La determinación del péndulo

Julio Raudales

La historia es un ir y venir de hechos determinados por sus circunstancias; una suma de causas y azares que suele sorprender por su iteración, e incluso a veces, por su rítmica. Es debido a ello que Marx hizo tan célebre su frase en la introducción del 18 Brumario de Luís Bonaparte: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”

El acontecer de nuestro tiempo no desmiente a Marx, ni a quienes como él han tratado de determinar el devenir político del mundo. Europa se mueve nuevamente y con rapidez hacia nacionalismos que luego de la Segunda Guerra Mundial se creían superados. Latinoamérica en tanto, más cadenciosa, persiste en su afán populista -de derecha o izquierda da lo mismo- cansada su ciudadanía de una democracia que parece no responder a sus esperanzas.

Mientras tanto, los científicos persisten en advertir lo poco preparados que estamos para afrontar lo que viene: La cuarta revolución la del conocimiento, esta vez armada de tecnología y de veloz desarrollo, nos apabulla y sorprende “en cueros”. ¿Qué vamos a hacer si la robótica, la nanociencia y la inteligencia artificial imponen (como lo harán) sus leyes irreversibles a nuestra conducta decadente, más rápido de lo que soñamos?

La pregunta no es retórica. Tiene un ardoroso contenido pragmático. Por ejemplo, mientras en Honduras los congresistas pelean y pasean de forma voluptuosa y socarrona, burlando la ley y el mínimo respeto por la ética que caracteriza al funcionario en un país decente, más de dos millones de infantes continúan desformándose en escuelas semi cerradas, sin acceso a materiales y mucho menos a tecnología.

Cuatro mil escuelas unidocentes, es decir, un 20% de la oferta escolar en nuestro país, está compuesto por aulas en las que abnegadas maestras imparten clases luego de caminar hasta 2 horas, sin acceso a energía, materiales, alimentación adecuada o acceso a las maravillas con que el mundo actual reduce la pobreza y las desigualdades.

De poco sirve que las autoridades anuncien como un triunfo un cadavérico incremento al presupuesto educativo. Si, en efecto, con poco más de 36 mil millones de lempiras, el sector educativo, incluidas las universidades públicas, se llevan el mayor pedazo de asignación. Pero ¿De qué sirve?

No hay un plan maestro para el desarrollo de la infraestructura escolar; cualquier viso de programación que busca capacitar docentes, acercarles junto a los estudiantes a la tecnología, incrementar la matrícula, reducir la deserción, mantener las aulas y su contenido en condiciones saludables, está ausente y ajeno a la asignación financiera que dice otorgarles el anteproyecto de presupuesto.

Entonces, ¿Por qué deberíamos esperar que las cosas cambien? Pareciera que el péndulo se mantiene artificialmente estático, inamovible en su estado “gatopardiano”, listo para el aquelarre electoral que cada cuatro años nos anima.

Así camina la joven Hibueras, huérfana de ciudadanía. Capturada por sus estigmas nóveles y ancestrales. Víctima, además, de una clase política cada vez más descarada e inescrupulosa, cuyo devenir se mueve como un péndulo sí, pero uno que va del narco estado a la dictadura y viceversa, sin que se avizore alguna tenue luz al fondo.

Solo nos queda esperar el despertar de ese alud llamado ciudadanía, en cuyo centro lucha una estirpe valerosa y recia, convicta de principios y valores fuertes, que entiende cada vez, con mayor convicción que nadie hará por los hondureños y hondureñas, lo que ellos deben hacer por si mismos.

¡Ellas y ellos serán sin duda quienes moverán el péndulo a su favor y a favor del tiempo!

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