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La doble moral del perdon

Pedro Gómez Nieto

Las sociedades latinoamericanas soportan una clase política servil, predispuesta a lisonjear al mandatario de turno. Cuando el viento ideológico cambia de dirección es más seguro y productivo ajustar la velas que confrontarlo. Hay expertos -cual camaleones- en cambiar el color de las palabras adecuándolas a la nueva coyuntura. El líder político construye su discurso populista y demagógico predicando la necesaria “moralización del pais”, ofreciéndose como la solución para todos los problemas, la lucha contra la corrupción es tendencia. Denunciar desde el pedestal las tropelías de otros, escondiendo las propias, siempre genera simpatías, porque le coloca al paladín una aureola de virtuosidad y justicia social.

La profecía autocumplida establece que las cosas son siempre verdad en las consecuencias que provocan, aunque sean falsas en su origen. Un ejemplo sería la comparecencia de la ministra de Finanzas en el Congreso Nacional, declarando una emergencia fiscal que no existe. Como resultado el Estado tendrá que sumar cada año 1,425 millones de lempiras al pago de intereses por su deuda, detalló Wilfredo Cerrato, exdirector del BCH, aportando documentos de la propia SEFIN. En las películas, las escenas de alegría, tristeza, injusticias y sufrimiento son ficticias, pero generan en el espectador emociones auténticas. Igual ocurre cuando las decisiones se toman desde una falsa realidad emocional que no se corresponde con la racional. La formación intelectual y el pensamiento crítico previenen de tomar malas decisiones, para después no tener que arrepentirse y pedir perdón. No obstante, solo los vencidos necesitan pedir perdón para sobrevivir, nunca quienes tienen el poder.

El auténtico perdón que se pide cuando se concede constituye una experiencia liberadora, porque perdonar no significa olvidar, sino comprometerse a que el recuerdo no duela. Al solicitar el perdón no se está asumiendo que las acciones realizadas fuesen ilegales, sino que el perjuicio por el daño causado nunca fue objetivo sino consecuencia inevitable. Pero desde el poder del mediocre y resentido se exige al derrotado que confiese lo contrario, y los medios de comunicación inducen esa percepción errónea. Teniendo los Estados legítimamente el monopolio de la fuerza, las instituciones responsables de la seguridad, Ejército y Policía Nacional, no pueden pedir perdón por defender los valores e ideales que representa el uniforme que visten; por cumplir y hacer cumplir el marco constitucional; por defender el Estado de derecho.

Inaudito sería que el responsable del Ejercito en Alemania, pida “perdón al pueblo por los errores cometidos por las FFAA en años pasados”. Los electores que votaron por Adolf Hitler serían quienes deben pedir perdón por entregar el poder a un enfermo mental. Decir que “ahora existe un compromiso con Dios, con nuestra comandante general y con el pueblo”, es irreflexivo e imprudente, porque ese “ahora” permite deducir que “antes” el compromiso no existía, lo cual es falso e injusto para la Institución castrense. Promover discursos ambivalentes de falsa integridad y legalidad, es propio de falsos quijotes que se aprovechan de la ignorancia de los sanchos, puntualiza el escritor y académico Perez-Reverte. Las causas determinan las consecuencias, nunca a la inversa. Pero desde el poder siempre se intenta reescribir la historia, reinterpretando el pasado a su favor, manipulando el contexto donde se originaron las causas. En la actual Alemania no existe un nuevo militar diferente, sino una jefatura diferente. Si Dios, el pueblo, las leyes y los reglamentos no han cambiado, tampoco el compromiso.

Es de justicia reconocer la profesionalidad y el sacrificio de los militares y policías de las Alemanias del mundo. Citaremos palabras del presidente Obama, en el Aniversario de la Independencia de Estados Unidos en 2010, como señal de respeto: “Es el soldado, no el periodista, quien nos ha dado la libertad de prensa. Es el soldado, no el poeta, quien nos ha dado la libertad de expresión. Es el soldado quien saluda a la bandera, el que sirve bajo la bandera, y cuyo ataúd está envuelto en la bandera. Cuando la patria está en peligro se recurre a Dios y al soldado. Cuando el peligro pasa, Dios es olvidado y el soldado juzgado”. El soldado, por culpa del político, es quien en Ucrania defiende la patria y muere combatiendo contra la nueva versión de Adolf Hitler, mientras Estados Unidos y Europa se muestran timoratas como ocurrió en el pasado.

“El Ejercito está para proteger al pais no para servir a la política”. -Barack Obama-

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