atributo que asume el mandatario como representante de Dios, del pueblo. Analógicamente: el “mal de altura” lo sufren quienes se sitúan a partir de los 2.500 metros sobre el nivel del mar, afectando al sistema nervioso, pulmones y corazón; el “mal del espejo” lo muestran quienes ostentan el poder, afectando su percepción de la realidad, confundiendo intereses personales con los de la sociedad a la que representan.   

Metafóricamente, cuando el mandatario se mira al espejo ve la imagen del pais que debe gobernar “por mandato divino”. Cualquier crítica a su gestión es inadmisible porque le debilita, por tanto, subvierte la seguridad de la patria, una ofensa a Dios. Los gobiernos socialistas necesitan de una policía de barrio, cercana al pueblo, para identificar a quienes les adversen. Ejemplo cercano lo tenemos en Nicaragua, con los candidatos de partidos de la oposición al presidente Daniel Ortega, encarcelados por delitos de traición a la patria, es decir, cuestionar su gestión. “El que nace para maceta solo puede exhibirse en un balcón”. -Refranero popular-

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