Madrid – La escritora turca Elif Shafak, afincada en Londres desde hace 15 años y juzgada en su país de origen por el contenido de sus libros, advierte de que hay una escalada mundial de ataques a la libertad de expresión y de que «la censura, una vez que empieza, no tiene fin».
«Son tiempos difíciles para ser escritor», dice en una entrevista con EFE con motivo de la publicación en España de su última novela, ‘There Are Rivers in the Sky’ (‘Hay ríos en el cielo’). Y pone de ejemplo el «alarmante» crecimiento de libros prohibidos en Estados Unidos.
Según un informe de PEN América, organización que defiende la libertad de expresión literaria, en el curso escolar 2023-2024, los libros prohibidos pasaron de 3,362 a más de 10,000 en ese país.
Además, en Argentina el gobierno del presidente Javier Milei ha elaborado una lista de libros no recomendados como material didáctico, entre ellos la novela ‘Cometierra’, de la escritora de ese país Dolores Reyes, lo que ha movilizado en las últimos días a cientos de escritores en una campaña de apoyo a la autora en la feria del libro de Nueva York.
En Turquía es aún más difícil ser mujer escritora, según Shafak, que fue juzgada hace unos años y finalmente absuelta por hablar del genocidio armenio en ‘The Bastard of Istanbul’ (‘La bastarda de Estambul’).
«Allí, además, tienes que lidiar con el patriarcado, el sexismo y la misoginia, cualquier cosa puede ser motivo de ofensa y te pueden juzgar por ello», agrega.
En ‘Hay ríos en el cielo’ (Lumen), la autora sigue dando voz a las minorías silenciadas, conectando de forma épica y poética varias épocas y culturas y transmitiendo un mensaje ecologista y feminista.
Una gota de agua que viaja desde la antigua Mesopotamia al Londres del siglo XIX y el poema sumerio de Gilgamesh son los hilos conductores de la novela, una llamada a sacudirse la apatía en tiempos de angustia e incertidumbre.
«Una era de angustia y ansiedad»
«Estamos al comienzo de una nueva era -describe-, con todos los cambios tecnológicos, la inteligencia artificial, la crisis climática y las enormes desigualdades, y es un momento crucial para que nos demos cuenta de la necesidad que tenemos de conectar: con los otros, con la naturaleza y con nosotros mismos».
Vivimos en «la era de la angustia y la ansiedad», considera Shafak, finalista del premio Booker con ’10 Minutes 38 Seconds in this Strange World’ (‘Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo’), del año 2020, obra que se va a adaptar al cine.
«Hay ansiedad climática, financiera, política… Son tiempos de confusión porque todo está cambiando muy rápidamente, y de peligro, con muchos demagogos populistas que quieren convencernos de que ellos se harán cargo de todo, pero no hay soluciones simples», advierte.
En esa dinámica entra en juego la polarización. «Nos dividimos en tribus pensando que así estamos a salvo, pero todo está interconectado y lo que pasa en una punta del mundo repercute en la otra, lo vimos con la pandemia, lo vemos con los icebergs que se deshacen, hay cientos de ejemplos».
Del siglo VII antes de Cristo a nuestro tiempo
La novela arranca en Nínive, a orillas del Tigris, en tiempos del rey Asurbanipal (siglo VII antes de Cristo), cuya mítica biblioteca contuvo la famosa epopeya de Gilgamesh, un texto que Shafak ve «muy relevante» en la actualidad porque habla «del peligro del poder absoluto, del deseo de permanecer siempre joven, de cómo viajar te cambia la vida y de las lecciones de humildad».
Desde allí, llega al Londres del siglo XIX, un periodo marcado por la Revolución Industrial y las profundas desigualdades sociales, una historia de aires ‘dickensianos’ con un personaje inspirado en George Smith, el descubridor de la escritura cuneiforme.
El mosaico se completa en el Londres del 2018, donde una hidróloga recién divorciada se muda a una casa flotante a orillas del Támesis, y en Turquía e Irak en 2014, con una trama que aprovecha para denunciar el genocidio yazidí perpetrado por el Estado Islámico en 2014.
«Mientras hablamos aquí hay más de 3,000 mujeres yazidíes que siguen desaparecidas y que han sido convertidas en esclavas sexuales», asegura la escritora, a quien impactó descubrir que, mientras escribía esta novela, una de esas mujeres esclavizadas fue liberada en el mismo vecindario de Ankara donde ella creció. EFE