La crisis de la UNAH: ¿Es académica o política? ¿Es interna o externa?

Por: Leticia Salomón
Tegucigalpa .- Me he tomado el tiempo necesario para leer detenidamente los pronunciamientos de diferentes claustros de profesores (contenta al ver que sacudieron su condición de espectadores,

más allá de su posición ante la crisis), revisar las diferentes reacciones sobre el desalojo de los estudiantes que mantenían ocupados algunos  edificios de la ciudad universitaria y algunos centros universitarios regionales, además de escuchar reacciones de estudiantes, periodistas y otros actores externos a la UNAH. Lo he hecho básicamente como académica universitaria y como cientista social, tratando de ser lo más objetiva posible al analizar la crisis de la UNAH, recordando siempre que soy parte del objeto de estudio, y eso es muy importante, como lo saben muy bien los colegas sociólogos…
Comienzo por señalar que la crisis de la UNAH no es una crisis académica, es una crisis política asociada con la demanda de un sector estudiantil de obtener participación política en el Consejo Universitario y en algunos organismos de las facultades y centros regionales, tal como lo han admitido los propios dirigentes del Movimiento Estudiantil Universitario (MEU) al comentar sobre la participación en el diálogo convocado por las autoridades universitarias: “Ellos creyeron que las asociaciones de estudiantes iban a llegar a pedir papel higiénico, jabón, pupitres y no: pidieron exactamente lo mismo: la participación ante los órganos de gobierno”. De lo anterior y del seguimiento al proceso se puede deducir que la demanda relacionada con las normas académicas – imprecisa, confusa, volátil y reducida a consignas- se incorpora para darle legitimidad a la lucha ante un estudiantado que espera razones de peso para otorgar su apoyo activo o pasivo, destacando que no es el tema central de la crisis actual, aunque se ha incorporado como un tema colateral.
En consecuencia, la demanda de diálogo por parte de los estudiantes no coincidió con la oferta de diálogo por parte de las autoridades universitarias porque ambos sectores acudieron al diálogo con visiones diferentes acerca de lo que van a plantear, proponer y obtener. La demanda de diálogo para resolver la crisis parece ser el punto en común entre autoridades, estudiantes y profesores, más allá de sus posiciones ante la misma: este es un importante punto de partida en una institución en la que debe prevalecer la razón para resolver las discrepancias. A partir de ahí se plantearon dos situaciones para que el diálogo prosperara:condiciones para iniciarlo y temas a discutir. Aquí comenzaron las dificultades…
1.    CONDICIONES. Los estudiantes plantearon dos condiciones para el diálogo: a) que la UNAH llamara al Ministerio Público y le dijera que retiraba la denuncia contra los estudiantes y b) que se convocara al Consejo Universitario para derogar las normas académicas que fueron aprobadas de acuerdo a las atribuciones que le adjudica la autonomía universitaria al mismo. Ninguna de las dos condiciones tuvo posibilidad de aceptación: la primera, porque desde el momento en que se pone una denuncia, es obligación del Ministerio Público investigar si en la denuncia existe un delito de por medio; si no existe, se cierra el caso, pero si existen indicios legales, se procede con la investigación y la misma entra al circuito del sistema de justicia; con respecto a la segunda, el Consejo Universitario no puede derogar las normas universitarias porque fueron aprobadas en debida forma y no existían razones para creer que las normas atentaban contra la convivencia universitaria y la calidad de la educación, y tampoco para reconocer que se equivocaron cuando las aprobaron; lo que sí puede hacer este Consejo es escuchar planteamientos específicos, con el debido sustento académico, y tomar decisiones concretas sobre los mismos si estos apuntan a fortalecer la calidad de la educación universitaria, como parece ser la aspiración de todos; desafortunadamente nunca se dieron planteamientos específicos sobre estos aunque aparecieron unos y otros sin que adquirieran formato de planteamiento académico. Las exigencias estudiantiles chocaban con la exigencia de las autoridades de que entregaran los edificios para ir al diálogo sin presiones.
2.    TEMAS. Las autoridades universitarias iban preparadas para escuchar planteamientos y propuestas académicas,y los estudiantes se prepararon para demandar participación en los órganos de gobierno universitario, lo que marcó un punto de desencuentro por las agendas diferentes de los actores de la crisis, aunque el planteamiento de inclusión alude a la democracia participativa y tarde o temprano, las autoridades de la UNAH deberán encontrarle una salida que supere la anterior incapacidad de los diferentes grupos estudiantiles para ponerse de acuerdo en un nuevo reglamento electoral que conduzca a una auténtica representación estudiantil.
Uno de los aspectos centrales de esta crisis apunta al derecho- legítimo- de un grupo de estudiantes (más allá de su cantidad) de plantear una demanda (inclusión en los órganos de gobierno universitario) para lo cual apela a una acción ilegítima: impedir el desarrollo normal de las clases, afectando el derecho del resto de estudiantes a hacer lo que pretende hacer cuando llega a la universidad: recibir clases. Mientras la prolongación de la toma de edificios amenazaba la realización del tercer período académico porque el tiempo que falta para la conclusión del segundo y el desarrollo del tercero resulta insuficiente antes del receso de la UNAH por las vacaciones de fin de año, los estudiantes  anunciaban públicamente que “perder un período no importa si nosotros logramos la participación estudiantil y las condiciones para crear una educación de calidad”, con lo cual se produce un choque de derechos: a) el derecho de un grupo de llegar hasta las últimas consecuencias para conseguir su objetivo y b) el derecho del resto de estudiantes universitarios a la educación superior. Lo interesante del caso –y al mismo tiempo, lo peligroso-  es la polarización que se produce entre a) los sectores internos y externos que decidieron apoyar el derecho de un grupo en contra del derecho de la mayoría, y b) los sectores que apoyaban el derecho de la mayoría a la educación superior expresando la preocupación por la pérdida del período y la necesidad de que los estudiantes pudieran recibir sus clases antes de que fuera demasiado tarde.
El viernes uno de julio se produjo el desalojo de los edificios universitarios con la participación de los operadores de justicia: policías, fiscales y jueces, y afortunadamente se produjo de forma pacífica y sin hechos que lamentar. Es indudable que ese es un día negro en la historia universitaria porque la fuerza se impuso a la razón de los actores y espectadores universitarios de la crisis, pues mientras unos señalaban la intransigencia de las autoridades universitarias, resistiéndose a admitir la intransigencia de los estudiantes que se negaron a entregar  la universidad, otros aplaudieron las acciones señalando que ya era tiempo de que “se pusiera orden” en la universidad ante la anarquía en que se encontraba. Ahí se evidencia un problema de visión pero también un problema de compromiso ético con la verdad, con  lo que se destaca de nuevo la visión maniquea de buenos y malos que parece caracterizar a la cultura universitaria y la cultura de la sociedad civil y política de nuestro país, que señala lo malo de los otros si reconocer lo malo de lo propio.
La crisis de la UNAH es una crisis interna a la que se han sumado actores externos que representan intereses específicos de diferentes grupos sociales y políticos del país, con lo cual la han desnaturalizado y los convierte en sectores que han tomado partido y se han posicionado para opinar sobre la universidad y para deslizar hábil e insistentemente comentarios que alientan la intervención de la universidad para restituir en ella a los viejos actores desprestigiados y depredadores que hundieron a la universidad en el fango y en el descrédito académico, conscientes o no del papel que están desempeñando. Inclusive promueven, animan y entusiasman a los estudiantes para que se vuelvan a tomar la universidad, esperando que ello ocurra y se produzca el retorno del pasado a la UNAH. Por un lado se evidencia la necesidad de encontrar protagonismo social en una sociedad en donde no se miran sectores sociales protagónicos librando las grandes batallas, pensando que los estudiantes pudieran ocupar ese papel de vanguardia que motivara la movilización de otros sectores, aunque para ello se acuda a la invención, la exageración y la manipulación. Por otro lado se encuentran sectores que se han dedicado a “victimizar” a los estudiantes universitarios, acudiendo a imágenes del pasado y deseando desesperadamente la existencia de señales que permitan reafirmar sus deseos proclamando con énfasis catastrófico que en la universidad se criminaliza la protesta, se sofoca la crítica y tienen la osadía de declarar que en la universidad se reprime a los opositores quitándoles el trabajo y hasta la vida, haciendo alusión a dos sindicalistas asesinados pertenecientes a dos centros regionales, crimen condenable cuya investigación corresponde a los operadores de justicia y no a la universidad. Con el mayor desconocimiento conceptual y la mayor irresponsabilidad hablan de dictadura, fascismo, represión, vigilancia, persecución y privatización con lo cual se evidencian como actores del pasado que necesitan del pasado y sus calificativos  para seguir existiendo.
Con mucha insistencia  diversos sectores se han encargado de atribuir a la universidad un fenómeno que se institucionalizó en el país desde el golpe de Estado, referido a la “criminalización” de la protesta, es decir, a tildar de delincuentes a los que protestan y marchan en las calles para demandar y oponerse a las arbitrariedades y abusos del poder, llegando a decir que en la universidad se “criminaliza” la protesta, lo que nos conduce a una reflexión obligada: los estudiantes universitarios que han sido acusados en el Ministerio Público ¿ha sido porque protestan, exigen participación, reclaman una educación universitaria de calidad, demandan la condición pública y laica de la universidad o el  libre acceso a la educación superior? ¿Se les ha criminalizado por ello o porque cometen un delito al apropiarse de un espacio público que es de todos, atropellando el derecho de los demás al acceso a la educación, a la libre movilidad y al respeto a los que son y piensan diferente? Son dos cosas distintas aunque para efecto del manejo mediático de la crisis se mantengan como iguales. Es lamentable y da pena ver a estudiantes detenidos y obligados a defenderse en los tribunales de justicia, mucho más al ver que realmente creen en lo correcto de su lucha y de que lo hacen por la educación universitaria, sin caer en el extremo de referirme a ellos como adolescentes ingenuos que inspiran lástima. Ojalá que ellos sepan diferenciar lo que hicieron bien y lo que hicieron mal y que no los confunda la necesidad de otros actores de presentarlos como víctimas o como héroes pese a que verlos en esas circunstancias debe ser motivo de vergüenza de todos los actores de la crisis, activos o pasivos.
Es indudable que vivimos en un contexto diferente al que caracterizó las luchas estudiantiles de antaño y que los estudiantes de hoy no son los sindicalistas y campesinos que libraron tremendas batallas en el pasado. Hoy deben conocer los límites que establece la ley para manifestarse respetando el derecho de los demás, y aprovechar las posibilidades que les da la constitución de la república, sus leyes y los reglamentos y manuales que regulan la vida universitaria para reclamar sus derechos, y apelar a la imaginación para construir una identidad propia como movimiento estudiantil (o docente) y con ello exigir y participar de un diálogo informado que señale debilidades y peligros,  que plantee propuestas, que maneje un pensamiento flexible ante los argumentos contrarios y que insista en lo que consideren justo.
Mientras tanto hago míos, como estoy segura que lo hacen otros sectores, incluidas las autoridades universitarias, los planteamientos de los estudiantes en protesta:   UNAH te quiero pública, inclusiva, democrática y laica…  Y yo le añadiría: también te quiero plural, tolerante, respetuosa, crítica, vigilante, comprometida y  propositiva, haciendo mío el clamor de todos los sectores por hacer del diálogo, la consulta y el debate académico un eje de la vida universitaria, reafirmando que la crisis de la UNAH es una crisis interna en la que los sectores externos deben mantenerse lo más lejos posible para evitar que la contaminen con sus intereses personales, sectoriales y partidarios.
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