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La crisis de los inmigrantes desborda a las autoridades del Sudeste Asiático

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Hat Yai (Tailandia) – La llegada de inmigrantes bengalíes y birmanos continuó hoy en las costas de Tailandia y Malasia, donde las autoridades se ven desbordadas para atajar la emergencia humanitaria.

La última embarcación con unos 400 bengalíes y birmanos, en su mayoría de la etnia rohingya, fue interceptado por buques de la Marina en aguas tailandesas, cerca de la frontera con Malasia, según el portal Phuketwan.

«¡Malasia, Malasia!», gritaron los inmigrantes en estado famélico, de acuerdo con un portavoz de la Marina tailandesa.

Militares tailandeses y pescadores en la zona les llevaron alimentos y agua a la embarcación, un barco pesquero adaptado para llevar a cientos de hombres, mujeres y niños que huyen de la pobreza o la persecución en Bangladesh y Birmania (Myanmar).

Las autoridades enviaron ayuda también para arreglar los motores del navío, que fue localizado entre la isla malasia de Langkawi y el parque nacional Tarutao, en Tailandia.

Los inmigrantes quieren continuar su viaje hasta Malasia, a pesar de que este país ha advertido de que no permitirá que más barcos con indocumentados desembarquen en sus costas y ha devuelto a alta mar en las últimas 48 horas al menos dos navíos con cientos de inmigrantes.

En la última semana, unos 1.500 bengalíes y birmanos de la etnia rohingya han sido acogidos en Indonesia y Malasia, aunque las autoridades de estos dos países y las de Tailandia han avisado de que no permitirán más barcos con solicitantes de asilo.

La Policía tailandesa ha pedido ayuda a Malasia para detener a los jefes de redes de tráfico de personas responsables de al menos ocho campamentos ilegales de inmigrantes en Songjla, una provincia tailandesa situada junto a la frontera malasia.

La búsqueda se centra en encontrar a Patchuban Angchotipan, alias «Ko Thong», considerado uno de los cabecillas del tráfico de inmigrantes, expolítico local y dueño de varios hoteles.

En las últimas dos semanas, los agentes también han encontrado decenas de tumbas con restos de inmigrantes, así como 249 bengalíes y 63 rohingyas abandonados por los traficantes, que huyeron cuando empezaron las redadas contra los campos ilegales el pasado 1 de mayo.

La Policía tailandesa ha detenido e iniciado el proceso de deportación de los bengalíes, mientras que los rohingya, una perseguida minoría musulmana, son tratados como víctimas del tráfico humano.

«No están detenidos, están siendo tratados como víctimas y contamos con un intérprete para saber sus necesidades», indicó a Efe una responsable del centro de acogida en Songjla, donde se encuentran los 63 rohingyas, incluidos mujeres y niños.

Los inmigrantes bengalíes han corrido peor suerte y se encuentran en un centro de detención en la misma provincia.

Una funcionaria de la prisión manifestó a Efe que entre los detenidos hay ocho mujeres y un niño de unos dos o tres años, mientras que las autoridades han iniciado los trámites para su deportación.

Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), unas 25.000 personas zarparon en barcos desde Bangladesh y Birmania durante el primer trimestre de 2015, el doble del número registrado en el mismo periodo de 2014.

Muchos son rohingyas, que no son reconocidos como ciudadanos en Birmania y tampoco en la vecina Bangladesh.

La situación de esta minoría musulmana empeoró en 2012, cuando estalló la violencia sectaria en el oeste de Birmania y causó decenas de muertos y más de 100.000 desplazados, en su mayoría rohingyas que habían sido expulsados de sus hogares por grupos de budistas.

Sin libertad de movimiento en campos con hileras de tiendas de campaña en una situación parecida al «Apartheid», decenas de miles se embarcan cada año en peligrosos viajes a través del mar de Andamán y el estrecho de Malaca con la intención de llegar a Malasia.

Algunos llegan a su destino, pero otros perecen por las condiciones insalubres o caen en manos de los traficantes de personas, que los mantienen en alta mar o en remotos campos ilegales en la jungla tailandesa hasta que sus familiares pagan un rescate de hasta 1.000 o 2.000 dólares, una cantidad ingente para esta empobrecida minoría.

La ONU y organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Wath han pedido a los gobiernos de la región que aborden el problema y traten a los inmigrantes como víctimas y los provean de protección, alimentos y atención sanitaria.

Malasia y Tailandia, que no han firmado la convención de la ONU para los refugiados, consideran las olas de bengalíes y birmanos más un problema migratorio y policial que humanitario, y alegan que no tienen capacidad para acogerlos.

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