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La confluencia del racismo, el clasismo y el cambio climático en la crisis del agua de la ciudad de Jackson, Misisipi

Amy Goodman

Jackson, la capital del estado de Misisipi, tiene más de 150.000 habitantes, de los cuales más del 80% son afroestadounidenses. Misisipi es el estado más pobre de Estados Unidos. Los residentes de Jackson, que desde hace un mes tienen la indicación de hervir el agua antes de consumirla, llevan ahora varios días consecutivos sin suministro de agua corriente para beber, bañarse o descargar los inodoros. Lluvias torrenciales sin precedentes provocaron el desbordamiento del río Pearl y, como consecuencia de la crecida, una serie de fallas en la principal planta de tratamiento de agua de la ciudad. El domingo, el alcalde de Jackson, Chokwe Antar Lumumba, instó a los residentes a abandonar la ciudad: “Si pueden irse, háganlo ya. Váyanse lo antes posible”. La ciudad ha quedado paralizada por la confluencia del racismo, el clasismo y el agravamiento de la crisis climática.

El martes, el presidente Joe Biden declaró el estado de emergencia para Jackson y el condado circundante de Hinds y prometió brindar financiamiento federal para pagar gran parte de los costos de recuperación del desastre durante al menos 90 días. El miércoles, las autoridades de Jackson pusieron en funcionamiento una bomba de agua alquilada en la planta potabilizadora afectada por la inundación, que podría ayudar a restaurar el suministro de agua en el plazo de una semana.

Pero esta es solo una solución temporal. Los problemas de agua de la ciudad de Jackson son mucho más profundos. Danyelle Holmes, una activista en defensa de la justicia social que reside en Jackson, habló esta semana con la agencia de noticias Reuters desde un centro de distribución de agua: “Estamos viendo el resultado de un proceso de desinversión intencional en comunidades gobernadas por funcionarios electos negros. Desde que vine aquí en 1991, me he encontrado con este problema. Siempre me dijeron que no bebiera esa agua”.

El vórtice polar impulsado por el cambio climático que descendió sobre Texas en febrero de 2021 —que provocó el colapso de la red eléctrica del estado, sometió a millones de texanos a un frío devastador y dejó un saldo aproximado de 700 personas muertas— también afectó a otros estados del sur de Estados Unidos. En esa ocasión, la planta potabilizadora de Jackson se congeló y los residentes de la ciudad se quedaron sin suministro de agua. El gobernador de Misisipi, Tate Reeves, y el vicegobernador del estado, Delbert Hosemann, dos republicanos blancos, culparon a la ciudad de Jackson por esa crisis. El año pasado, cuando la ciudad de Jackson atravesaba su tercera semana sin suministro de agua, el gobernador Reeves le dijo a la prensa: “Creo que es realmente importante que la ciudad de Jackson comience a cobrar las facturas de agua [a sus ciudadanos] antes de comenzar a pedirles a los demás que pongan más y más dinero”.

En conversación con Democracy Now!, el alcalde Chokwe Antar Lumumba respondió en ese entonces: “La ciudad de Jackson no estaba mal preparada para afrontar las tormentas de invierno; estábamos mal equipados. Nos han dejado sin recursos”.

Jackson fue fundada hace 200 años y recibió su nombre en honor a Andrew Jackson, acaudalado hacendado y propietario de esclavos que hizo una fortuna mediante el uso de mano de obra esclava. Como séptimo presidente de Estados Unidos, Jackson orquestó la limpieza étnica de gran parte de la población indígena del sur del país, en una campaña conocida como el “Sendero de las Lágrimas”. Durante la guerra civil estadounidense, el general del Ejército de la Unión William Tecumseh Sherman ordenó que la ciudad de Jackson fuera incendiada.

Años después, la ciudad sufrió uno de los peores hechos de violencia racista cuando las leyes segregacionistas de la época de Jim Crow privaron de sus derechos a los afroestadounidenses del sur del país y la acción terrorista llevada a cabo por grupos supremacistas blancos como el Ku Klux Klan y otros provocaron que millones de personas negras tuvieran que trasladarse hacia el norte, un desplazamiento que se conoció como la Gran Migración. En 1963, Medgar Evers, el secretario de campo de la filial en Misisipi de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, fue asesinado frente a su casa en Jackson. Esto se produjo después de los incidentes de violencia y las detenciones de cientos de “Viajeros por la Libertad” que llegaron a Jackson en el verano boreal de 1961, luego de desafiar las condiciones segregacionistas de los viajes interestatales. En 1964, tres activistas en defensa de los derechos civiles, James Chaney, Andrew Goodman y Michael Schwerner, fueron asesinados en el cercano condado de Neshoba por ayudar a la comunidad negra a registrarse en los padrones electorales para poder ejercer su derecho al voto. Los cuerpos de estos tres activistas fueron enterrados en una represa que se estaba construyendo en una granja para retener el agua que habría desembocado en el río Pearl, cerca de la ciudad de Jackson. El 15 de mayo de 1970, dos estudiantes de la universidad estatal de Jackson, una universidad a la que históricamente asisten estudiantes afroestadounidenses, murieron a manos de la policía local durante una protesta contra la guerra de Vietman. Las muertes de estos estudiantes tuvieron poca repercusión en comparación con la muerte de cuatro manifestantes blancos a manos de la Guardia Nacional en la universidad estatal de Kent en el estado de Ohio, ocurrida once días antes.

El activista Kali Akuno, cofundador de la organización Cooperation Jackson, que promueve cooperativas de trabajo y una economía solidaria, dijo a Democracy Now!: “Lo que estamos experimentando ahora, literalmente, es el desmoronamiento de la infraestructura del imperio. [Este proceso] se remonta a las décadas de 1950 y 1960 con los llamados “programas de renovación urbana” y los subsidios masivos para el desarrollo de los suburbios, que facilitaron el abandono por parte de la población blanca de muchas de estas ciudades importantes, entre ellas la de Jackson. Con eso se produjo una gran salida de capitales, que ha continuado [a lo largo de los años] con programas crónicos de desinversión y desindustrialización”.

Kali Akuno hizo caso a la advertencia que el alcalde Lumumba emitió esta semana; salió de Jackson y se trasladó a la ciudad de Nueva Orleans, desde donde coordina de forma remota los esfuerzos de distribución de agua que está llevando a cabo la organización Cooperation Jackson.

Reparar la infraestructura de Jackson requerirá alrededor de 2.000 millones de dólares. Esa es una parte ínfima de los fondos públicos asignados por los proyectos de ley recientemente promulgados para construir infraestructura y combatir la crisis provocada por el cambio climático. Hay recursos para abordar la catástrofe actual que atraviesa la ciudad de Jackson. Se necesitará la solidaridad de todo el país para superar las tres adversidades que afectan de manera persistente a la población de Jackson, Misisipi: el racismo, el clasismo y la escalada en espiral de la crisis climática.

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