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La Gran Depresión y sus consecuencias en Honduras

José S. Azcona

Viendo el cuadro de ingreso por habitante de aprecios constantes vemos que Honduras no superó el valor de 1930 hasta 1972 (40 años después), y en exportaciones por habitante hasta 1995. Los gobiernos constitucionales, producto de tres procesos electorales democráticos continuos (1924, 1928, 1932), no se replicarían hasta más de 60 años después. ¿Qué ocurrió que causó tan atroz efecto en nuestro país?

Desde inicios del siglo XX, Honduras inició un proceso de crecimiento bastante robusto. El crecimiento espectacular del rubro del banano (en 1929 representábamos el 80% de las exportaciones mundiales) y del naciente desarrollo industrial y comercial fue considerable. Para finales de la década de 1920 se estaba afianzando la paz interior, y el proceso de inmigración estaba contribuyendo a aumentar rápidamente las capacidades locales.

De haber continuado este proceso de forma continua por diez años más, es posible que se hubiera desarrollado mucho más el país, logrando una diversificación económica con crecimiento. Sin embargo, del exterior nos vino la Gran Depresión, que tuvo efectos muy fuertes a nivel global y especialmente nocivos en nuestro país.

La excesiva especulación y la inmadurez financiera que acompañaron el fuerte crecimiento económico de la década de 1920 ocasionaba la necesidad de una corrección. La caída de las bolsas de valores (principalmente la de Nueva York) en octubre de 1929 por tanto era algo esperado. Sin embargo, las acciones posteriores (y los desbalances de la economía mundial) hicieron que se desarrollara una espiral de contracción que derribó economías y gobiernos en continentes enteros.

En Honduras, el efecto fue súbito. Con la caída de las acciones de las empresas bananeras, disminución de consumo en Estados Unidos, y pérdidas de expectativas de crecimiento, la actividad disminuyó de forma espectacular. Amplias extensiones de terreno cultivado regresaron a su estado de naturaleza, y muchos de los inmigrantes de Norteamérica, el Caribe y Europa regresaron a sus hogares.

Los ingresos del estado cayeron en casi un 70%, por lo que las capacidades del incipiente gobierno democrático fueron arrasadas por la crisis. El sistema político pasó a un modo de supervivencia, y el fin de la bonanza dio lugar a fuertes movimientos de protesta y huelgas en las zonas más desarrolladas del país.

Así se explica cómo Tiburcio Carias logró llegar al poder con tan abultada mayoría con un mandato explícito de “conservar la paz”. Carias había sido un defensor de los derechos electorales, pero cambió a ser el constructor de un gobierno autocrático sin precedentes en el país; con un grado considerable de aceptación.  Al igual que en buena parte de Latinoamérica, el fin de la prosperidad socavó la democracia (entre 1929 y 1934 cayeron la mayoría de los gobiernos electorales en la región, aun en países que tenían una larga historia constitucional).

La diferencia en nuestro país fue que los efectos fueron más prolongados y persistentes que en otros países, como vimos en el primer párrafo. Los vecinos recuperaron su nivel de ingreso precrisis para 1940 (Guatemala, Costa Rica) y 1950 (El Salvador, Nicaragua).   Existen muchas explicaciones, pero la falta de diversificación en la economía, el bajo nivel educativo, y la falta de infraestructura, hacían más difícil la recuperación. Depender de la inversión extranjera durante la Depresión y la Segunda Guerra Mundial sin desarrollar motores propios de crecimiento y tener un sistema político que preciaba la inercia y la conservación, nos hicieron perder muchos años en la recuperación. Algunas de estas causas dependían del origen, del exterior o de la naturaleza. Pero los números indican claramente que algo distinto se pudo haber hecho. Los modelos de explotación que usaron algunos de los vecinos contra su propia población para lograr crear una base económica propia no debían ser un modelo a seguir. Pero no era la inercia (económica y política) la única alternativa posible. La lección que nos queda es que debemos esforzarnos por lograr el crecimiento y el progreso en cualquier tipo de condiciones. Esto sirve para aprovechar los buenos tiempos y superar los malos.

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