Por: Marlon Escoto
La población estudiantil 2014 ronda los dos millones cien mil escolares. Honduras, y de acuerdo a la proyección de población del INE Instituto Nacional de Estadística alberga alrededor de ocho millones de habitantes. La población estudiantil representa por lo tanto más del 25% de la población total, uno de cada cuatro hondureños (as) asiste a los centros educativos.
El INE también informa que existen más de 800 mil familias en el país que viven con menos de un dólar al día como ingreso (20 lempiras aproximadamente). Estas familias se caracterizan por tener más de tres hijos (as) y residen en zonas suburbanas y rurales. Considerando que al menos uno o dos miembros de estas familias asisten a las escuelas públicas, se puede inferir fácilmente que al menos el 50% de los escolares de los centros educativos públicos, más de un millón, provienen de familias en extrema pobreza.
Partiremos de una interrogante básica, para qué envían los hijos (as) de las familias en extrema pobreza a la escuela?. Existe una frase muy común entre las familias en extrema pobreza cuando se refieren al por qué sus hijos deben asistir a la escuela “tienes que ir a la escuela para que seas alguien en la vida”. El valor de la escuela para estas familias va más allá de una simple aspiración, consideran a la educación como la única o de las pocas herramientas sociales que puede producir movilidad social.
La lógica de las familias en extrema pobreza al insistir en enviar a sus hijos (as) a la escuela pública les indica que, educándose y alcanzando cierto nivel sus descendientes pueden tener acceso a un empleo, ese empleo generará un ingreso, ese ingreso le dará opciones de acceso a bienes y servicios, y en definitiva eso se llama mejorar la calidad de vida o alcanzar cierto estado de bienestar.
Cada hijo (a) que logra movilidad social proveniente de las familias en extrema pobreza tiene incidencia directa en su familia. El retorno del esfuerzo y de la inversión es posible alcanzarlo en pocos años. Normalmente se hacen cargo de la alimentación y las medicinas de sus padres al envejecer, debido a que la seguridad social y las jubilaciones no son vocablos que conozcan sus progenitores. En adición, los hijos (as) que se mueven socialmente producto de la educación ayudan a la formación y a la crianza de sus hermanos (as) menores.
Existen otras razones por las cuales los hijos (as) de las familias en extrema pobreza asisten a las escuelas públicas, la merienda escolar. Actualmente el Estado de Honduras entrega a más de 1.2 millones de niños y niñas la merienda escolar. Para muchas familias en extrema pobreza la merienda escolar entregada en las escuelas públicas representa en valor equivalente a sus ingresos promedios (un dólar al día o veinte lempiras aproximadamente). Gran parte de estos escolares encuentra en la merienda escolar su segunda y a veces única fuente de alimento seguro.
Todos los beneficios sociales del Estado entregados a los escolares cada año tiene alta incidencia en la asistencia de los hijos (as) de las familias en extrema pobreza a los centros educativos públicos; la merienda escolar que ya señalamos; el bono o transferencia condicionada a las familias; la donación de zapatos; uniformes; cuadernos; desparasitaciones; asistencia médica en algunos casos, es parte de la inversión pública en el combate a la pobreza y a la promoción de la movilidad social a través de la educación.
Muchas familias en extrema pobreza envían sus hijos (as) a los centros educativos públicos por seguridad, siempre las escuelas serán más seguras que sus casas solas influenciadas por entornos no siempre deseables. La escuela pública se convierte en un espacio de protección en términos generales, de familia y de identidad, de aquí la imperiosa necesidad de mejor las condiciones de infraestructura y seguridad de las mismas.
Cualquier inversión del Estado en apoyar a las familias en extrema pobreza para que envíen sus hijos (as) a la escuela pública es bienvenida. Ya sea directamente con los padres, con los escolares o a los centros educativos. Esta inversión tendrá sus frutos en el corto y mediano plazo y permitirá acumular capital social a favor de la hondureñidad.
Es imperioso por lo tanto, cambiar del vocabulario de los tomadores de decisión en relación a la inversión en educación, es inaceptable llamarle ¨renglón de gastos en educación”, debiendo cambiarse a “renglones de inversión en educación”. La reacción natural cuando se generan gastos es a reducir o recortar los gastos, esta definición debe ser inaceptable cuando hablamos de familias en extrema pobreza que buscar migrar de la pobreza con la ayuda del Estado a través de la educación.
Siendo Honduras uno de los países más desiguales del mundo, son pocos los espacios que le quedan al Estado para provocar movilidad social. Convencidos estamos que uno de esos espacios es la inversión en educación, principalmente a las familias en extrema pobreza que buscan cada día y de forma afanosa, primero solventar el acceso a los alimentos diarios y luego motivar a sus hijos (as) para que asistan a los centros educativos públicos.
Al parecer la frase “estudia para que seas alguien en la vida” es la forma más simple de definir un futuro basado en el esfuerzo, en los principios y valores que sus descendientes deben atesorar para que además de huir de la pobreza puedan ser mujeres y hombres de bien.